18 de abril de 2022
Geishas: más allá del arte, una representación de la cultura patriarcal de Japón (primera parte)
Por: Luisa María Carranza Báez
En medio de los bailes y homenajes que inauguraron los juegos olímpicos Tokio 2020, se hallaban las geishas, que, con su peculiar aspecto, llamaban la atención de espectadores alrededor del mundo. Sin embargo, tras estos costosos kimonos y exuberante maquillaje, se esconde una larga historia que se remonta hasta 400 años atrás, pues esta profesión surgió oficialmente en el siglo XVII, cuando hombres se dedicaban a entretener a los clientes de las cortesanas en su espera y, en vista de la popularidad que estaban adquiriendo, un grupo de mujeres decidieron copiarles, conformando el grupo de las onna tayiko-mochi, comenta Calvo. Pero, su trasfondo viene de mucho tiempo atrás, uno de los principales antecedentes son las bailarinas tradicionales del siglo XVI, cuya importancia había surgido porque, según Aizpún “el público de todas las edades y de todos los estratos, tras haber sufrido la guerra, estaba ávido de diversión”. Por lo que, la principal función de las geishas es entretener y divertir a los hombres, siempre conservando su elegancia y reputación.
Ayer y hoy
En este sentido, también se debe dar una definición de geisha, pues debido a sesgos culturales o argumentos sin fundamento, se podría pensar a la geisha desde una perspectiva distorsionada. A pesar de que la definición del término varía en función de la época. Para Calvo, en rasgos generales significa, literalmente, “persona dedicada a las artes”, pues, tradicionalmente, sus representantes han sido expertas en la música, la danza, la literatura o la conversación.
Ahora bien, otro aspecto no tan positivo llamó la atención de comentaristas y críticos en los juegos olímpicos, es una serie de actos y comentarios sexistas hacia las mujeres. Por ejemplo, el presidente de la organización de los juegos olímpicos, Yoshiro Mori, comentó: “si aumentas el número de miembros ejecutivos femeninos, y que su tiempo de palabra no está limitado en cierta medida, tienen dificultades para terminar, lo que es molesto”, lo cual es muestra de la cultura patriarcal de Japón. Esto es porque, tradicionalmente, las mujeres japonesas fueron educadas para tener un papel secundario en la sociedad, lo que explica que “solo el 15% de los puestos superiores y de liderazgo están ocupados por mujeres”, destacó CNN en un artículo escrito por Jozuka.
Geisha: cultura japonesa en su máximo esplendor
Si algo diferencia a los japoneses de los occidentales es la perspectiva desde la cual se ve el mundo desde cada cultura, pues como lo demuestra un estudio de la Universidad de Alberta en Canadá, los occidentales viven en sociedades más independientes, focalizadas en la realización de los objetivos personales mientras que para los asiáticos la causa de todo está en el contexto. Esto sucede por la cultura estética y artística que caracteriza a Japón, pues este país está ampliamente marcado por su admiración a la naturaleza y ornamentación.
Esto sucede por la cultura estética y artística que caracteriza a Japón, pues este país está ampliamente marcado por su admiración a la naturaleza y ornamentación. Aizpún explica que constituye un modo de acceso a la dimensión espiritual. Es decir, el arte deconstruye el dualismo entre seres terrenales y dioses, permite que estos dos conecten en un mismo punto. Además, el arte nipón es considerado como aglutinante de la sociedad, al haber permitido que dicho pueblo se haya mantenido unido.
En este orden de ideas, el arte japonés no se podría reducir a los confines de un museo o a lo abstraído de la realidad, al contrario, este debe estar presente en la cotidianidad y vida de los japoneses. Debido a esto, la geisha toma tanta importancia en la cultura japonesa, pues es una representación en carne propia de la estética tradicional del país nipón y, por tanto, aquel punto medio en el que lo natural, espiritual y terrenal se conectan.
Asimismo, la geisha encarna el ideal estético Miyagi, que es considerado como la belleza de la elegancia, la cortesía y el refinamiento sutil; ellas aprenden de manera rigurosa a interpretar el shamisen, instrumento de cuerda japonés y otros como el tambor y la flauta. Además, deben estar en formación continua de cultura general y procurar siempre por conservar la sutileza y la elegancia. Lo cual, no es para menos, pues esto las lleva a ser consideradas como obra de arte total y guardianas de la peculiar y estética cultura japonesa.
Ahora bien, a pesar de que las geishas son consideradas como una comunidad apartada de temas coyunturales, lo cierto es que este grupo de mujeres han sido de suma importancia en la historia del país nipón. Por ejemplo, en sus inicios, las casas de té fueron el refugio de los samuráis que buscaban derrotar a los sobunes, por lo que, cuando los samuráis lograron la victoria, las geishas adquirieron una gran reputación, pues se consideraba que sin el apoyo de ellas la victoria no se habría conseguido, como se recalca en el documental La vida secreta de una geisha en el Japón.
Además, este grupo de mujeres, al ser la caratula de la cultura japonesa, siempre contribuían a la perspectiva desde la cual era considerado Japón, por ejemplo, en el periodo de la guerra Rusojaponesa, la revista Nuevo Mundo, colocó en su portada una rotulación orientalizaste y un fotograbado de una geisha, con el fin de despertar interés por la situación de Japón en dicho momento.
Un negocio netamente femenino
Tradicionalmente, en la cultura japonesa, explica Calvo, el objetivo principal de una mujer era el matrimonio, por esa razón su educación se debía basar en el correcto cumplimiento de sus deberes como esposa, así como para con la casa y la familia. Por lo que la participación de las mujeres japonesas en negocios o trabajos de valor siempre ha sido muy baja, tanto así que “las mujeres ganan el 70% del salario de los hombres por el mismo trabajo y un 60% lo abandona tras dar a luz”, así lo enuncia el diario La Nación.
Sin embargo, la geisha rompe con tales paradigmas y permite que la mujer se integre en un negocio de prestigio, en el que su salario es de un valor considerable, pues a pesar de que los ingresos de tales trabajadoras varían en función de su experiencia, el precio mínimo por una hora de compañía de una geisha es de 30.000 yenes, es decir 270 dólares. Lo cual, sin lugar a dudas, es una puerta de entrada a la independencia y autorrealización de la mujer, es decir, gracias a las elevadas sumas de dinero que reciben por prestar sus servicios, las geishas están en la posibilidad de adquirir bienes o servicios por su propia cuenta, privilegios con el que no cuentan la mayoría de las mujeres japonesas.
De otro lado, se debe destacar que el mundo empresarial de las geishas está completamente dirigido por mujeres, situación poco convencional en un país en el que popularmente se “subraya una condición de inferioridad que hace de la mujer trabajadora un elemento rechazable”, como lo afirma Figueroa. Así pues, contrario al común denominador de Japón, en el negocio de las geishas, los hombres no hacen parte de la administración de las casas de okiya (casa de geisha), ni del proceso de formación por el que debe pasar una aprendiz para convertirse en verdadera geisha.
Más bien, “se sigue una estructura jerárquica matriarcal en cuya cima se sitúa la okāsan o madre, que también recibe el nombre de yakata, y la mamasan o abuela” (Aizpún), mujeres de bastante experiencia y edad que desempeñan el papel de dueñas de la casa de té y que, además, junto con las onēsan (geiko experimentas), se hacen cargo de las nuevas aprendices que busquen adentrarse en el mundo de la flor y el sauce, tanto en términos de manutención como en lo relacionado con la enseñanza de las artes, todo esto con el fin de lograr conservar de manera fructífera esta tradición secular del país nipón.