22 de mayo de 2020
El uso de armas nucleares: amenaza a la humanidad eclipsada por la Covid-19
Por: Rodrigo Andrés Méndez Bocanegra
El pasado martes 28 de abril debió haber tenido lugar en Nueva York la ceremonia de inicio de la Décima Conferencia de Examen del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), la piedra angular del régimen de desarme y no proliferación, que infortunadamente tuvo que ser pospuesta debido a la crisis generada por la Covid-19, al igual que muchas otras reuniones intergubernamentales. Tiene razón el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, señor Antônio Guterres, cuando afirma que esta pandemia es seguramente el reto más grande que ha tenido que afrontar la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. De hecho, la covidización de la agenda internacional refleja parte de la magnitud del problema, puesto que esta enfermedad no solamente representa una amenaza para la paz y seguridad internacional, sino que, además, su aparición ha relegado otras amenazas para la humanidad como el riesgo que representa el uso de las armas nucleares.
El pasado martes 28 de abril debió haber tenido lugar en Nueva York la ceremonia de inicio de la Décima Conferencia de Examen del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), la piedra angular del régimen de desarme y no proliferación, que infortunadamente tuvo que ser pospuesta debido a la crisis generada por la Covid-19, al igual que muchas otras reuniones intergubernamentales. Tiene razón el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, señor Antônio Guterres, cuando afirma que esta pandemia es seguramente el reto más grande que ha tenido que afrontar la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. De hecho, la covidización de la agenda internacional refleja parte de la magnitud del problema, puesto que esta enfermedad no solamente representa una amenaza para la paz y seguridad internacional, sino que, además, su aparición ha relegado otras amenazas para la humanidad como el riesgo que representa el uso de las armas nucleares.
La importancia del TNP radica principalmente en establecer los tres pilares del régimen de desarme y no proliferación: el desarme, la no proliferación, y el uso pacífico de la tecnología nuclear (Artículos I, II, IV y VI). Es también el tratado de desarme más ratificado, al contar con 190 Estados Parte, incluidas las cinco potencias nucleares: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, y China. Estos Estados nucleares se comprometieron en este Tratado a no transferir la posesión o el control de cualquier arma nuclear receptora o de dispositivos nucleares explosivos. Al mismo tiempo, este instrumento sirve de base para garantizar el derecho de todos los Estados a investigar, producir y emplear energía nuclear con fines pacíficos siempre y cuando se cumplan las obligaciones básicas de no proliferación.
Al tratarse de un instrumento que ya cumple 50 años, las conferencias de examen, que se realizan cada cinco años en virtud del artículo VII del Tratado, cobran especial relevancia por cuanto constituyen el escenario ideal para hacer frente a la politización de este escenario; que ha derivado, entre otras cosas, en un bloqueo de los avances y resultados concretos en la celebración de negociaciones de buena fe entre las partes nucleares de cara a establecer medidas eficaces de desarme nuclear. En la conferencia de 2010, por ejemplo, los Estados poseedores de armas nucleares se valieron del principio de irreversibilidad para ratificar su compromiso de lograr la eliminación total de sus arsenales nucleares y avanzar así hacia un desarme nuclear completo, tal y como lo estipula el artículo VI del Tratado. No obstante, la pasada conferencia de examen celebrada en 2015 no permitió a los Estados parte llegar a decisiones concretas de consenso sobre los compromisos y acciones a futuro que resguardarían los tres pilares del Tratado.
Es cierto que el TNP ha sido objeto de fuertes críticas porque ha mantenido un status quo injusto y desigual que discrimina a sus partes entre las que están facultadas para poseer armas nucleares y las que no lo están. Pero también es cierto que ha logrado contener significativamente la aparición de nuevos Estados nucleares y ha sentado las bases de la vigilancia de programas de usos pacíficos de la energía nuclear.
Aunque posponer la Conferencia de Examen del TNP era la única opción posible en medio de la pandemia, esto implica posponer la discusión intergubernamental de varios de los retos fundamentales que enfrenta el actual régimen de desarme y no proliferación, que van desde la erosión del control de armas hasta la revisión de la creciente hostilidad entre los Estados nucleares, como lo afirma Izumi Nakamitsu, la Alta Representante de las Naciones Unidas para el Desarme. Esta es una situación que deja en evidencia la fragilidad operativa del multilateralismo en el que se basa el sistema de gobernanza global para el desarme y que abre interrogantes sobre las alternativas que deberían comenzar a ser analizadas para evitar un estancamiento completo de los escenarios dedicados a la discusión de asuntos complejos. Si el SARS-COV-2 es una realidad con la que vamos a tener que convivir durante los próximos años, la implementación de escenarios de diplomacia digital también debería comenzar a consolidarse y a tomarse como opción válida para promover el dinamismo y la revitalización de este tipo de espacios.
Mientras la lógica de la diplomacia presencial siga paralizada por la pandemia, no puede ser posible que las amenazas a la humanidad que representan las armas nucleares y otros tipos de armas emergentes sigan ganado terreno.