1 de noviembre de 2019
El populismo en América Latina, ¿modelo político o estrategia política para ganar el poder?
Por: Camille Juilland
Cuando hablamos del populismo latino americano, nos referimos en realidad a una pluralidad de populismos, que podemos distinguir en una perspectiva histórica. Parece posible retener esquemáticamente dos formas de populismo en la historia de América latina en el siglo XX: el populismo estatal y el populismo liberal o neoliberal. Así, se trata de un fenómeno que evolucionó, en sus valores y principios, pero también es su forma. En efecto, mientras que podemos asociar el populismo a un modelo político, parece que se volvió finalmente un tipo de comunicación usado por los responsables políticos a dentro de su estrategia política. De hecho, podemos preguntarnos si el populismo pasó de ser un modelo político para volverse una estrategia política.
El populismo como modelo político
En América Latina, el populismo aparece en los años 1930, en reacción al monopolio político por parte de la oligarquía. Aparece como una alternativa en un contexto de bipartidismo político, con un sistema político compartido entro liberales y conservadores. Estos movimientos populistas, quienes se apoyan en los movimientos sociales y se presentan como sus porta voces, son actores de una cierta ampliación del poder político y económico a dentro de la población. En este sentido, aparecen como movimientos demócratas, en el sentido que Robert Dahl da al concepto de “democracia”, que, al revés de la oligarquía, consiste en la extensión a la mayoría de la gente de la decisión política, de los bienes materiales y de los bienes morales, simbólicos y culturales; Vargas que llega al poder en 1930 en Brasil y Perón en 1943 en Argentina. De otra parte, esos movimientos pretenden a una “refundación nacional”, objetivo que se ilustra en los hechos a través de políticas Estado-centrales, con la implementación del modelo de Industrialización por Sustitución de las Importaciones (ISI) y por una voluntad de ser independiente a los capitales extranjeros que organizaban hasta entonces las economías latinoamericanas.
Este populismo se acaba con el avenamiento de las dictaduras militares a partir de los años 1960 y hasta los años 1980. A partir de la última década del siglo XX, aparecen en varios países latinoamericanos nuevas figuras también caracterizadas de populistas. Pero se trata de un populismo que ya no tiene más las mismas características que los populismos de los años 1930, hasta que algunos especialistas hablan de “neopopulismo”, refiriéndose a un populismo de tipo liberal. Nace en un contexto de transición política y de apertura de las diferentes economías latino americanas a la globalización. Estos gobiernos ilustran un cierto pragmatismo, encarnado por figuras como Carlos Menem en Argentina, Fujimori en Perú o Banzer en Bolivia. Su política se resume esencialmente por la implementación de reformas liberales y la aceptación de las leyes del mercado.
Con esta mutación de la forma del populismo entendido como modelo político, perdió unas características que antes permitían insertarlo a dentro de los “modelos” políticos. Ahora, parece que el populismo se redujo a una simple estrategia política y se resume más a un discurso para acceder o mantenerse al poder.
El populismo se reduce finalmente a una simple estrategia política
Decir que el populismo se volvió un discurso es decir que se identifica un responsable político populista a través del vocabulario que utiliza y que se sitúa a dentro de un referencial común. Este discurso pone de relieve la democracia política, se apoya en clivajes como el pueblo VS las élites corruptas (en contra de las cuales se posiciona) y pretende defender el interés de la gente “de abajo”. Llama a la verdadera democracia mientras que, según él, la democracia que conocemos, a menudo parlamentaria, no es una democracia sino un acaparamiento del poder político en los manos de pocos. El discurso del presidente brasilero Jair Bolsonaro ilustra bien este punto. En su discurso de campaña, se posicionaba en contra de los “corruptos” haciendo referencia a los últimos responsables políticos de Brasil. También insistió en que centrará sus esfuerzos al nivel nacional y que sus medidas serán hechas para su país y su población.
Además, el discurso populista asocia el hecho de votar con una manera para los ciudadanos de retomar la libertad y la decisión política. Pretende favorecer lo que Bernard Manin llama una “democracia del público”, en la que es el pueblo quien toma las decisiones. Porque justamente se presenta como una alternativa a lo tradicional que ya ha mostrado sus límites mientras que él puede iniciar un cambio radical. Pero este discurso populista puede llevar a modelos políticos distintos. Así, el populismo ya no es más un modelo político sino una estrategia que lleva a modelos políticos y maneras de gobernar que pueden ser diferentes. Como lo afirma Taguieff, el populismo es ahora esencialmente un “estilo”, es decir un elemento que se puede mesclar con varios otros elementos.
Entonces, hoy en día, parece que el populismo como estrategia política se extendió largamente entre los diferentes responsables políticos. En América Latina, pasó de ser asociado a la izquierda para extenderse al conjunto del espectro político y finalmente para ser asociado a figuras que se ponen en contra del sistema político él mismo. Ahora, no es más que una “disposición de la acción política”, es decir una herramienta a la disposición de cada uno a dentro del juego político y que permite ganar la confianza y el voto de los electores.
Recomendados Libre Pensador:
Fregosi, Renée – Le populisme : face obscure de la démocratie
Maubert, Lucas – Les néo-populismes latino-américains », Les Yeux du Monde.