25 de abril de 2018
El Tercer Mundo y ¿el desarrollo?
Por: Rodrigo Esteban Bustos Ayala
En el 2014 en Estados Unidos el 100% de la población rural tiene acceso a la electricidad, en Nigeria, el 39.3%. Para el 2016, en Estados Unidos el índice de solicitud de patentes por persona fue 335.73 veces mayor que el de Ecuador y 82 veces que el de Colombia. En el mismo año, el 46.12% del PIB de Alemania provino de exportaciones de bienes y servicios, mientras para la importación de los mismos se destinó el 38.15% del PIB; en Afganistán las exportaciones de bienes y servicios representaron 6.9% del PIB, mientras que para la importación se destinó el 49.03% del PIB.
Los efectos del discurso desarrollista elaborado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, son innegables: dependencia económica y política de los países tercermundistas; aumento de los problemas socioeconómicos en Asia, África y América Latina; daños irreparables al medio ambiente; violaciones de derechos humanos; y transformación total de las culturas y formaciones sociales del Tercer Mundo.
Afirmar que dichos efectos son producto de un error de planteamiento y previsión desconoce la importancia de las dinámicas de discurso y poder en la creación de la realidad social e indulta de toda responsabilidad a quienes desde el inicio se empeñaron en crear y promover regímenes de representación (lugares de encuentro en los cuales las identidades se construyen y donde se origina, simboliza y maneja la violencia) en búsqueda de sus intereses individuales.
Por tanto, se hace necesario reconocer, primero, la existencia de relaciones de poder en el Sistema Internacional que condicionan la autonomía y libertad de los Estados de acuerdo a su posición política, económica y militar respecto a los otros; segundo, que el discurso del desarrollo ha moldeado, desde su inicio, la concepción de la realidad y la acción social de los países que desde entonces se conocen como subdesarrollados; y tercero, que los autodenominados países desarrollados o del Primer Mundo, han instrumentalizado dicho discurso para la creación de un régimen de representación favorable para poder aumentar sus capacidades.
En este sentido, se debe plantear la concepción de un nuevo modelo de desarrollo que permita imaginar nuevas maneras de organizar la vida social, económica y política de los países de América Latina, Asia y África, para de esta manera garantizar, como diría Amartya Sen, la libertad de los seres humanos. Con base en lo anterior, se entiende que el desarrollo es la libertad de los individuos para alcanzar sus metas y propósitos.
Empero, cabe aclarar que: i) dicha libertad solo puede ser real cuando no está condicionada a factores externos o internos del Estado ii) la consecución de la libertad -y por tanto del desarrollo- es papel tanto del Estado como de los individuos, iii) la libertad no es total sino está sujeta a unos mínimos, es decir, es una libertad responsable.
Libertad real y no condicional
La libertad a la que apunta el desarrollo no puede ser una libertad condicionada por factores externos o internos del país. Se habla de factores condicionantes internos cuando existen situaciones socioeconómicas desfavorables como la pobreza, el difícil o nulo acceso a la educación, la inseguridad alimentaria, la discriminación racial, étnica o de género, la falta de infraestructura, entre otras. Por otro lado, se dice que la libertad está condicionada por factores externos cuando las decisiones políticas y económicas obedecen a regímenes de representación impuestos desde afuera, que desconocen las identidades y tradiciones particulares de cada cuerpo social.
No obstante lo anterior, no se pretende insinuar que para alcanzar el desarrollo de los países del Tercer Mundo, se deba dar un giro de 180 grados desconociendo las virtudes del modelo de desarrollo vigente desde finales de la década de 1940. Por el contrario, se habla de una internacionalización de la economía con imaginación y una expansión tecno-científica responsable.
La internacionalización de la economía con imaginación, hace referencia a un modelo que reconozca la inferioridad económica y política de los países en los espacios trasnacionales para plantear posturas que pretendan revertir la situación y no acentuarla. Respecto a la expansión tecno-científica responsable, se pretende invertir y mejorar las condiciones de vida de los habitantes a través de la investigación y avances científicos pero sin que este proceso sea catastrófico para los diferentes grupos sociales y el medioambiente. Para ello, se hace necesario establecer un diálogo de doble vía entre la tradición y la modernidad para que el proceso transformativo de modernización no modifique la esencia de las identidades y principios tradicionales, y entre la modernidad y el medio ambiente, para intentar mitigar los efectos negativos sobre el segundo.
El papel del Estado y de los ciudadanos
En el camino hacia el desarrollo, es fundamental la participación tanto del Estado como de los ciudadanos que componen la sociedad civil. El progreso o fracaso hacia el objetivo, es una responsabilidad compartida entre el poder y el contrapoder. El Estado, en ejercicio de sus facultades debe velar por el cumplimiento de los puntos establecidos anteriormente y además, garantizar el acceso a la justicia, facilitar el comercio nacional e internacional, e intervenir en el mercado solo cuando este presente una falla.
En resumidas cuentas, las funciones del Estado son: garantizar las libertades políticas y económicas de los individuos, y asegurar la igualdad de expectativa y logro para los individuos igualmente dotados y motivados. De esta manera, el Estado cumple con dotar a los individuos de un marco que les garantiza que pueden alcanzar su metas y propósitos.
Por otro lado, la sociedad civil tiene la responsabilidad de ejercer lo que Manuel Castells denomina como contrapoder. Es decir, tener la capacidad de participar activamente en las esferas públicas y privadas para promover cambios en las relaciones de poder. Para tener la capacidad de participar, los individuos deben contar con: consciencia política, mente crítica, capacidad de indignación y voluntad de cambio. Como su nombre lo indica, la importancia del contrapoder es hacer frente al poder, supervisándolo y obligándolo a cumplir sus funciones; es el deber de los individuos de procurar en cada instante la protección de sus libertades políticas y económicas para alcanzar sus objetivos.
Libertad responsable
Tanto el Estado como los individuos deben ser conscientes que el ejercicio de la libertad debe estar sujeto a unos mínimos: la libertad de uno encuentra su límite cuando el actuar restringe la libertad del otro. Bajo esta idea, el medio ambiente y todos los grupos sociales, deben ser tenidos en cuenta en la formulación de las leyes y las políticas públicas.
Es importante señalar que dentro de un país existen grupos sociales con diferentes identidades, símbolos, valores, tradiciones y lenguajes. Imponer un proyecto que desconozca su realidad bajo el precepto de liberarlos, sería una farsa del concepto moderno de liberación. Lo correcto es, entonces, reconocer la diferencia y trabajar desde ella, para que la libertad en ningún momento sea un instrumento para la sujeción y los intereses individuales. Involucrar a la mayor cantidad de grupos sociales en la construcción de nación es caminar hacia la libertad indiferenciada de todos los individuos de la sociedad.
Para concluir, se dice que alcanzar el desarrollo, es alcanzar la libertad de todos los individuos que logran sus metas y objetivos. Para ello, es necesario tener en cuenta los factores externos e internos que pueden condicionar la libertad, el papel del Estado y de los individuos, y la importancia del reconocimiento del medio ambiente y los distintos grupos sociales. De igual manera, es menester recalcar que el ideal del desarrollo debe descansar sobre la idea de un Estado cada vez menos indispensable para garantizar las libertades políticas y económicas, y una sociedad cada vez más involucrada en la construcción de su porvenir.
Nota: Se decidió utilizar el término tercermundista o países del Tercer Mundo y no “países en vías de desarrollo”, para desconocer los planteamientos o estándares establecidos por los autodenominados países desarrollados.
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Castells, M. Redes de indignación y esperanza. Madrid: Alianza Editorial