5 de octubre de 2016
No siendo más, “hasta aquí los deportes… ¡país de mierda!”
Por: Juan José Cuello Kafury
Los colombianos salimos a ejercer nuestro derecho electoral para mostrar o no nuestra aprobación hacia lo acordado en La Habana entre el gobierno y las FARC-EP. Más allá del resultado, lo que ganó, fue la indiferencia de mis compatriotas de la tierra del Sagrado Corazón, dónde, una vez más, demostramos que todo es posible. La noticia de la decisión ha tenido repercusión mundial, medios internacionales como El Mundo de España, el diario El Clarín de Argentina y The New York Times, BBC son garantes de ello y hacen visible el desconcierto que causó esta no sólo a las víctimas, sino también a la comunidad internacional.
la victoria del No significó una vergüenza internacional, aunque era algo probable, no debería ser nuestra mayor preocupación, preocupante es saber que se le negó a Colombia el culminar con una pesadilla de 52 años; preocupante, es saber que el balance de la jornada electoral no llego ni al 50% de los habilitados para votar y se posesionó como la jornada con mayor abstención en los últimos 22 años. Y ni hablar de los 170.946 votos nulos, que resulta increíble frente a la sencillez del formato de votación.
Pero como este tema pasará pronto a la historia, es hora de hacer referencia a lo que realmente importa: la participación de la Selección Colombia en las eliminatorias del próximo mundial, el próximo partido que disputará nuestra amada tricolor será frente a Paraguay el jueves 6 de Octubre. Es muy probable que durante esta hora y media encontraremos más unidad y patriotismo que el 2 de octubre y que tristemente este enfrentamiento sea mucho mas importante para el pueblo colombiano que el encuentro de los millones que pudieron enfrentarse en las urnas el pasado domingo.
Seguramente una vez culminada la semana, todos estaremos hablando del rendimiento del equipo, de Pekerman o simplemente debatiremos sobre las mejoras que se deberán efectuar para el siguiente partido. La indignación que dejó a un país dividido y con un futuro incierto será probablemente reducida a una tenue llama que hoy lucha por apagarse. Esta, señoras y señores, será lastimosamente la causa de nuestra amnesia colectiva programada, la que lleva en nuestra genética social décadas y la que ha dejado que este país deje que un puñado decida por millones, la que permite que se le de más importancia a una medalla olímpica (que no deja de ser un triunfo) que a los niños que mueren de hambre en el país. Esa amnesia programada que ha sido engendrada por políticos, alimentada por los medios y consumida por nosotros.
Dentro de nuestra ignorancia, serán mucho más importantes la novena y décima fechas de las eliminatorias mundialistas que el mismísimo acuerdo de paz o el plebiscito que pretendía refrendarlo, aquí, se nos olvidará todo, dejaremos de lado la polarización de la cual fuimos testigos y participantes, se nos olvidará que defendíamos el Sí o el No a capa y espada, con argumentos o sin ellos. Somos la cuna de la intolerancia que nos llevó incluso al punto en que, negociando la paz, creamos una guerra, dividiéndonos entre familias, amigos, víctimas y no víctimas. Durante la negociación, en pocas palabras, nos sentimos motivados únicamente por el suceso del momento.
Entre tanta esperanza que producía la posibilidad de cambio, nos creímos la mentira de que los colombianos estábamos preparados para esto; que estábamos dándole importancia a lo realmente importante; que nos estábamos volviendo mas críticos, y nos confiamos tanto que una vez mas necesitamos un baldado de agua fría para darnos cuenta de que no es así. Estamos ad portas de la amnesia colectiva, como nos ha enseñado la costumbre el partido nos unirá nuevamente como nación. Lastimosamente esa unidad perdurará únicamente 90 minutos, de ahí en adelante, se nos olvidará, nuevamente, lo que significa unión y un proyecto colectivo.
Ahora bien, esperemos que el seleccionado colombiano salga victorioso y que entre la euforia los colombianos tengamos la oportunidad de darnos cuenta de que en este momento es indispensable una unidad nacional veraz, tanto en los partidos de fútbol como en los políticos y en la sociedad civil. Nosotros, como ciudadanos, no podemos seguir delegando el deber de construir una nación en paz únicamente al gobierno y a las FARC. La paz empieza en nuestras familias, en nosotros mismos. En este momento, debemos ser participes de la construcción de nuestro propio país y nuestro futuro. Es hora de generar unidad desde nuestros espacios, desde la ciudadanía y acabar de una vez por todas con la polarización que existe desde tiempos de la independencia, pero ahora más que nunca, como nación debemos solicitar al gobierno y a la oposición celeridad en la Mesa de Unidad para la Paz, y así, de una vez por todas, dejar de ser la patria boba.
No siendo más, “hasta aquí los deportes… ¡país de mierda!”