29 de junio de 2017
Cuando el pueblo habla, el gobierno escucha: ¿realidad o falacia en Venezuela?
Por: Jhon Jairo Tibocha Guzmán
La llegada de Nicolás Maduro a la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, el 19 de abril de 2013, y las políticas que ha implementado en pro de la revolución, han causado inconformidad en los venezolanos. El malestar general de la población se ha visto reflejado en las continuas manifestaciones que han cobrado un saldo de 23 muertos a la fecha.
¿La revolución en contra de “la revolución”?
Sin duda alguna, uno de los puntos clave para que el inconformismo del pueblo venezolano se vea reflejado en las marchas que se realizan actualmente, es la dificultad para acceder a los alimentos y productos de necesidad básica, a esto se le suma el fuerte desempleo que se evidencia en el país vecino ante la nacionalización de grandes industrias privadas que fueron expropiadas por el mandatario. La inflación en Venezuela ha alcanzado niveles históricos originando que los precios de la canasta básica sean desproporcionados y con esto, el dinero ha perdido su capacidad adquisitiva. Lo que antes se pintaba como revolución para el pueblo, terminó siendo una muestra de autoritarismo presidencial en la que el perjudicado es precisamente el pueblo.
El peligro que corre la democracia se hizo más notorio con situaciones como el encarcelamiento del opositor Leopoldo López, el intento por revocar las funciones de la Asamblea Nacional, equivalente al congreso en Colombia y que es controlada por la oposición, y la decisión presidencial de otorgar sus funciones al Tribunal Superior de Justicia, (omitiendo la teoría de pesos y contrapesos de Montesquieu). La situación institucional del vecino país llevó a la ciudadanía, convocada por la oposición, a marchar en contra de estas medidas para frenar lo que podría terminar de sentenciar el futuro decadente de la República.
¡Indignados!
Los medios de comunicación fueron también censurados, de no ser oficiales estos no podían transmitir, lo que significó otro debilitamiento a uno de los principios operativos básicos de la democracia, la libertad de prensa. Las protestas que iniciaron el primero de abril no cesan, los venezolanos gritaron ¡basta! y manifestaron su inconformismo frente a lo que, a su juicio, es el camino a una dictadura. Mientras tanto, los pronunciamientos del presidente venezolano, Nicolás Maduro, han estado ligados a lo que demanda el pueblo, pues dijo “elecciones sí, quiero elecciones ya, es lo que digo yo, como jefe de Estado, como jefe de gobierno” en su programa dominical, al referirse a los comicios regionales.
Las largas filas que tienen que afrontar los venezolanos para acceder a los productos de necesidad básica son interminables, además de denigrantes, la tasa de desocupación cerró en noviembre del año pasado con 850.262 desempleados y a esto se le añade la persecución en contra de los opositores; casos de detención como el del diputado Gilber Caro, miembro del partido voluntad Popular, liderado por Leopoldo López, también encarcelado, o el de Luis Gonzáles y el general retirado Raúl Isaías Baduel. Existe incertidumbre entre las personas acerca del rumbo que va a tomar la situación en le hermana república de Venezuela, lo que pinta un panorama desalentador. Por otro lado, están las recientes fluctuaciones en los precios del petróleo, que no permiten una consolidación de la política económica en Venezuela debido a su dependencia de ingresos por este hidrocarburo.
Venezuela seguirá en una profunda situación de crisis a menos que el actual régimen decida acogerse a las demandas de la ciudadanía venezolana, entre ellas, la apertura de un espacio en el cual se den unas elecciones justas y democráticas.
Un régimen basado en la coacción está condenado a desaparecer, tal como afirma Michelangelo Bovero.
Económicamente, es necesario el fortalecimiento de la industria interna y principalmente que el actual mandatario entienda que, como decía Garzón: “el funcionario público es para que le funcione al público” y no a los ideales del gobierno de turno.
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