31 de octubre de 2018
Partido Liberal: una élite condenada a desaparecer
Por: Jorge Eduardo García
En los últimos meses, tuve la oportunidad de hacer parte de varias campañas políticas y vivir de cerca un proceso electoral. Durante estos recorridos, fue muy común escuchar que “ya no se vota por partidos, sino que se vota por personas”; que “los partidos políticos no sirven para nada” o que “estos ya están mandados a recoger”, entre otras opiniones del mismo estilo. Estos juicios de malestar e inconformismo no me dejaron de causar curiosidad día a día y decidí preguntarme: ¿Es el fin de los partidos políticos en Colombia?
Sociedad y partidos políticos
Para responder a esta pregunta, es menester referirse a la sociedad actual, pues es esta la que decide si pone fin o no a dichas colectividades. Esta sociedad, con la aparición de las tecnologías de la información, crece a un ritmo voraz. Las innovaciones tecnológicas son diarias: la internet, medios virtuales, nuevos celulares, nuevos medios de producción, nuevos enfoques empresariales, realidades virtuales, etc. Incluso, no alcanzamos a dimensionar ni a asimilar dichos avances. Esto impacta de manera directa en el desarrollo de nuestras vidas y nos obliga a avanzar a ese ritmo y a satisfacer nuestras demandas casi de manera inmediata.
Mientras la sociedad avanza a ese ritmo exponencial, los partidos políticos se encuentran en un sueño letárgico. Y esto es grave, ya que son esenciales dentro de un sistema político democrático, teniendo en cuenta que representan los intereses de distintos segmentos o sectores de la población. Son estos los que eligen a sus representantes y logran llevar sus demandas a la agenda pública. Así pues, los partidos políticos cumplen el rol esencial de la representatividad.
Actualmente, en Colombia esos partidos no representan a sectores de la sociedad, sino que más bien operan bajo un enfoque mercantilista donde obtener mayores ganancias es el objetivo. Es decir, negocian sus decisiones en busca de mayores ventajas políticas sin tener en cuenta su identidad partidista. Lo mismo sucede con la entrega de avales, donde generalmente salen a flote esos personalismos políticos, que no permiten una mejor selección de candidatos y un debate enriquecedor dentro de la colectividad que definan una representación clara. De este modo, el sistema político se ve afectado de manera negativa ya que excluye a esos representados lo que acarrea una crisis de la gobernanza. Algo grave.
Ya nadie cree en los partidos políticos
Según el informe del Barómetro de las Américas del 2016, los partidos políticos son la institución en la que menos confían los hombres y mujeres de Colombia. De igual manera, los resultados de las elecciones parlamentarias del 2018 muestran unos partidos políticos tradicionales desgastados. Por ejemplo, el Partido de la U y el Partido Liberal. Este último representa ese retraso partidista al tener como jefe a un individuo que fue presidente del país casi 30 años atrás. Teniendo en cuenta que el 60% de la población colombiana es menor de 40 años y con ese ritmo tan acelerado de la sociedad que mencionaba al comienzo del escrito, ¿a quién representa dicho presidente de partido? ¿A quién representa ese partido? Por su parte, el Partido de la U, como la mayoría de partidos tradicionales, se mueve en ese “centro atrapa todo” con carencia de identidad partidista y motivado por intereses con el gobierno de turno, que excluye a sus representados. Este tipo de comportamientos y estructuras hace que los ciudadanos no confíen en esas agrupaciones y en la democracia misma al no sentirse identificados ni representados; es decir, los partidos políticos se convierten en algo inútil. Esto hace pensar que los partidos políticos están en crisis.
Etimológicamente, una crisis es una situación mala o difícil; sin embargo, es una situación de cambio profundo. Ese cambio profundo es el que deben experimentar los partidos políticos para garantizar su existencia. La relación entre partidos políticos y sociedad está quebrantada; la falta de confianza es palpable: se ve a los partidos políticos como organizaciones con viejas prácticas y corruptas. Como se dijo, esto tiene un impacto directo en el sistema democrático que afecta la representatividad y la gobernanza al no desempeñar correctamente su papel dentro de ese sistema. Por esto, ya parece normal ver un activismo judicial tan agresivo, pues el legislativo y las bancadas que lo componen no llevan a cabo la representación encomendada por sus electores y las cortes terminan supliendo ese vacío. De este modo, hay una pérdida de legitimidad en todo el sistema político lo que hace más difícil la gobernabilidad.
Se necesita un cambio profundo
Parte de este cambio de los partidos políticos se debe a que la sociedad actual es una sociedad joven que ya no quiere relaciones verticales, sino horizontales donde sus gobernantes no sean distantes, donde más que escuchados se sientan incluidos. Una sociedad que no quiere trámites engorrosos sino soluciones rápidas y efectivas. Una sociedad activa que propone salidas y que reclama ser partícipe dentro de la toma de decisiones. Es decir, es un reclamo de renovación política para que los partidos políticos y la sociedad avancen al mismo ritmo.
Es esa renovación la que da oportunidades a nuevas generaciones de exponer y aplicar nuevas teorías, nuevos conceptos y dar eficiencia a la administración pública. Sin esa renovación de ideas, los partidos políticos seguirán subsumidos en esa crisis y seguramente tenderán a desaparecer por su inutilidad.
Renovación Urgente
No es el fin de los partidos políticos porque aún están vigentes y no es necesario inventarse algo nuevo, sino que es una crisis donde estos tienen que reinventarse e innovar en su funcionamiento. Quizá cuando aparecieron las redes sociales virtuales se pensó que era el fin de las casas editoriales porque imprimían su contenido y con el nuevo invento todo iba a estar en pantalla; por lo tanto, serían inútiles. Pero no, estas empresas se reinventaron y empezaron a ofrecernos su contenido vía Facebook, Twitter, Instagram etc., y hoy se encuentran vigentes.
Empero, es una renovación urgente que los partidos políticos deben hacer porque en estos tiempos de polarización, esta crisis abre puertas a discursos populistas que acuden a sentimientos de odio y resentimiento que deslegitiman la institucionalidad, fragmentan el sistema de partidos y destruyen el sistema político. Y eso es lo que no se puede permitir. Esta dificultad es una oportunidad para que los partidos políticos se renueven, para que la sociedad confíe en ellos nuevamente y nuestro sistema político dé un salto cualitativo en términos de madurez democrática.