1 de septiembre de 2017
Nuevo código de policía: ¿Necesario en una sociedad educada?
Por: Mariana Camila Durán Piñeros
Desde el pasado 30 de enero rige en Colombia un nuevo Código de Policía que tiene como propósito mejorar la convivencia entre los ciudadanos de este país; tal vez en una sociedad educada este código no sería necesario; las conductas sancionadas son tan elementales que no deberían mostrarse una amenaza o un castigo para que se cumplan.
Si usted como ciudadano fue educado en su casa, no necesita un código de policía para saber que está bien o qué está mal. Cuestión de sentido común, tan sencillo como acatar las normas de la Urbanidad de Carreño. ¿Compraría usted un celular robado; se colaría en el transporte público; celebraría fiestas con música de alto volumen afectando a sus vecinos; tiraría la basura a la calle o haría sus necesidades fisiológicas a la vista de todo el mundo? Seguramente no.
Por lo general, el colombiano se comporta de manera laxa ante la norma, la evade, la ajusta a su acomodo para burlar responsabilidades y pasar por encima del otro; por ello, se ha hecho imperativamente necesario normativizar el comportamiento social en el marco de la ley 1801 de 2016, a fin de contrarrestar y sancionar conductas que afectan la convivencia en el día a día.
¿Zanahoria o garrote?
De zanahoria, nada. Ser ciudadano es un compromiso, implica el cumplimiento de deberes; si exigimos derechos, debe haber correspondencia entre unos y otros, nadie tendría que darnos premios por comportarnos bien, por respetar la individualidad y la institucionalidad, y por llevar a cabo el ejercicio responsable de la libertad.
Garrote sí, aunque no muy fuerte; las disposiciones previstas en el código son de carácter preventivo, advierten al ciudadano para que no cometa la falta; en este se establecen sanciones económicas y pedagógicas para disminuir los comportamientos contrarios a la convivencia en todo ámbito y lugar.
La Procuraduría General de la Nación solicitó a la Corte Constitucional que tumbara las sanciones enunciadas en el artículo 140 del Código, en este se contemplan castigos a quienes ocupen el espacio público para la informalidad laboral; el Ministerio Público considera que las multas, el decomiso de mercancía, o la destrucción de la misma, son desproporcionadas y vulneran el patrimonio y el derecho al trabajo.
A pesar de ello, si se hace una lectura concienzuda y detallada de la nueva norma, es claro que su filosofía, antes que sancionar, está orientada a persuadir al colombiano para que adquiera cultura ciudadana y conciencia social en procura de mejorar la convivencia. Esta idea se recoge en las palabras del presidente de la República a propósito de su entrada en vigencia: “Este código no es para encarcelar a más gente. Sí es para evitar que problemas de convivencia se conviertan en asuntos penales.”
¿Código represivo?
Otros sectores de la sociedad han levantado voces para expresar preocupación en cuanto a los procedimientos ejecutados por la policía para hacer cumplir la norma, se teme por abusos de autoridad; se afirma que los miembros de la fuerza podrán ingresar a los domicilios sin autorización judicial; al respecto nada hay que temer, esto solo podrá hacerse para prestar auxilio en caso de incendio, proteger bienes de personas ausentes, atrapar o cazar animales rabiosos, socorrer a personas en estado de peligro o expuestas a fuegos pirotécnicos.
¿Somos una sociedad educada? No. Los hechos cotidianos así lo confirman: colados en el transporte, altoparlantes que sobrepasan los decibeles permitidos, intolerancia por la diferencia, riñas callejeras, uso ilegal de servicios domiciliarios, manejo inadecuado de basuras o quema de las mismas, irrespeto a la autoridad, daños a los bienes públicos y privados.
¿Necesitábamos los colombianos un nuevo código de policía? Sí. En nuestro inconsciente colectivo habita la contracultura del vivo, de la trampa, de pasar por encima del otro, del esguince a la ley o la burla a las instituciones. Infortunadamente, necesitamos métodos coactivos que nos metan en cintura, que nos censuren socialmente o que nos toquen el bolsillo para aprender a comportarnos; por ello, como ciudadano de a pie, uno esperaría que con este código mejore efectivamente la convivencia social, la conciliación y solución pacífica de desacuerdos, el acato a las autoridades, el respeto a la diferencia y dignidad del otro, a las instituciones y el ambiente. Ese es el espíritu de la ley, ojalá no quede como letra muerta.
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