Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

30 de septiembre de 2019

Medio Oriente, donde los libros muerden

Por: Mariana Vargas Guzmán

La educación es un arma que todo gobierno teme. Cuando se accede a esta, y se ve la realidad desde una perspectiva diferente, nace un deseo por cambiar lo que está mal, lo injusto, emana un deseo de revolución. A lo largo de la historia, específicamente en Medio Oriente, se ha evidenciado como las mujeres son oprimidas, privadas de la educación y percibidas como seres incapaces de defenderse y hacer cosas diferentes a la atención del hogar y demás actividades “específicas para las mujeres”.

Cabe aclarar que, dentro de este contexto, la cultura juega un papel primordial. El hecho de que una mujer crezca en Medio Oriente, donde la religión profesada por la mayoría es el islam, implica ciertas normas y conductas que las mujeres deben adoptar, como transportarse siempre acompañados por un hombre y cubrirse de pies a cabeza.

El feminismo se presenta entonces como método de cambio en tanto es un movimiento social, político y económico que se fundamenta en el reconocimiento y valoración igualitaria de los hombres y las mujeres, que pretende, a través de la educación y la concientización provocar y, eventualmente, lograr un cambio en el escenario de Oriente Próximo. Siguiendo este orden de ideas, ¿en qué medida el feminismo ha logrado cambiar la realidad de Medio Oriente?

De pasos de bebé, a pasos de gigante

Según Guy Djoken, presidente de la UNESCO, lo único necesario para generar un cambio es una idea y gente que la comparta para así crear un movimiento; por su parte, Malala Yousafzi, premio Nobel de paz 2011, afirma que “si se quiere avanzar, se tiene que brindar educación a las mujeres. Una vez las mujeres se eduquen, la comunidad cambiará en su totalidad. La sociedad cambiará completamente”.

Un claro ejemplo es el proyecto de Roya Mahboob, quien desarrolló la empresa, Afghan Citadel Software (ACS) con el propósito de incluir cada vez más a las mujeres en el creciente negocio de la tecnología en Afganistán. Este proyecto comenzó tan pronto ella sentó ojos sobre un computador en el único café internet que había en su ciudad. En ese momento se dio cuenta que su realidad, y la de muchas otras mujeres, podía cambiar a través del acceso a internet, que facilitaría el acceso a fuentes de conocimiento y a oportunidades financieras, económicas, políticas y laborales.

No obstante, es difícil avanzar y concretar estos proyectos ya que, por cuenta de la coyuntura de Medio Oriente, las mujeres se ven enfrentadas a distintas situaciones que ponen en riesgo su carrera, como amenazas, rechazo, y demás.

Una revolución como nunca

Por otro lado, en Rojava, región situada al noreste de Siria, habitada por kurdos y minorías de diferentes procedencias, tal y como afirma Ross, se presenta una de las revoluciones más feministas que el mundo haya presenciado.  Este territorio cuenta con un sistema de autogobierno en el que las decisiones se toman en asambleas y se discuten con todos los habitantes, hombres y mujeres, que son tratados como iguales.

Ese sistema fue instaurado inicialmente por Abdullah Öcalan, actualmente encarcelado por cargos de terrorismo y separatismo. Öcalan adaptó el confederalismo democrático, que posteriormente se convirtió en la filosofía de Rojava. Este sistema implica muchos cambios, como la prohibición legal del matrimonio infantil y la defensa femenina. De este modo surge la milicia femenina (YPJ) que, como otros movimientos y comunidades, luchan por la supervivencia de su región que enfrenta amenazas de grupos terroristas y/o subversivos y del gobierno mismo.

Según Viyan, perteneciente a la YPJ, se cree que las mujeres son incapaces de defenderse y de cargar armas. La YPJ y la YPG (otra milicia de Rojava), rechazan esa idea, y pelean por defender su territorio, su cultura y su lenguaje. Para esto, primero pretenden liberar a las mujeres, ya que mientras una parte de la población oprimida, no se puede hablar de libertad.

Esta revolución desafía el orden que se tenía, según el cual las mujeres eran objetos, no seres humanos, de forma que, viendo como su participación política, militar y social realmente genera un cambio, el gobierno, partidario del orden anterior, se siente amenazado.

Está en manos de la gente hacer parte del cambio que el feminismo supone. Como dice Iría Marañón, “la educación siempre me ha parecido la forma más poderosa de cambiar la sociedad y despertar la conciencia de la ciudadanía”, pues la educación, a la cual se accede a través de internet o de libros, fomenta una actitud crítica, que, a su vez, suma puntos para el empoderamiento y pleno desarrollo de la mujer.

Por otra parte, si bien el feminismo ha funcionado como método de cambio, logrando mayor participación política, económica y social para las mujeres, todavía hay muchas cosas que faltan por cambiar, como el rechazo y el miedo generados por el cambio.

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Ross, C. The most feminist revolution the world has ever witnessed