1 de diciembre de 2016
La economía verde: una economía para todos
Por: Daniel Felipe Murcia Niño & Ana María Salcedo.
Para el 2050, la mitad de la población mundial será urbana. Esto implica la expansión de las ciudades alrededor del mundo, olvidando cuan dependientes somos del medio ambiente para nuestro desarrollo integral, así como el impacto que generamos en el mismo. El siglo XX nos hereda una crisis ecológica de amplia magnitud, por el descontrol en un uso adecuado de los recursos naturales: el cambio climático, la contaminación excesiva, la reducción importante de la cantidad de agua dulce en el mundo, la disminución y erosión de la biodiversidad, son sólo algunos de los aspectos de esta crisis. Frente a este panorama, surge un nuevo paradigma económico que busca de una vez por todas armonizar la economía con el medio ambiente.
El surgimiento de una conciencia ambiental a partir de los años 60, ha promovido la creación y el fortalecimiento de nuevas políticas económicas que tienen como objetivo principal la transformación de las prácticas empresariales, industriales e incluso domésticas. Esta conciencia se fundamenta específicamente en el desarrollo sostenible, el cual defiende preservar los recursos naturales para las generaciones futuras.
Una naturaleza completamente artificial y cosificada
La crisis ecológica que experimenta nuestra Pacha Mama trajo consigo una sobre-explotación de los recursos naturales. Con la implementación – en 1994 – de los derechos de propiedad intelectual de lo vivo por parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en el marco del Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), se abrió la posibilidad de patentar las plantas, los animales e incluso los microorganismos. Estos pueden ser intervenidos e intercambiados y son susceptibles a que se les dé un manejo industrial. Política que, como lo muestra la organización Attac Francia en su libro La naturaleza no tiene precio (2012), aceleró y promovió la crisis ambiental actual.
Los seres vivos pasaron de ser un Bien Público Mundial, a convertirse en una propiedad privada. Se trata de un nuevo status jurídico internacional, que otorga el derecho a los propietarios de los mismos de explotar, comercializar y distribuir indiscriminadamente la naturaleza. En efecto, ésta última, por sus infinitas características y modos de reproducción no programada, representa grandes ganancias a futuro. Desde este punto de vista, la vida es tomada como una cosa a disposición de las grandes corporaciones mundiales, que al final se encuentran completamente desvinculadas de su evolución. Las consecuencias de esta decisión fueron presentadas por el World Resources Institute (WRI): la multiplicación por cinco de la pesca mundial, el aumento de la desertificación en un 50% y la aceleración de la tasa de extinción, con 35.000 especies menos cada año.
La economía verde como solución alternativa
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la economía verde reduce de manera significativa los riesgos ambientales y la escasez de los recursos, al mismo tiempo que promueve un uso racional de los mismos. Esta política económica constituye un nuevo paradigma en la relación del hombre con el entorno natural, pues tanto como reconoce el valor del capital natural y la intención de invertir en el mismo, también busca evitar que se use como una reserva infinita de la cual se pueden extraer todo tipo de recursos sin control alguno. Es tomada en cambio como un productor de servicios al hombre, desde una óptica radicalmente diferente a la explotadora, capitalista y consumista.
Si bien es un paradigma económico que busca maximizar la productividad de la naturaleza de forma sostenible, tiene dos aportes fundamentales en cuanto representan un cambio cualitativo fundamental. Primero, se incluye el concepto de “costos medio ambientales” de producción, una novedad que permite evaluar cuanto del capital verde se necesita para producir un bien o un servicio, y así poder evaluar su máxima reducción. En segunda medida, pretende que el flujo de beneficios provenientes de la intervención del capital natural sea destinado específicamente al 12,7% de la población mundial que subsiste con menos US$1,90 diarios según cifras del Banco Mundial. Potencias emergentes como Brasil, India y China ven aquí una forma de gestión sostenible de los recursos naturales, en pro de la reducción de sus niveles de pobreza multidimensional.
La economía verde no implica una desaparición total de las dinámicas industriales, sino que se trata de reconocer la naturaleza como un capital en el que se debe invertir, y que se debe intervenir de modo sostenible. Su mayor fortaleza radica en una transformación que implica una conciencia social medio ambiental, en la prolongación de aquella iniciada en la década de los 60, así como una fuerte sensibilización colectiva.
Lo ecológicamente sostenible
La sostenibilidad, aunada a otra idea de la globalización, son las nuevas ideas que sirven para impulsar la integración entre medio ambiente y desarrollo humano – no solamente crecimiento económico. Así como, de forma paralela, entre economía y ecología.
Se pretende reconciliar las actividades humanas con las leyes de la naturaleza, incluyendo nuevas bases de gestión ambiental, así como nuevos criterios equitativos y principios éticos en la cooperación para el desarrollo ambiental. El objetivo estratégico es que estos recursos no desaparezcan, o bien no disminuya su carácter renovable para las generaciones venideras, a la vez que se mantengan constantes los stocks de reservas naturales.
El desarrollo sostenible se ha convertido en la característica esencial de la economía verde caracterizándose según Gunter Pauli, creador del paradigma de la economía azul por cinco pilares fundamentales: local (usa lo que tienes), eficiente (sustituye algo con nada), sistémico (imita la naturaleza), rentable (optimiza y genera cash flows múltiples), abundante (satisface todas las necesidades básicas), innovador (crear cambio y aprovechar oportunidades).