Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

9 de septiembre de 2014

El renacer de Asia

Por: Pío Quinto García

El siglo en curso, en su recorrido aún corto, da muestra de tendencias múltiples y paradójicas. Los logros humanos fascinantes van acompañados de conmociones sociales y movimientos políticos turbulentos. En la serie de las maravillas, el pronóstico de la aldea global se hizo realidad, con dos terceras partes de la humanidad interconectadas en todo momento por las TIC, mientras los códigos de la vida están secuenciados y el terror de pandemias y enfermedades como el cáncer fue aplacado. La exploración galáctica tiene planes para colonizar a Marte y planetas más lejanos, en tanto que los radares más poderosos captan las ondas primigenias del universo en su estallido hace 15 mil millones de años.

Pero, desde el lado sórdido de la aventura humana, la tercera parte de la población mundial sufre la pobreza extrema, contagios letales se propagan, las guerras no cesan y, como si esto fuera poco, el calentamiento global del planeta alteró la regularidad de las estaciones y aceleró la extinción de la biodiversidad. Sus consecuencias son tan fatales que los prospectos científicos prevén el ocaso de la especie humana al final del actual período antropoceno, quizás alrededor del 2100…

¿Cómo denominar con propiedad la etapa que vive el mundo hoy?

Es un hecho que participamos, en mayor o menor medida, de la interacción de todos los pueblos como resultado de la globalización, un proceso de intercambio universal de bienes, servicios y valores. Sobre su significado, hace un par de décadas, recién desintegrada la Unión Soviética, los analistas estadounidenses popularizaron las versiones triunfalistas del paradigma anglosajón, según el cual desempeño sin controles de los factores productivos contribuye a su uso más eficiente, la mayor generación de riqueza y la extensión de la prosperidad y la felicidad.

Samuel Huntington y Francis Fukuyama, dos connotados voceros de la intelectualidad dominante, se hicieron famosos por corroborar, según sus argumentos, las bondades del neo-liberalismo de la Escuela de Chicago, base teórica del llamado Consenso de Washington, de 1989. Según ese par de autores, la fuerza teórica del liberalismo anglosajón, como epígono del pensamiento científico, de la razón libre y la individualidad autónoma, terminaría por corroer las bases de los demás paradigmas, tales como los socialismos y los comunismos. En consecuencia, sus prolijos análisis sociales se convirtieron en loa del fin del “choque de las civilizaciones” y del conflicto económico y político; es decir, “el fin de la historia”.

El centro anglosajón era estimado como la vanguardia, que además indicaba la senda a seguir por el resto del mundo. En la cúspide de esa pirámide seductora se enarbolaba el sistema productivo, político y cultural estadounidense.

El otro mundo compuesto por las sociedades africanas, asiáticas y latinoamericanas era percibido como un amplio espectro de sociedades de segundo y tercer orden, que quizás nunca podrían llegar a contar con la solvencia institucional del primer mundo. Connotados teóricos de las relaciones internacionales, como John Mearsheimer, Andrew Moravcsik, John Ruggie o Baldeo Nayar, consideran que China se prepara más al colapso que a la permanencia como sociedad integrada, dadas las restricciones al mercado y la ausencia de “democracia”. Sus agudos enfrentamientos, similares a los estragos de la Revolución Cultural, contrastarían con las transiciones políticas pacíficas en Europa y Norteamérica. Rusia, hasta hace poco alabada por el desalojo del comunismo, se vuelve otra vez objeto de vituperio por la restricción a las libertades públicas, incluido el control estatal de la producción energética.

¿Cuál es la contradicción esencial del sistema internacional contemporáneo?

El centro se reconcentra y se des-centra, al mismo tiempo. Después de haber inaugurado las transacciones planetarias y haber controlado el mundo durante cuatro siglos, Europa renació desde su autoliquidación gracias a la solidaridad estadounidense. Una vez agotadas sus posibilidades económicas, empieza a devorarse a sí misma, en un nuevo ciclo estato-fágico, en el que el más poderoso se encarga de extinguir al más débil; Alemania, en este caso, que succiona los países del Mediterráneo, por ahora. Al otro lado del Atlántico, Estados Unidos, en medio de viscerales discusiones parlamentarias, se niega a aceptar la condición de segundo poder económico mundial, por debajo de China. Ésta, junto con India, Rusia, Indonesia y México, entre otros, se alza como economía emergente, que levanta su plataforma política y su brazo militar, que conmociona el orbe. Ya lo había predicho Napoleón: “cuando China despierte, estremecerá al mundo”. No obstante el agigantado aparato productivo en la periferia del sistema, el mercado financiero mundial sigue acaparado por el núcleo anglosajón de Inglaterra, Estados Unidos y Alemania.

El gasto militar también se descentra y muestra las novedades estratégicas. Estados Unidos ya no puede seguir portando la mitad del costo de la “seguridad” mundial. La inversión combinada de Rusia, China e India lo sobrepasará antes del 2020. De esta forma, la hegemonía alcanzada con la segunda guerra mundial entra en franco retroceso, mientras las alianzas en su contra no dudarán en ocupar los espacios no atendidos.

El emblema de la democracia anglosajona mostró su lado más sórdido en la campaña contra el “terrorismo”, pues puso de manifiesto que las políticas de defensa de los derechos humanos son simples slogans, inútiles para impedir las vejaciones y torturas a cientos de desdichados musulmanes enclaustrados en Abu-Graib y Guantánamo.

En la contracorriente, el factor asiático surge como un medio indispensable para neutralizar las pretensiones hegemónicas y darle paso a un sistema de convivencia planetaria sustentado en las instituciones multilaterales. La fuerza economía, la integración regional y las alianzasestratégicasconstituyenlos tres componentes básicos del resurgimiento asiático. Hoy día, 3 de las 4 mayores riquezas globales, en términos de paridad de compra, pertenecen a China, India y Japón. Si sumamos a Rusia, cada vez más plegada a la geoeconomía asiática, e Indonesia, en crecimiento sostenido, en un corto tiempo 5 de los 10 primeros aparatos productivos estarán ubicados en Asia.

¿Cómo ocurre el proceso específico asiático?

Lo interesante es que los cambios en Asia van acompañados de un proceso de coordinación y cooperación en torno a la integración regional y el establecimiento de alianzas militares inusitadas. En el orden de los negocios, el área de libre comercio que va de India hasta Japón y Corea, en la cual participan Australia y Nueva Zelanda, corresponde al mayor bloque económico vigente. Dado su dinamismo, con el corredor del tiempo incorporará los recursos energéticos y financieros de Asia Central y Occidental, con el propósito de tener un “Asia para los asiáticos”.

Este espíritu de autonomía acentúa los programas de defensa colectiva. Lo más estructurado al respecto es la Organización de Cooperación de Shanghái, un cuerpo político y militar acordado por Rusia y China, con el fin expreso de darle estabilidad a Asia Central. India, Irán y Paquistán son algunos de los socios observadores. El grupo denuncia a cada rato la presencia de la OTAN y la persistencia de las medidas hegemónicas que impone Washington por medio de ese tratado con los europeos.

En este choque de super-poderes, según lo hemos podido apreciar en el último año, ha salido beneficiado el Consejo de Seguridad y el sistema de Naciones Unidas, porque los asuntos álgidos de Irán y Siria encontraron el tratamiento requerido en esa instancia multilateral suprema. ¿No es portentosa la restauración de una autoridad global legítima, gracias al equilibrio impuesto por las sociedades asiáticas?

Recomendados:

El País internacional – China emprende el gran salto de duplicar la renta per cápita de su población

The New York Times – Obama arrives in Asia as Disaster Complicates Mission

CNN World – China in 2014: ThethreeRs