21 de febrero de 2017
ELN, no todo es imposible
Por: Felipe Arrieta
El pasado 7 de febrero arrancó la fase pública de negociaciones entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla del ELN. Lo que para muchos es sinónimo de esperanza, para los más escépticos no será sino otro intento de paz fallido con los elenos. Tras el acuerdo logrado con la guerrilla de las FARC, la posibilidad de llegar a un acuerdo con el ELN se traducirá en el verdadero fin del conflicto armado, divorciando por fin el nexo entre violencia y política que ha sido transversal a la historia de la república.
Durante su historia revolucionaria, el ELN ha tenido altibajos; ha pasado de ser una guerrilla casi desmantelada por el gobierno de Misael Pastrana en 1973, hasta llegar a ser la guerrilla más importante del país en términos militares y económicos durante buena parte de la década de los 80’s. El ELN fue tal vez la guerrilla más golpeada por el fenómeno del paramilitarismo en Colombia; la ubicación de su columna central coincidió con una de las zonas donde el paramilitarismo ganó más fuerza: el sur de Bolívar. Hoy en día, el ELN es una guerrilla relativamente pequeña, cuenta con apenas 1500 efectivos; sin embargo, sus comandantes afirman que la gran mayoría de sus integrantes pertenecen a sus bases sociales.
El camino del proceso
No ha habido un solo gobierno en Colombia en los últimos 25 años que no haya buscado un acuerdo de paz con el ELN. EL gobierno de Santos, desde luego, no es la excepción; con una agenda política donde la paz fue un eje central, el gobierno buscó acercamientos con el ELN desde el 2013. Tras una larga fase exploratoria, que duró más de 3 años, se anunció el inicio formal de la fase pública de negociación para el pasado 27 de octubre. Los plazos se incumplieron debido a la decisión del ELN de no liberar al ex congresista chocoano Odín Sánchez montes de Oca, actitud que fue calificada por muchos sectores como arrogante y que puso en tela de juicio la voluntad de paz de esa guerrilla. Odín Sánchez, famoso pero no muy querido en su tierra, fue liberado el pasado 2 de febrero, dándole luz verde a la fase pública de negociación.
Un nuevo proceso
Ya está definida la agenda para la fase pública del proceso, y con ella, los puntos sobre los cuales se centrará la negociación. Tras haber llegado a un acuerdo final con las FARC, y con un escenario de apertura democrática desde la Constitución del 91, la legitimidad de la lucha armada en Colombia agoniza. Este factor va a jugar en favor del proceso. Además, hay que tener en cuenta que este proceso se hará bajo el paraguas del acuerdo logrado con las FARC, razón por la cual, muchos de los puntos que los elenos tocan ya han sido discutidos con esa guerrilla lo que hará mucho más fluido el diálogo. Además, este nuevo proceso tiene a su favor el hecho que la sociedad colombiana está hablando de paz, y quiere pasar la página de la violencia. Una de las particularidades del proceso será el intento por involucrar más a la sociedad civil, lo cual es sin duda necesario, aunque puede ser un arma de doble filo. Por un lado, puede “caguanizar” el proceso, lo que implicaría que muchas personas y organizaciones participaran, a costa de restarle dinamismo; por otro lado, podría ayudar a enriquecer el proceso y a generar mayores consensos de cara a un posible acuerdo final.
Por desgracia no todo es color de rosa, los elenos se han caracterizado por ser radicales en términos ideológicos, lo que es una mala noticia para el diálogo. El ELN no son las FARC, operan bajo lógicas muy distintas, por ejemplo: el mando central del secretariado de las FARC es fuerte e indiscutible, mientras que el ELN, funciona bajo el esquema de una confederación de frentes guerrilleros. Esto dificultará la búsqueda de consensos al interior de la organización guerrillera, abriendo una peligrosa ventana a posibles disidencias. Sumado a esto, los elenos buscan abordar el modelo de desarrollo económico, del que han sido muy críticos y sobre el cual han basado su actividad delictiva. En cuanto al modelo de la industria minera y de los hidrocarburos, seguramente el Gobierno no podrá hacer ninguna concesión, razón por la cual este será uno de los temas más álgidos de la negociación. Como si fuera poco, esta negociación tendrá que ganarle el pulso al reloj, ya que de no haber llegado un acuerdo para mediados del 2018, enfrentará una contienda electoral, en la cual puede salir victorioso algún candidato de la derecha que, desde luego, esté mucho menos abierto al diálogo.
En conclusión, el diálogo que apenas empieza será un nuevo reto difícil tanto para el ELN como para el Gobierno nacional, pero más aún para la sociedad Colombia en su conjunto. El éxito de la negociación depende en gran parte de la capacidad de la ciudadanía de rodear el diálogo, sobre todo en los momentos claves de la negociación. Habrá que ver cómo se implementa el acuerdo que fue pactado en La Habana, y el impacto que tenga sobre el nuevo proceso; gran parte de la legitimidad del gobierno para hablar de paz recae en si se cumple o no con el acuerdo del Teatro Colón.
Finalmente, el impacto simbólico de llegar a acuerdos de paz con las dos guerrillas más grandes de Colombia, puede marcar definitivamente el final del conflicto, ayudando a cambiar así el imaginario colectivo que exalta a la violencia como única forma de resolver diferencias, y que aún se ve en muchos rincones de Colombia.
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