13 de octubre de 2015
Científico de la felicidad gana el premio Nobel de Economía 2015
Por: Ricardo Montaño Sánchez
El escocés Angus Deaton obtuvo el premio Nobel en Economía por su trabajo en Consumo, Pobreza, y bienestar. Deaton es en la actualidad profesor de Economía y Relaciones Internacionales de la cátedra Dwight D. Eisenhower en la Escuela Woodrow Wilson de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton. Es miembro de la Academia Británica y de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, así como de la Sociedad Econométrica, de la Sociedad Filosófica Americana y de la Academia Nacional de las Ciencias. En 2012 recibió el premio Fronteras del Conocimiento que otorga la fundación BBVA.
En su fallo la Real Academia de Ciencia de Suecia, señala que se trata de un reconocimiento “al estudio de las decisiones individuales de consumo” a través de la cuales Deaton ha logrado relacionar las elecciones individuales con los indicadores agregados, poniendo en contacto el mundo de la microeconomía con el de la macroeconomía, y ayudando a transformar su estudio y comprensión, todo lo cual se ha constituido en un elemento clave para el “diseño de políticas económicas que promuevan el bienestar y reduzcan la pobreza“.
La austeridad en contravía de la felicidad
El investigador Escocés ha participado en la exploración de la “Ciencia de la Felicidad” en colaboración con estudiosos provenientes de campos como la sicología y la filosofía debido a la apertura de este nuevo campo de estudio los “institutos de estadística nacionales e internacionales vienen demostrando su interés por medir el nivel de bienestar dentro de su habitual seguimiento de la vida de los países”.
Según proclamaba Deaton en 2011 al recibir el premio Fronteras del Conocimiento en la sección de Economía y Finanzas de la Fundación BBVA, los programas de austeridad con que los diversos gobiernos deben enfrentar la actual crisis económica, estarían en contravía directa con uno de los derechos básicos de las personas en un sistema democrático, el derecho a la felicidad. Los ajustes que vienen con esos programas, las apretadas de cinturón, no solamente causan preocupación sino infelicidad. Un derecho fundamental según la declaración de Virginia. Y lo peor del asunto es que ese deprimente panorama pueda permanecer frente a nuestra vista por muchos años.
La juventud principal afectada
Casi siempre los publicistas a la hora de ilustra la felicidad, emplean el mismo recurso, un rostro juvenil sonriente, esa sonrisa podría desaparecer cuando los jóvenes comprueben como acaba de suceder en las revoluciones árabes, que como resultado de esas políticas de austeridad, su acceso al mercado laboral pueda estar en peligro, perdiendo no solamente la posibilidad de conseguir sus primeros ingresos, sino también la valiosa experiencia laboral que les permita competir ventajosamente en un mercado con tendencia a la restricción.
El programa de ajustes según los modelos estandarizados también afecta la cobertura educativa que facilita el acceso al colegio y a la universidad, es decir que algunos perderán toda posibilidad de una vida digna y feliz. Privaciones y desesperación a muchas vidas.
Afortunadamente Deaton ofrece el consuelo de una perspectiva que sin ignorar las consecuencias de las crisis crónicas del sistema, propone nuevas formas de pensar, miradas diferentes. Sugiere concentrase en lo que es verdaderamente importante: reconocer que “el sentimiento de felicidad, alegría, preocupación, tristeza, enfado, dolor o placer que forman el tapiz de nuestra experiencia día a día guarda mucha menos relación con nuestras circunstancias económicas, los programas de austeridad deben diseñarse para proteger a los más desfavorecidos, porque la pobreza puede arruinar gran parte de lo que importa a la gente. Pero si eso se logra, por más que la gente percibe la austeridad con enorme fastidio, hay muchas menos razones para preocuparse por la felicidad. La gente seguirá siendo igual de feliz (o infeliz) que antes, se preocupará quizá un poco más, pero no por ello estará más triste, o más enfadada, y disfrutará igual de sus vidas. La austeridad es mala -ya lo creo que lo es-, pero no tiene por qué destruir nuestros placeres diarios”.
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