8 de octubre de 2019
Venezuela sin laberinto
Por: Pío García
Su posición geográfica sobre el Caribe y la inmensa riqueza natural venezolana ha puesto al país en el centro de la puja por el poder global. En la medida que el opositor y autoproclamado presidente Guaidó recibe reconocimientos externos, en igual forma el régimen de Maduro asegura el respaldo de grandes potencias como Rusia y China. Los enemigos declarados del régimen chavista, encabezados por Estados Unidos, Colombia y el secretario de la OEA, barajan medidas adicionales a la suspensión de las cuentas oficiales en el extranjero, dentro de las cuales Washington anuncia que “todas las opciones están sobre la mesa”; léase: intervención militar. En contrapartida, el incremento de los ejercicios militares del gobierno chavista exhibe la magnitud de respuesta posible por parte de unas fuerzas armadas con equipo modernizado durante la reciente cosecha de petrodólares, que convirtieron a la hermana república en el primer cliente americano de la industria militar rusa, con compras superiores a los diez mil millones de dólares entre 2008 y 2012.
Dos bandos encontrados
Este escarceo militar tiende a prolongarse de manera indefinida, elevando la tragedia de la escasez de alimentos y medicinas para una buena parte de la ciudadanía y prolongando la penuria para la mayoría de jóvenes que optaron por el éxodo masivo. El increíble costo humano, sin embargo, es lo que menos conmueve a los actores de la disputa, engarzados en la lucha obcecada por el poder, sin importarles que una nación entera siga a la deriva.
Estados Unidos y sus aliados se empeñan en el retiro inmediato de Maduro y la instalación de Guaidó en el palacio de Miraflores, a través del bloqueo económico, una ayuda humanitaria manipulada y el gran despliegue mediático del caos económico en que se hundió la población. Este delirio forma parte del diseño continental trumpiano que busca extirpar los ejercicios izquierdistas y el devaneo socialista en Latinoamérica, operación exitosa en Brasil, Argentina, Chile y Paraguay, entre los casos más recientes. Y lo logrará en un futuro no muy lejano con el gobierno que se instale en Caracas. Así, Venezuela no tendrá otra opción que retornar al redil, como una nación compungida, cual oveja descarriada. Lo que nadie sabe aún es el cuándo y el cómo del retorno a la senda pro estadounidense.
La salida intempestiva de Maduro y el colapso de su gobierno es la quimera alimentada por esa obsesión de Washington, con la complicidad de sus aliados, el gobierno colombiano, en primera línea, de reordenar la ideología continental con el regreso de los valores más retardatarios posibles. Aquellos otros de la igualdad social le dieron lustre al chavismo en sus primeros años. Esos ideales alientan aún el discurso madurista, que trata de legitimar lo que en el fondo son los privilegios que sigue disfrutando la cohorte de generales y allegados al círculo presidencial.
La necesidad de un tercer mediador
Por ahora se trata de una encrucijada, sin salida práctica a la vista. Un país que vaga en su laberinto. Sin embargo, sí hay luces en el horizonte. Lo más importante en las noticias recientes sobre Venezuela es el trabajo del Grupo de Contacto y el ofrecimiento de mediadores honestos. Como lo explica W. Gregori en su Ciencia Social General, la vida y las sociedades son contraposiciones de energía triádica. Y, en el caso venezolano, el gran ausente ha sido ese tercero excluido. Lo hubieran podido cumplir en una fase temprana las agrupaciones internas centristas y las organizaciones regionales; pero, sin cabecillas adentro e instituciones como Unasur o la OEA, alineadas por completo a uno u otro bando, esos actores cercenaron su capacidad de gestión. La Unión Europea, que hubiera podido desempeñar una función estelar en solucionar esta crisis, quedó con las manos atadas por el entuerto del Brexit y ahora mismo divaga en sus propias ambigüedades; al fin y al cabo, Suramérica es un sitio ubicado bien lejos de su espacio vital.
En estas condiciones es de esperar que cumplan una función cada vez más positiva aquellos actores que puedan encarnar la neutralidad. Están el Grupo de Contacto, con México, Uruguay y la Unión Europea, y ha ofrecido sus buenos oficios el mismo Papa Francisco I. Las falencias señaladas de la UE y la profunda crisis de seguridad mexicana, derivada del narcotráfico, recorta la capacidad de acción de estos mediadores. La mediación esperada implica crear las condiciones para establecer el diálogo constructivo entre las partes, así como para colectar extensos recursos que alivien la crisis alimentaria venezolana. Ello quiere decir que no solo deben disponer dinero de sus arcas y alimentos de sus propias reservas, sino recabar la cooperación internacional y hacerla llegada en debida forma a la población que más la necesita.
Dadas dichas limitaciones, una tarea urgente para los mediadores es ampliar el número de países e instituciones internacionales participantes. Los países nórdicos son candidatos de primer orden, por su experiencia, recursos y legitimidad; otros países como India o Corea tienen una sólida experiencia de cooperación en el extranjero. De no menor importancia es la actuación del Consejo Económico y Social de la ONU, para superar la ausencia del Consejo de Seguridad, impedido de actuar por la consabida división interna.
Todo indica que, sin la participación de una mediación desinteresada de actores externos y el auspicio de sectores internos, el conflicto venezolano seguirá sin solución. Estos vendrían a ser los guardianes del arreglo político para solventar la crisis humanitaria y crear la hoja de ruta hacia las nuevas elecciones amparadas por el estamento militar que le permita al chavismo entregar el poder de forma pacífica.