23 de enero de 2019
Un Sikuani perdido en Bogotá
Por: William Heder Pérez Cariban
Me llamo Maduédani, ese es mi nombre indígena, aquí en Bogotá me conocen como Willian Heder Pérez. Nací en el gran resguardo Selva Mataven, este territorio está ubicado en el Departamento del Vichada en el municipio de Cumaribo.
Este lugar es muy alejado del centro del país y de muy difícil acceso, aún más cuando se quiere viajar en invierno, para llegar al municipio hay que combinar todas las formas de transporte: avión, bus, moto y lancha. Para dar un ejemplo, después de haber llegado al pueblo, para llegar a mi comunidad son aproximadamente ocho horas metidos en una canoa en un río muy caudaloso.
Desde ese lugar tan recóndito comienza la historia de un sikuani perdido en Bogotá. Mi primaria y segundaria lo estudié en el colegio público Sagrado Corazón de Jesús en Cumaribo. Y orgulloso de mis esfuerzos y los de mis padres logré una de mis primeras metas en mi vida, me gradué como técnico bachiller a finales del año 2016. A la semana después de la graduación no sabía qué hacer y me tocó enfrentar una de las cosas más difíciles, decidir entre devolverme a la comunidad y tirar a la basura el tiempo gastado en el colegio o buscar la forma para seguir la educación superior.
No sabía qué hacer, me tomé un mes en pensar que hacer con mi vida. Mientras pasaba el mes me fui a trabajar como obrero de patio a una empresa cauchera con salario de 450.000 mensuales, fue ahí, solo quejándome del fuerte sol del verano y de la muy miserable remuneración, cuando decidí emprender un camino que no me sería fácil.
Tenía que intentar salir del lado de mi familia y de mi comunidad, de todo lo que me era familiar, jamás pensé que me costaría un montón. Una tarde decidí que buscaría entrar a la universidad, por lo tanto al día siguiente renuncié a la empresa cauchera para emprender el gran reto que cambiaría mi vida. Llegue a mi casa un poco preocupado pensando en cómo salir del Departamento a estudiar a Bogotá. En realidad, no tenía nada seguro, se trataba como dicen muchos de salir a “probar suerte” pero siempre con el consuelo de que, si no lograba entrar a la universidad, “al menos lo había intentado”.
Un día el cabildo gobernador de nuestro resguardo viajaba a la ciudad de Bogotá a una organización indígena, sin pensarlo dos veces decidí viajar junto con ellos. Salimos a las tres de la mañana desde el municipio de Cumaribo para llegar a Bogotá a la noche siguiente, creo que nuca se me va olvidar eso.
Bogotá nos recibió con una noche helada, con poco aire para respirar, me acorde de toda mi familia especialmente de mi madre, esa mujer que no me quería soltar y bañada en lágrimas me dijo- aitsakamütsane- se fuerte. Recordando esa palabra sin querer me salieron dos lagrimas que solo serían el comienzo de lo me esperaba, quería dar media vuelta y llegar a casa, pero sabía que no era posible.
Seguí con aquellos con los que había viajado, llegamos a donde ellos habían de llegar y pasó una semana y ellos se tenían que devolver por que habían terminado el trabajo que venían hacer, me quedé en la organización. Comencé a trabajar, siempre con la esperanza de entrar a una universidad, no pasó mucho tiempo en comenzar a buscar las oportunidades que brindan las muchas entidades que ayudan a los pueblos indígenas, pero casi me era imposible postularme a las universidades, piden demasiados documentos -como para desanimarse-.
Una mañana me presenté a FIGRI en la Universidad Externado de Colombia, me pidieron algunos requisitos para postularme, afortunadamente contaba con las condiciones. Al tiempo de haber presentado las entrevistas, me llegó la noticia de que estaba admitido, la felicidad se notaba a distancia, pero no sabía a lo que me enfrentaba.
Comencé la universidad con la semana de inducción, andaba solo con un poco de miedo no sé por qué, quizás un ambiente distinto al que estaba acostumbrado, en la semana solo había saludado como a tres personas, me intimidaba el entorno en el que me encontraba cosa que hizo que se cerrara más mi círculo de interacción con los demás.
Pasó la semana de inducción comenzamos clases y aun no tenía amigos, me sentaba en los últimos puestos del salón, a pesar de estar rodeado de muchas personas vivía como si estuviera solo. Esto me perjudicaría todo el semestre, por otro lado los sentimientos de pensar como estaría mi madre. En realidad me hacía falta, con estas presiones sentimentales junto con la difícil situación de intentar adaptarme, vivía en un mundo que me parecía completamente loco.
Pero esto no era tan grave como como el total desconocimiento de la ortografía y otras cosas básicas con las que se debería haber salido del colegio. Me sentí fatal, andaba tan desubicado que no sabía cuándo tenía que entregar los trabajos, me sentía un poco mal cuando el profesor decía que entreguemos los trabajos en grupo por el hecho de que siempre me quedaba sin grupo, o cuando otras veces como por fuerza mayor tenía que estar en un grupo, me sentía ignorado, como si no estuviera ahí deseé hacerlo solo, pero no sabía cómo decirlo sin ofender a mis compañeros.
Fue pasando el tiempo y entré a una crisis en toda mi vida, me iba mal en la universidad, mi madre se había enfermado, en lugar en donde me estaba hospedando no era de las mejores hay días que organizaban fiestas duraban hasta las dos o tres de la mañana y sumado a esto, ya no tenía dinero.
Salimos a receso de Semana Santa, había decidido no seguir, no quería regresar a la universidad, no había ido el primer día de clases y me la pasé haciendo nada, llegada la tarde me fui a la cama muy temprano, comencé a reflexionar que haría si salgo de la universidad y por mi cabeza pasaba toda una historia por las cosas que había pasado para poder llegar a Bogotá e ingresar a la carrera y decidí seguir como fuera para terminar el primer semestre.
Agradezco a aquellas personas que con palabras de consejo me animaron a seguir y todas estas condiciones que en cierta forma limitaban mis capacidades, me hicieron sentirme más fuerte en este semestre, buscando aprovechar las oportunidades que me brinda la universidad y la ciudad para mejorar y ser íntegro y aportar a las demás personas.
No niego que ha sido difícil, pero en últimas es uno mismo quien toma la decisión y yo me quiero quedar.
Tomado del sikuani, maduedani.