18 de agosto de 2016
Un nuevo proceso
Por: Juan David Echeverry Téllez
La manera pobre y baja de argumentos con la que se critica y así mismo con la que se explica el proceso de paz con la guerrilla de las FARC y sus acuerdos es alarmante. Si bien es necesaria la educación para la paz y el posconflicto la cual emprenda la dura labor de preparar el camino en la sociedad colombiana para poner en práctica lo acordado, perdonar y movilizarse en pro de la construcción de paz. Si Colombia quiere realmente la paz –llamada así de una manera simbólica, ya que el conflicto va más allá de las FARC, y luego de cerrar esta etapa, queda cerrar los conflictos con otros grupos subversivos, erradicar la corrupción, la falta de tolerancia, cultura y educación de un pueblo falto de empatía por asuntos que realmente le atañen– es necesario adelantar una campaña pedagógica que permita comprender la totalidad de lo acordado en la Habana, explicando con argumentos contundentes que le den la capacidad a la ciudadanía de elegir, bajo su propio criterio, la aceptación o el rechazo de los acuerdos con las FARC.
De la libertad de expresión, las redes sociales y los medios de comunicación
¿Qué pasa cuando la libertad de expresión, sumada a algún tipo de sesgo o al desconocimiento de lo acordado, implica un daño severo a la opinión pública que desconoce del tema?
Las redes sociales son el nuevo campo de batalla en el mundo actual. Estas ya no son solo para contactar viejas amistades o hacer nuevos amigos, ahora son el nuevo centro de opinión y de difusión de información; la opinión de alguien puede trascender fronteras, generar conciencia o desatar situaciones dantescas.
Cuando la información se difunde con algún tipo de sesgo y sin ningún tipo de línea argumentativa, causa un daño enorme y lo más probable es que los lectores, televidentes o escuchas que confían en la información difundida crean y asuman las posiciones brindadas.
Esta situación es evidente en el caso colombiano y particularmente en lo que al proceso de paz se refiere. La información brindada por algunos políticos, particulares y medios de comunicación pareciera que busca desinformar, generar vicios y polémicas en torno a temas de desconocimiento masivo.
La libertad de expresión, como herramienta para decir lo que se piensa y lo que se siente, es pues ahora una herramienta también para transmitir odio y desinformación. Esgrimir el uso de la libertad de expresión para dar información equívoca o viciada es un acto de vandalismo. Pero ¿se puede limitar la libertad de expresión? y en ese caso ¿quién tiene la verdad absoluta para expresar su opinión?
Si bien no hay verdad absoluta y es inconcebible la idea de limitar la libertad de expresión, lo que si se puede hacer es informarse bien, y es por ello que los medios de comunicación son fundamentales para una democracia, tienen el deber de brindar la información correcta a las masas, transmitirla de una manera concisa y argumentada para que opiniones erradas no desorienten la opinión pública.
Del proceso de paz y su difusión a la opinión pública
Todos los colombianos debemos conocer y entender los acuerdos llegados con las FARC.
Dado que el gobierno decidió optar por un mecanismo de refrendación popular para legitimar los acuerdos firmados, el mismo gobierno debe encargarse de hacer pedagogía para que los ciudadanos los conozcan; debe abrir el debate aprovechando la coyuntura para que los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC sean sometidos a la opinión y criterio del pueblo colombiano.
La cosa no es simple, los lenguajes metódicos y técnicos deben dejarse atrás, temas como la jurisdicción especial para la paz, participación política, la amnistía (que no es lo mismo que la impunidad) entre otros temas, deben hablarse claro y de modo que cualquier persona pueda entender. La pedagogía y las herramientas que se implementen para explicar los acuerdos son una clave importante para el triunfo y la aceptación de los mismos.
Los acuerdos hay que explicarlos de manera que se permita entender como estos afectan a los Colombianos en su diario vivir, una educación que demuestre que el proceso de paz es un mecanismo de solución pacífica y acordada a una guerra de más de 50 años para pasar la página frente al conflicto armado, social y económico que se vive con las FARC o seguir con el mismo modelo desarrollado por décadas.
La paz –al menos el ideal adoptado para este proceso– es un constructo en el cual no solo se debe referir a dos partes –Gobierno y FARC– sino que debe referirse a la totalidad del pueblo colombiano, víctimas de ambas partes, empresarios, campesinos, mujeres, hombres, ancianos y jóvenes. Ya que del conflicto armado no se escapa nadie y todos tenemos un aporte y una visión acerca de este proceso. El pueblo colombiano tiene, antes de elegir si aprueba o no los acuerdos con las FARC, cuestionarse qué es lo que sabe de ellos haciendo uso de su libertad de pensamiento y su autonomía para informarse del tema.
Y aunque el debate puede darse y los canales para la difusión y pedagogía acerca de los acuerdos se pueden dar, el pueblo colombiano tiene que elegir si esta vez no le da la espalda a la historia y decide sumergirse en ella, aprender de los errores del pasado y darle la cara al futuro.
Recomendados Libre Pensador:
El Tiempo – “30 preguntas claves para entender lo que se pactó con las Farc”
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El Tiempo – “‘Proceso de paz enfrenta campañas de desinformación’: Sergio Jaramillo”
Oficina del alto comisionado para la paz – “La Paz no es solamente el desarme de las FARC”
Revista Semana – “¿Qué pueden aprender Colombia y su plebiscito del proceso del Brexit?”