27 de septiembre de 2019
Pixelado rosa: ¿óbice o progreso?
Por: Angie Valeria Reyes Gamboa
La discriminación de género es un problema real que se vive al interior de las Fuerzas Militares (FFMM) y, aunque las conductas son reglamentadas mediante un Código de Conducta Militar y por la ley ordinaria, no es evidente su eficiencia.
La pretensión de la igualdad es un tema de interés colectivo por su carácter constitucional, aún más, refiriéndose a las FFMM, las cuales están subordinadas ante el poder ejecutivo de su comandante en jefe, el presidente de la República.
Amarillo, azul y rosa
La Constitución Política de Colombia en el artículo 13, expresa que todas las personas recibirán el mismo trato y contarán con las mismas oportunidades, derechos y libertades; por su parte, la Ley 1862 de 2017, por la que se rigen las normas de conducta militar, establece que aquellos que reciban instrucción militar están subyugados al régimen de estas instituciones y, el artículo 17, impone una conducta imparcial frente a la pluralidad.
Esto evidencia que las conductas discriminatorias no se dan a razón de una laguna jurídica, sino que es la misma concepción de quienes integran las FFMM la barrera que no permite un trato igualitario. Cómo afirma Yurley Cuenca, especialista en género y políticas públicas: “Más allá de la cohesión de grupo, lo que ha venido afectando las relaciones de género ha sido la forma de asumir al sexo opuesto en un sentido dicotómico de lo masculino y lo femenino”.
El incremento de la participación femenina en las fuerzas militares ha sacado a relucir la presencia de actitudes sexistas: “Históricamente, las instituciones militares han sido percibidas por el grueso de la población como ámbitos cerrados, rígidos, masculinizados y con reglas estrictas, características que generalmente han marcado barreras en la relación con la sociedad civil” afirma un estudio realizado conjuntamente por el Comando General de las Fuerzas Militares de Colombia y Naciones Unidas. Dichas actitudes sexistas son resultado de un contexto histórico que, al pasar del tiempo, sobrevive de manera poco evidente. La poca información que circula al respecto hace que esta situación sea un secreto a voces.
Comportamientos por parte del personal masculino muestran las tendencias al rechazo a la participación de las femeninas en campos que consideran son solo de hombres. Estos comportamientos surgen a raíz de meras percepciones acerca del rol femenino en tanto el desconocimiento sobre el desempeño y las capacidades de la mujer en el ámbito militar es generalizado.
“Ha empezado una cruel guerra (…) Las que deseen quedarse en el ejército, que den un paso adelante… Todas las chicas, como si fuéramos una sola, dimos un paso al frente”
Según el Global Fire Power (GFP), en 2018 el personal militar activo en Colombia era de 369.100, del cual las mujeres representan apenas el 5%, la gran mayoría, ocupando cargos administrativos, lo que evidencia la poca inclusión de las mujeres en las Fuerzas Militares, toda vez que estas representan el 51% de la población total de Colombia.
El Rand National Defense Research Institute realizó un estudio con el que demostró que aunque oficialmente y desde ya hace mucho tiempo las mujeres pueden hacer parte de las Fuerzas Militares, existe una gran oposición por parte de sus compañeros varones a que hagan parte en sus unidades: “Y es una oposición real. Y era una oposición generalizada, que llegaba a todas las unidades, rangos y puestos posibles que involucren combate. En dicho estudio, el 85% de los consultados dijeron que no querían tener a compañeras realizando su trabajo con ellos y un 71% dijeron que ni siquiera las querían incluidas en su unidad”
Este panorama es percibido por quienes hacen o en algún momento han hecho parte de estas instituciones, como ejemplo de ello, una ex oficial afirma que: “Las fuerzas militares aún están enmarcadas en las épocas de la colonia y guerras del pasado en donde el papel de la mujer no era tenido en cuenta (…) por ello, aunque la mujer tenga buen desempeño, no vemos a muchas mujeres en altos mandos de las fuerzas, por creencias como que una mujer no puede mandar a un hombre”.
Combatir la discriminación, el repudio y la marginación hacia la mujer en las Fuerzas Militares es un tema de importancia colectiva, ya son parte fundamental de la organización política y social del país y el mismo Estado debe garantizar la protección de los derechos de quienes las integran. Todos y cada uno de los ciudadanos están amparados por la Constitución y por la Ley, y en función de sus virtudes, es deber del Estado mantener equilibrio en la expedición, la aplicación y el control de normas protectoras ante fenómenos discriminatorios. Erradicar el sexismo de las FFMM y fomentar el trabajo en conjunto aporta al su objetivo: la protección de la soberanía y el restablecimiento del orden social, ya que la unidad en un grupo determina su fuerza y la obtención de sus metas.
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