Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

27 de septiembre de 2019

Ponencia de clausura de Munext 2019

Por: Andrés Reina

Saludos, Empezaré con un somero agradecimiento; para ello me valdré del recordatorio importante que nos dio esta semana, el aniversario número treinta y cinco de la muerte de Julio Cortázar. Cortázar, escritor Argentino quien fuere un referente en muchos sentidos para su propia patria, fue invitado a un evento inaugural (casi de posesión) de varios maestros escogidos por el magisterio Argentino en 1939, evento en el que pronunció las siguientes palabras:

Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una  civilización y una cultura; (…) Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro se tiende hacia la inteligencia, hacia el espíritu y, finalmente, hacia la esencia que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu, y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.

Y las traigo a mi discurso para acotarlo prematuramente y ofrecer un profundo y sincero agradecimiento con los maestros que han acompañado de cerca este proyecto, que reputa de estudiantes para estudiantes, pero que no es más que el resultado beneficioso de este complejo viaje del maestro hasta las hondonadas del pensamiento, las pasiones y los sueños de sus educandos. A todos ustedes, gracias.

Hacer esta intervención me tomó un par de noches; minutos que le robé deliberadamente a mis deberes como estudiante Universitario, a mi familia, al sueño y a este proyecto en si mismo. Mi intención no era preparar una intervención grandilocuente, sino enseñarles con la misma humildad con la que construimos este modelo qué es lo que representa, qué es lo que significa, más allá de una arenga, más allá de la imagen, más allá de la planeación y de la gestión, que muy a pesar de que serán espectadoras y no partícipes de mi discurso, me asiste reconocer que han sido excelentes.

Este breve espacio, nuestros cortísimos cuatro días, dejarán una pequeña marca en la vida de cada uno. La vida avanza a grandes velocidades y el crecimiento de la complejidad que trae consigo es casi proporcional; no podemos estar pendientes de cada segundo con el detalle con el que quisiéramos. Y el recuerdo nos condena, constantemente, por esa sobre simplificación de lo que nos pasa, y de lo que no nos pasa. Yo les hablaré, partiendo de esa idea, de dos aversiones que hemos construido tal vez sin darnos cuenta; nuestra aversión al conflicto y nuestra aversión a la humanidad, conductas que se originan en esa sobre simplificación de la vida. Pido su indulgencia desde ya, pues me voy a tomar el atrevimiento de introducir casi con ánimo exaltado algunas reflexiones propias antes de hablarles de el acontecimiento que es MUNEXT.

Los seres humanos hemos aprendido la lógica de que el conflicto es evitable, y en el entendido en que es fácilmente eludible, hemos construido esa idea alimentada por el voraz dualismo moralista de que la ausencia del conflicto es el presupuesto para las sociedades perfectas. Que el hombre “bueno” es quien propugna por la disolución del conflicto. Esa idea es de arraigo facilista, a mi concepto, pues nos sume a los seres humanos en el ejercicio mínimo de callar. Nos sume a los seres humanos en el silencio.

Entiéndase que en ningún momento prefiero la violencia, el engaño, la intimidación y el daño a la pausa y la quietud. Pero cuando esos conceptos se enfrentan, y nuestra respuesta es automáticamente radical, entendemos el arraigo con el que observamos la lógica del conflicto. Es, seguramente, más común asociarlo con las cuatro primeras. Y este es un ejercicio mental producto De la sobre simplificación… el conflicto es sumamente exigente. Obliga a hacer una pausa y a no dejarse llevar por ese avance impetuoso del tiempo y ese crecimiento desenfrenado de la complejidad. El conflicto nos obliga a entender. El conflicto, para existir, nos obliga a escoger en esa eterna dicotomía entre tolerancia y respeto, entendiendo a la tolerancia como un concepto pretencioso, ese que en palabras de Zuleta “implica que es inevitable tolerar las opiniones de los otros, pero sobre la convicción inmodificable de que yo tengo la razón”, un concepto tan inmóvil que lo relaciono, precisamente, con esa actitud simplista.

 Yo prefiero el respeto, lo elegiría siempre, pues en tanto pervive esa elección, el conflicto nos obliga a pensar. Y así como el conflicto puede degenerar en violencia antes de ser, cuando nace es naturalmente productivo, fructífero, pues comporta la necesidad imperante de entender, de confrontar, de experimentar y de intercambiar. Zuleta mismo mencionaba también que si alguien llegase a objetarlo en esta lógica que se sirve del reconocimiento de la inevitabilidad del conflicto, aduciendo que nos aleja de valores trascendentales como la justicia, respondería que una sociedad mejor, es una sociedad capaz de tener mejores conflictos.

Y es que el conflicto está permeado por un mandato ético ineludible; por el respeto al otro a través del diálogo, del debate, abstemio de burla, de ofensa, de engaño o de aprovechamiento. La ética de convicción y no por temor, ni oportunidad, como mencionaba nuestro irrepetible Maestro Fernando Hinestrosa. El conflicto es parte integrante de nuestra naturaleza humana, luego entonces, reconocer en el otro un contendor es reconocer su humanidad.    Y es así como parece que, por nuestro casi cotidiano ejercicio de dar todo por sentado, terminarnos siendo adversos a un valor que creíamos inescindible de nuestro ser. Nos es ajena la compasión, el entendimiento y el sentir del otro porque, irónicamente, no podemos -o no queremos- alzar la voz. Quisiera citar, para ilustrar,  Alejandro Gaviria, antes tecnócrata, pero siempre académico, quien tiene una interesante disertación sobre este tema. Gaviria dice, básicamente, que las ideas de respeto y de conflicto están unidas, pues aceptar el conflicto nos hace respetuosos, y predicar el respeto nos permite entender esa universalidad antropológica del conflicto. Mi interpretación es muy atrevida; es extensiva y un poco ambiciosa, pero coherente con lo que Zuleta había visto, y con lo que entendieron también algunos maestros del liberalismo clásico; el conflicto podrá entenderse como un medio, el conflicto justo, ese en el que pervive el respeto.

Para entender este punto, en el que el conflicto y el respeto son inseparables, y en el que a tolerancia es insuficiente, no podemos abordarlo desde una lógica moralista. La primera reflexión -para alejarnos de esa idea- antes de entender la inevitabilidad del conflicto, es comprender que todos somos moralmente imperfectos, todos hemos cometido pequeñas faltas, por lo que resulta imposible la binariedad injustificadamente absoluta entre buenos o malos. Y comprender esta realidad, que es tan humana en sí misma, comporta entender otra ineludible verdad;  todos, absolutamente todos, somos proclives a justificar nuestra desviaciones éticas. Y esta desviación, ese “todo el mundo lo hace”, esas pequeñas trampas, son la salida de escape de algunos para la más importante de los conflictos: el que sucede adentro, con uno mismo; como decía hace poco Dan Ariely, experto reconocido en las sonadas Behavioral economics; la lucha contra la corrupción empieza por la introspección.

Ejemplifico con algo que nos pasa a nosotros, los hombres. Somos y hemos sido los maestros de la sobresimplificación.  Tanto así que caminamos desde el origen mismo de la humanidad sin el ánimo de reconocer la entidad vital que representan para la existencia humana las mujeres. Durante siglos consideramos inane su participación, las aplacamos y aminoramos con el instinto; ignoramos nuestra propia razón en tratándose de nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras hijas y nuestras compañeras. Sobre Simplificamos su existencia, porque en el fondo, el hombre privilegiado temía la caída de los cimientos de sus beneficios, sus prerrogativas y ventajas por el simple hecho de ser hombre. Y  Aún le temen. Temen a la caída de los estándares y las estructuras con arraigo a lo masculino. Esa eterna ignorancia sobre esa realidad fue suficiente para reconocer lo incómodo que se siente el Hombre, privilegiado sólo por el hecho de ser hombre, con las tendencias ideológicas que contravienen esos parámetros tan juiciosamente construidos. El hombre ignora su libertad racional, ignora las palabras de Rawls:

“Sabiendo que las personas son racionales, no sabemos qué fines persiguen; solo sabemos que persiguen sus fines inteligentemente. Sabiendo que las personas son razonables en lo que se refiere a las demás personas, sabemos que están dispuestas a regir su conducta por un principio a partir del cual ellas y las demás personas pueden razonar unas con otras, y las personas razonables toman en cuenta las consecuencias de sus actos en el bienestar de las demás. La disposición a ser razonable no se deriva de lo racional, ni se opone a lo racional, sino que es incompatible con el egoísmo, así como se relaciona con la disposición a actuar moralmente”.

La consecución de ese “imperativo Rawlsiano” (ese nombre se lo puse yo, probablemente sea un yerro) diré, atrevidamente, ha sido una de las mejores consecuencias del movimiento feminista para la humanidad, y es, por lo demás, completamente compatible con una inevitabilidad del conflicto; y es manifiestamente ausente cuando nos sumimos en la sobresimplificación.

Allí estamos. Allí Nace MUNEXT. Este modelo comparte algunas circunstancias propias del nacimiento de su casa, el Externado, en tanto que desde su fundación, fue el hogar de una generación distinta… de personas que, a mi concepto, reconocen el valor productivo del conflicto, dimanado de la ética y el respeto. Este modelo tiene un único estándar; y es la lucha contra esas aversiones que les mencionaba. Nos construimos reconociendo que es imposible dar un paso hacia el futuro sin ser humanos, desde la sobresimplificación; que es imposible darlo sin reconocer al otro, sin el respeto, sin la ética por convicción. Respetar ese estándar es el único mandato de sus guía; aprópiense de él como su único objetivo. Entren en conflicto, conozcan realidades, proyéctense con Humanidad.

Aquí empieza su viaje. Siempre que tengo la oportunidad de ir a conocer nuevos lugares, resuenan en mi memoria unas líneas que escribía el Humanista Jesuíta De Chardin; “Evolucionar hacia un nivel mayor de conciencia, para eso es este viaje: para abrir los ojos, y a través de mi mirada, hacer que los otro evoluciones”.

Bienvenidos al Externado. Esta será su casa. Dejen que su alma se permee de más de un siglo de historia libre, de humanismo, de ética… que sus palabras, sus opiniones, sus ideas y sus acciones estén libres de cualquier vicio propio de las más oscuras elucubraciones Humanas…. que los inunde la academia, el alma y la mente de su coetáneo; que los invada el anhelo de una realidad más justa, más humana… presupuesto espiritual para quien quiere dar un paso hacia el futuro.

Con esa invitación, y con muchísima alegría, declaro oficialmente inaugurado el segundo modelo de Naciones Unidas de la Universidad Externado de Colombia.

Muchas gracias.