11 de abril de 2016
Entre tamales, chocolate e historia
Por: Yesed Gómez
La puerta falsa ubicada en la calle 11 con 6ª es uno de los lugares con mayor historia y trascendencia bogotana, convive desde hace ya dos siglos con importantes entes del gobierno, el Congreso de la República, la Alcaldía Mayor, la Catedral Primada, museos e historia que han marcado la vida de los bogotanos. Allí se preparan las delicias gastronómicas de la Bogotá clásica: chocolate o agua de panela caliente, tamal o los dulces más tradicionales de la capital deleitan a los feligreses —que salen de su misa de doce— y pasan a La puerta falsa a calmar el frío. Este rustico, antiguo, pero agradable restaurante ha servido platos a gente de diferentes nacionalidades, periodistas, actores, turistas, además de reconocidos personajes a los que Aura y su hermano Carlos, actuales dueños del negocio, puede citar como Manuelita Sáenz, Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo o la familia del actual presidente de Colombia…
Una puerta hacia el pasado
Este restaurante netamente familiar ha sido heredado por Aura y Carlos actuales dueños. Carlos recuerda la historia del inicio de La puerta falsa: en primera instancia, el restaurante no tenía nombre, nació de la nada y de los devotos que visitaban la Catedral Primada comenzaron a llamar al restaurante “La puerta falsa”. Nombre que se originó de la Catedral, la cual en sus laterales tenía estas puertas falsas, para que los creyentes no se agolparan solamente en la entrada principal.
El restaurante rústico y clásico comenzó ofreciendo dulces a los pequeños para atraer clientela. Tiempo después, a los adultos se les brindó agua de panela, aún más tarde llegó el chocolate y después de 84 años, comenzaron a ofrecer el tamal dentro de su menú. La fama es tal, que en las peregrinaciones es usual ver filas de personas esperando pacientemente fuera del negocio, para poder degustar sus famosas preparaciones.
Los dueños del negocio afirman que toda la producción es familiar: los tamales los hacen en una finca familiar; otros parientes se encargan de los bocadillos, dulces, panelitas y golosinas; otros de cultivar el cacao, café y frutas para las bebidas, y los demás de cultivar granos y hojas de plátano para los tamales. Gracias a esto pueden mantener sus cerca de 34 recetas ofrecidas al público a unos precios bajos. Han obtenido reconocimiento por sus preparaciones que hoy cerca de 73 mil días después aún se conservan entre los capitalinos.
Dos siglos de historia bogotana
Desde sus inicios la tradicional Puerta falsa ha logrado sobre pasar actos completamente desafortunados para los capitalinos: protestas, masacres, guerras y tragedias. Verbigracia: un 20 de mayo del año 1900 arrasó con el hoy Palacio de Liévano, donde el acta de fundación de Bogotá quedó reducida a cenizas, según escribió el arquitecto Alberto Corradine Angulo, en la revista ‘Credencial’. Sin embargo, esto no fue todo, 48 años más tarde doña Lucila -madre de los hermanos Sabogal- se resguardó en la Catedral Primada de un incendio en las casas vecinas que por poco afecta a su negocio más conocido como el “Bogotazo”, además de otros hechos desafortunados como la toma al Palacio de Justicia.
La historia de La puerta falsa continuó sin inconvenientes hasta el 2002, pero un incendio en la madrugada esta vez dentro del restaurante, acabó con buena parte de él, llevándose consigo gran historia escrita a puño y letra por los antecesores de los hermanos Sabogal, en los que estaban escritos recetas, platos y secretos con los que el restaurante ganó su fama años atrás. Hoy en día sigue siendo uno de los puntos más emblemáticos para la comida bogotana tradicional y, seguramente, seguirá siendo el sitio para disfrutar de historia mezclada con comida en un mismo lugar: La puerta falsa.
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