20 de octubre de 2015
En nombre de Sergio
Por: Juan Esteban Osorio
El 5 de agosto de 2014 Sergio Urrego se suicidó. Tenía 16 años, era fan de Aterciopelados, Quino y Edgar Allan Poe, una vitalidad acorde a su edad, y las mismas dosis de insatisfacción de Richards & Jagger. En su colegio tenía las dosis de amigos normales para un adolescente atormentado (¿alguno no lo es?), una pareja tan estable como pueden ser las parejas en once, y la presión terrible y desagradable de un plantel educativo que lo despreciaba, lo perseguía y lo acosaba (todo al mismo tiempo) por su condición sexual. Un año y 15 días después, la Corte Constitucional falló el caso de Sergio Urrego. Ganó Sergio.
El triunfo
Hace poco más de un año los nombres del colegio Gimnasio Castillo Campestre, Sergio Urrego y Amanda Castillo no le decían nada a nadie. Hoy, el colegio la rectora y el adolescente que se suicidó, son puntas de lanza para uno de los casos más polémicos que encierra toda una situación de injusticia e ignorancia alrededor de los derechos fundamentales de niños y jóvenes en Colombia, además de una serie de violaciones al sentido común y a la dignidad.
La Corte Constitucional acaba de cerrar el caso con la sentencia que dio respuesta a la tutela que interpuso la madre de Sergio contra el colegio. Hay varios párrafos que vale la pena rescatar de esta histórica decisión. La Corte declaró: “No es concebible, dentro de un Estado Social de Derecho que la trágica muerte de un joven producto de la incomprensión, sea una nueva razón, para reconocer nuestro compromiso en evitar que la realidad masiva, reiterada y estructural de la violación de los derechos fundamentales de las niñas, los niños y los adolescentes en nuestro país. (…) Es imposible aspirar a una sociedad robusta, deliberativa, plural y democrática si nuestros ciudadanos son formados a partir del sobresalto y la incomprensión”.
Por supuesto, hay que recordar que la ley no es la calle ni la vida real. Las cosas no van a cambiar por una decisión celebrada detrás de un escritorio legal. Pero es un avance.
De hecho, la Corte exigió a las directivas del colegio (al que su rectora tuvo que renunciar) un acto de perdón público y parte de esa manifestación es la instalación de una placa que rezará: “Una educación ética es el único mecanismo para obtener la perfección, destino último de los ciudadanos. La misma sólo es posible si enseñamos en la diferencia, la pluralidad y el imperativo absoluto de respetar a los demás. En memoria de Sergio David Urrego, 1997-2014″.
Y además, el colegio tendrá que hacer un acto de reivindicación del buen nombre de Sergio. Es decir, reconocer abiertamente que se equivocaron y que esos errores, le costaron la vida a un adolescente.
La Corte, además, no se limitó: le pidió al Ministerio de Educación que exigiera a todas las instituciones educativas que revisaran sus manuales de convivencia para detectar situaciones de acosos escolares con respecto a la diversidad sexual de los estudiantes.
La derrota
La nota negra, como suele pasar, la puso el Procurador General Alejandro Ordóñez quien oportuno como suele ser, generó un documento donde pedía que los manuales de convivencia de los colegios controlaran las demostraciones de afecto de los estudiantes… El timing no pudo ser peor. Felipe Zuleta en su columna de El Espectador acotó: “Definitivamente el procurador Alejandro Ordóñez no puede ser más godo porque no hay para dónde. La tapa ocurrió esta semana en la que le mandó a la Corte Constitucional una comunicación de 55 páginas en la que respalda tácitamente las erróneas conductas de las directivas del colegio en el que estudiaba Sergio Urrego, el joven homosexual que se suicidó por la persecución que le montaron en el colegio algunas de las directivas del mismo”.
Todos apuntan el dedo a la procuraduría. Y sin embargo, el problema no está ahí. El verdadero conflicto está en los padres de familia, profesores, y a veces, algunos estudiantes que sin decirlo de frente, respaldan este tipo de iniciativas, perversas, excluyentes y dolorosas.
Porque ahí es donde radica el verdadero conflicto. El Procurador es una mole jurídica, poderosa y obcecada, fanática e imposible, pero el Procurador va a pasar, la institución se va a quedar ahí y con suerte va a llegar un personaje nacido en el siglo XX y activo en el XXI, que va a parecer un miembro de la generación Y, a comparación del moderno inquisidor que se sienta en el puesto por estos días.
Pero el problema descansa en el respaldo consciente e inconsciente que todavía muchas personas le ofrecen a este tipo de declaraciones salidas de tono, de contexto histórico, y de siglo. La congresista liberal –¡y exfiscal!- Vivianne Morales (¿liberal?), propuso someter a consulta popular el tema de la adopción de niños por parte de parejas gays; la comunidad homosexual en Colombia elevó su voz de protesta, apelando al tema de la tiranía de las mayorías. “Este no es un tema que deba resolver la gente” fue la posición de los colectivos como la comunidad LGTBI.
Lo bueno que queda de todo esto, es que la sensación de triunfo por los derechos reivindicados por el caso de Sergio Urrego no merecen opacarse con estas oposiciones. Al menos, la gente se va a acordar de quién era Sergio y las razones de su muerte.
Lo malo, claro, es que Sergio sigue muerto.
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El Espectador: El legado de Sergio Urrego
Colombia Diversa: el caso de Sergio Urrego