Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

28 de enero de 2019

Tres reflexiones sobre el desarrollo en Colombia para 2019

Por: Alejandro Mojica Godoy

En trabajos anteriores ya se ha discutido sobre las concepciones académicas de qué es el desarrollo como categoría y proyecto nacional, pero tales reflexiones no se pueden quedar en la abstracción teórica sino que deben ser aterrizadas a la coyuntura colombiana de un año tan trascendental como lo es el 2019.

 Por tal motivo, en esta oportunidad, se abordarán tres aspectos claves para el país y que tienen serias implicaciones para cualquier proyecto de desarrollo nacional. En primer lugar, se analizará el emprendimiento como eje principal del Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno Duque, pues reafirma narrativas erróneas sobre cómo se solucionan los grandes problemas económicos y sociales. Posteriormente, se reflexionará sobre los pasos que el país debería dar en el cambio de la matriz energética y qué relación tienen con la propuesta de la venta de un porcentaje de Ecopetrol. Para finalizar, se abordará la relación Paz y desarrollo en una coyuntura turbia.

¿Soluciones individuales a problemas estructurales?

El análisis de las perspectivas de desarrollo para el 2019 en Colombia no puede dejar a un lado a la hoja de ruta que el gobierno tomará para sus decisiones de progreso económico, social y ambiental: el Plan Nacional de Desarrollo. Cada gobierno determina el contenido de su plan con las estrategias que considere pertinentes para el desarrollo. ‘Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad´ del gobierno Duque tiene tres ejes principales: equidad, legalidad y emprendimiento. El razonamiento implícito que se emplea es que el emprendimiento genera equidad, pues se torna como un generador de oportunidades que produce un fuerte efecto de transformación social en la medida que garantiza la movilidad social. Para contribuir al debate, se pondrá en tela de juicio si en realidad se debe establecer al emprendimiento como política central de desarrollo.

Desde los albores del pensamiento económico clásico se reafirma la importancia del individuo que, en la búsqueda de su beneficio personal, genera un beneficio a nivel social. Este pensamiento es adoptado y reforzado en las relaciones económicas globalizadas y pro-mercado del siglo XXI, ahora se le llama emprendimiento. El emprendimiento trae consigo un discurso simbólico supremamente fuerte, pues se sostiene en una concepción individualista de la sociedad en la que en desarrollo nacional depende de la búsqueda del beneficio privado. Además, sostiene que la generación de riqueza y la salida de la pobreza es producto de las capacidades y actitudes individuales; mientras que la situación de desempleo y marginalidad se explican por condiciones de mediocridad y vagancia de los implicados.

El mito del ascenso social producto del emprendimiento es reafirmado por anécdotas e historias, pero no respaldado por los datos reales. Al contrario, en Colombia, 6 de cada 10 emprendimientos fracasan en la etapa de posicionamiento en el mercado nacional (Confecámaras, 2017). Lo anterior se explica desde el punto de vista de los capitales abordado por Pierre Bourdieu, pues el nivel de éxito de un emprendimiento no solo depende de las situaciones del mercado, sino que también de un capital social (contactos y posicionamiento en las redes de poder social), de un capital económico (para las inversiones iniciales y la facilidad de acceso a crédito) y de un capital cultural (de los conocimientos necesarios para el desarrollo del emprendimiento). Así, resulta inviable que se quiera aproximar a la equidad mediante del emprendimiento, pues para su consolidación se necesitan de ciertas herramientas que no posee el grueso de la población.

El emprendimiento no solo reafirma falsos mitos de ascenso social mientras agudiza la desigualdad; sino que también resulta inútil para lo grandes problemas económicos con implicación social del país. El desempleo o la informalidad (quizá el problema más grande a nivel económico nacional) no es producto de la vagancia o mediocridad de los individuos, es producto de situaciones estructurales como alguna crisis económica, el cambio de precio de algún commodity a nivel internacional o la misma especulación financiera; por lo que  el “emprendimiento no es una solución sustancial al desempleo- o a la informalidad-, pues tal como venimos sosteniendo, ninguna solución en términos individuales puede serlo.” (Briales, 2017, p. 99).

¿Ecopetrol clave para empezar las transiciones?

Recientemente, el ministro de Hacienda propuso ante la opinión publica sacar al mercado bursátil el 8,5% de las acciones que tiene la Nación en la empresa estatal Ecopetrol. La noticia no alteró en gran medida la opinión pública, pues estaba concentrada en el terrible atentado terrorista. No obstante, esta propuesta será ampliamente debatida a lo largo del año, pues la idea del ministro, al parecer, no se diluirá fácilmente. El gobierno Duque se equivocaría si su intención de vender tal porcentaje de Ecopetrol es tan solo para llenar el déficit fiscal producto de su propia y mediocre reforma tributaria en la que tan solo logrará recaudar la mitad de lo que afirma necesitar.

Tal propuesta nos debe llevar a pensar más a fondo. Si bien Ecopetrol es una empresa que brinda grandísimos recursos a la nación, no se debe desconocer que es producto de la extracción y transformación de petróleo (junto a extracción de gas, que es una forma medianamente más limpia). Colombia debe empezar la transición de las energías altamente contaminantes hacia energías limpias y sostenibles. El punto problemático es que las transiciones no son económicas, tienen un alto peso a nivel presupuestario; pero son necesarias para el sostenimiento del bienestar y calidad de la vida humana.

Por cuenta de esos costos no se ha tomado en serio dicha transición en los diferentes gobiernos. La posible venta de algún porcentaje de Ecopetrol se llegaría a justificar si los recursos entrantes se emplean para financiar la transición de la matriz energética hacia un desarrollo sostenible ambientalmente. Sería una alternativa a considerar pues los recursos necesarios para la transición difícilmente se alcanzarían por medio fiscal o de deuda.

Sin Paz no hay desarrollo

La iniciativa de empezar a pensar en desarrollo surgió por el sentimiento de un cambio en las situaciones políticas del país. Las ilusiones de vivir en paz motivan a reflexionar sobre un país que sin el limitante del conflicto pueda alcanzar un desarrollo social y ambientalmente sostenible.

Pensar en desarrollo fue mucho más fácil en los momentos en los que nuestro país vislumbraba, con esperanza, un porvenir diferente producto de la paz. No obstante, el reciente atentado y el cierre de la mesa de negociación con el ELN junto a los asesinatos sistemáticos de líderes y lideresas sociales nos recuerdan que el conflicto armado no ha acabado, tan solo mutó. La violencia no cesó, tan solo se transformó.

Sería un gravísimo error histórico acentuar violencias que paulatinamente ya se han disminuido. El conflicto no solo nos resta puntos porcentuales de crecimiento anual producto de diferentes variables económicas, sino que también le resta grandes rubros de presupuesto de inversión social a sectores tradicionalmente excluidos. En términos prácticos: el desarrollo es antónimo de la guerra.

En fin, un país con grandes brechas sociales, con una polarización que amenaza la consolidación de nuestra democracia y en guerra, difícilmente encontrará una senda para el desarrollo.

Recomendados Libre Pensador

Briales, Álvaro. (2016). Emprendeudores fracasados: individualización neoliberal en los discursos sobre el desempleo. Recerca, Revista de pensament I Análisi, (20), [79-104].

Confecámaras. (2017). Determinantes de la supervivencia empresarial en Colombia.

Stiglitz, J. (2012). El preciode la desigualdad. El 1% de la población tiene lo que el 99 % necesita. Madrid: Taurus.