2 de septiembre de 2016
Servicios públicos: un derecho, no un negocio
Por: Santiago González
La historia es de ayuda para muchas cosas, pero en primera instancia es la herramienta que tiene el ser humano de mirar hacia atrás y poder ver que decisiones se tomaron en el mundo y que consecuencias trajeron. Es una común creencia ideológica que lo público no funciona y que es ineficiente, a diferencia de lo privado que es productivo y que, por lo general, deja utilidades. Ideología empezada a poner en práctica a principios de los años 80 bajo el mandato de Ronald Reagan en los Estados Unidos, y posteriormente con Margaret Thatcher en Reino Unido. Pero, ¿Qué sucede cuando una empresa privada al manejar servicios públicos, busca generar rendimientos a bajos costos de producción?
Los dirigentes que manejan las empresas privatizadas no fueron elegidos por la ciudadanía, lo que en principio sería una falta a la democracia, pero además, al preocuparse por generar rendimientos a bajos costos de producción, solo se estarían preocupando por el dinero y no tanto por el beneficio social.
En el corto plazo, la venta de empresas estatales ayuda sin duda a que el Estado recaude capitales para financiarse, con lo que cubre los compromisos que haya adquirido y no tendrá que subir impuestos que es impopular. Si miramos el mediano y largo plazo, nos daremos cuenta que tal vez no habrá sido la mejor decisión dado que, el dinero inicial que se tuvo en el corto plazo ahora no se tiene. El Estado habrá perdido una fuente de ingresos directa que tenía en un momento inicial proveniente de las utilidades de sus activos (suponiendo que fueran rentables), y ahora solo se podrá financiar por su recaudo en impuestos.
La teoría económica nos enseña que algunos de los servicios públicos son por defecto monopolios naturales, como el agua y la electricidad. Así pues, como se dijo desde un principio, la historia es la principal herramienta que se tiene para mirar hacia atrás. Europa, específicamente los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España por sus siglas en inglés), mostraron contundentes resultados en el corto plazo después de la privatización de las empresas estatales, el desempleo fue lo primero que se disparó. En Grecia uno de cada dos jóvenes estaba desempleado ya que fueron despedidos como parte de la política de reducción de costos que hicieron las empresas apenas fueron privatizadas.
Se podrá decir que los países tomados como ejemplo son económicamente débiles, respecto a otros. Pues bien, en Alemania existía la Treuhand que era como una especie de ciudad. Contaba con 8.000 compañías, 40.000 fábricas y tenía alrededor de 4.500.000 empleados. Con la llegada del pensamiento impuesto por Reagan y Thatcher, se privatizaron entre 15 y 20 empresas cada fin de semana. De tener más de 4 millones de empleados, Treuhand pasó a tener 1.500.000, esto significó un aumento del desempleo que alcanzó el 20%. En el corto plazo tal vez se obtuvieron beneficios económicos, pero a mediano y largo plazo, las consecuencias no fueron del todo deseadas.
Gran Bretaña experimentó los caminos de la privatización cuando a principios de la década de los años 90 privatizó el sistema de trenes; el argumento fue el mencionado: el sector privado maneja sus finanzas de una mejor manera y más organizada. Tanto el gobierno como la empresa se comprometieron a mantener la red ferroviaria, pero eso nunca se hizo, como es apenas lógico. Las empresas privadas se ven afectadas si deben destinar dinero al beneficio de la ciudadanía ya que sus dueños recibirían menos utilidades, mientras que las empresas públicas no, dado que las utilidades del estado no son el obtener recursos para sí mismo, sino esta se convierte en el bienestar de sus ciudadanos. Es decir, invertir en lo público se vuelve rentable para los ciudadanos que se benefician de este.
Como consecuencia del experimento de Gran Bretaña, El Estado tuvo que asumir los costos del mantenimiento de la red y hoy en día el sistema de trenes es mixto, costándole más al Estado que cuando era totalmente público. Grecia parece no mirar la historia y copia el experimento, ¿consecuencias? Despide gran parte del personal, aumenta el costo del pasaje en un 60% y cierra vías que no son altamente utilizadas.
Paris es muy interesante ya que el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, cita su ejemplo. La capital francesa privatizó su sistema de aguas –recordemos que el agua es un ejemplo perfecto de un monopolio natural, no existe competencia alguna en esto ni producto sustituto para ese bien. Ninguna empresa de agua funciona sobre una base competitiva porque existe una sola red–. El resultado fue que los habitantes de París empezaron a recibir facturas cada vez más elevadas (aumentaron al rededor del 260% en el transcurso de 15 años), por lo cual el Estado decidió volver a recuperar el sistema de aguas de esa ciudad. La nueva empresa pública disminuye el costo de la facturas en 8% y todas las ganancias recibidas por esta, fueron invertidas en el mantenimiento de la red. Recordamos nuevamente el concepto de democracia, lo que debería hacer especialmente el alcalde Peñalosa que sigue diciendo que en París el sistema de aguas es privado, cuando ya no lo es.
En Estados Unidos, donde se inicia la era de las políticas privatizadoras, específicamente en el Estado de California, se vivió la peor crisis de energía jamás antes vista bajo la administración de la compañía Enron. Al igual que el agua, ninguna empresa de energía funciona sobre una base competitiva porque solo un cableado llega a las casas, no existe un mercado abierto.
Finalmente, ¿quién nos asegura que con una futura venta de ETB, de Ecopetrol o de 472 no suceda lo mismo? En últimas, en las empresas públicas que privatizan, el beneficio es para sus dueños y el daño lo recibe el ciudadano.