6 de mayo de 2019
La batalla de Guaidó y las futuras de Venezuela
Por: Laura Carrillo Vega
Nicolas Maduro, si bien no es responsable directo del inicio de la crisis venezolana, si lo es de la crisis actual. Según la BBC, al día se van 5.000 venezolanos de su país; la imposibilidad de conseguir alimentos, medicinas, educación o una vida digna impulsa a las personas a buscar formas de sobrevivir fuera de su territorio. El presidente juramentado de Venezuela no parece tener una ruta de reformas económicas encaminadas a mejorar en algo su situación, solo niega los evidentes problemas internos y pide prestamos excesivos de dudoso pago a Rusia y a China.
El 2019 empezó con más problemas para Venezuela, después de que Juan Guaidó se declara presidente interino, este país se ha visto en la situación de tener que decidir quién es su presidente.
Es importante aclarar que cuando se trata de legitimidad, de autoridad, hay dos campos importantes: el internacional y el nacional. Evidentemente dentro de Venezuela el presidente sigue siendo Nicolas Maduro, sin embargo, en el terreno internacional parece que Guaidó está dando una pelea importante para deslegitimar la presidencia del sucesor de Chávez.
Cuando el presidente interino emprendió una gira política por diferentes países de Sur América, entre ellos, Colombia, Brasil, Argentina, Ecuador y Paraguay, se reunió con el presidente de turno y, en Colombia, también con Mike Pence, el vicepresidente de los Estados Unidos, principal aliado de la cruzada de Guaidó para quitar a Maduro del poder.
Con el apoyo de la mayoría de los países del continente americano, la siguiente movida de Guaidó fue el nombramiento de representantes de Venezuela en los Organismos Multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo. El nombre del nuevo representante ante el BID es Ricardo Hausmann, economista venezolano de la universidad de Harvard y un fuerte crítico de la política economía del chavismo, sin embargo, el nombramiento de Hausmann despierta sentimientos encontrados, mientras que los seguidores de Guaidó aplauden la elección, los Chavistas, lo catalogan como un Neoliberal que inyectó la economía venezolana con las reformas del consenso de Washington que llenaron al país de corrupción.
Dejando de lado la legitimidad de estos dos personajes, hay que preguntarse: qué clase de reformas económicas quiere aplicar Guaidó dentro de Venezuela y qué repercusiones tendrían en el país, ya que ninguno de los enfoques tradicionales parece haber tenido resultados favorables.
El pasado mes de febrero, Juan Guaidó presento el “plan país” un conjunto de nuevas políticas direccionadas a cambiar la realidad que hoy se vive la Republica Venezolana, con un conjunto de políticas neoliberales, Guaidó promete que, después de que el “usurpador Maduro” deje el poder, reactivará la economía venezolana.
A pesar de que la teoría, los discursos y las propuestas generalmente suenan esperanzadoras, la transición (si se llega a dar) , no es esperanzadora en el corto plazo. Reactivar una economía es más difícil que destruirla, es decir, el coste de la restructuración no es solo político sino social. Estas reformas van a necesitar de un apoyo importante, nacional e internacional, el paso de un sistema proteccionista a uno liberal o neoliberal, históricamente ha sido dificil.
Dentro de Sur América, hay varios ejemplos de esto: Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, países donde las políticas liberales llegaron acompañadas de regímenes autoritarios, represión a la oposición, desaparición de personas y todas ellas con algo más importante en común, Estados Unidos como principal consejero y aliado.
No obstante, casi 40 años después esos países, con excepción de Argentina, presentan economías relativamente estables. Brasil como principal potencia de la parte sur del continente, Bolivia con una tasa de crecimiento anual del 5%, la mayor de Latino América y Chile como el único país de esta parte del mundo que se considera perteneciente al “primer mundo”, se podría decir que esto fue gracias a las políticas y reformas liberales adoptadas.
Si bien se espera que la presidencia de Guaidó lleve a Venezuela no solo a una democracia confiable, sin el miedo de tergiversación de votos como en el caso de la reelección de Maduro en enero, sino también al retorno de las libertades de las personas, a una economía mixta, con una población que no dependa de los subsidios sino de su trabajo para vivir y sin depender tanto del petróleo, como plantea en el “plan país”, no obstante, sería iluso esperar que suceda durante esta generación o en cabeza únicamente de Guaido.
En los países que se han convertido al Neoliberalismo, durante las reformas económicas, y a pesar de seguir las recomendaciones del FMI y del BM, el periodo de transición se vio marcado por dictaduras, índices de Inflación excesivamente altos, hambruna, desigualdad, corrupción y represiones por parte del gobierno a los opositores. Los resultados brillantes y tranquilizadores aparecieron décadas después de que los regímenes dictatoriales desaparecieran.
Venezuela ya tiene todas estas cosas con Nicolas Maduro, es decir, solo tiene dos opciones, empeorar o un cambio de rumbo rotundo. Guaido, con su cambio de visión, y si puede llegar en algún momento a ejercer como presidente, puede ser el comienzo del resurgimiento del país petrolero.