3 de agosto de 2018
El peso colombiano con tres ceros menos: ¿normalización o incertidumbre para el sistema económico y financiero?
Por: Leandro Moreno
La propuesta de eliminar los tres ceros de la moneda colombiana se ha vuelto a posicionar como una temática polémica, a nivel tanto político como económico. La medida en cuestión pretende eliminar la palabra mil (en el caso de la nueva familia de billetes) y suprimir los tres ceros (en el caso de los billetes antiguos) para ubicar, en su lugar, la denominación ‘nuevos’. La propuesta fue promovida por el gobierno Santos Calderón (2010-2014 y 2014-2018), a través del Ministro de Hacienda y Crédito Público, Cárdenas Santamaría, junto con el Fiscal General de la Nación, Martínez Neira. Ambos han exhortado a que se discuta el tema en cuestión en el Congreso de la República para, en su criterio, facilitar la contabilidad de las empresas, agilizar el cambio de divisas y las transacciones presentes en actividades turísticas, e inhabilitar los dineros provenientes de actividades ilícitas. ¿Qué consecuencias tendría para Colombia si fuera implementada?
Además, el Gerente General del Banco de la República, Echavarría Soto, le ha manifestado a la opinión pública que el emisor apoyaría dicha medida, siempre y cuando se cumplieran las condiciones técnicas y macroeconómicas requeridas para la ejecución del proyecto [1].
En cuanto al costo en el que se podría incurrir si la propuesta llegara a prosperar, se ha calculado que ascendería a 800 mil millones de pesos. No obstante, tanto el Banco de la República como el Ministerio de Hacienda y Crédito Público han hecho hincapié en que dicho costo podría reducirse considerablemente, hasta el monto de 400 mil millones de pesos, debido al proceso de reconversión y reutilización de metales. Por este factor y muchos otros, como el impacto psicológico sobre los consumidores, la posible inflación a la que se puede enfrentar la moneda, y las afectaciones que vulnerarían a algunos comerciantes, la propuesta ha recibido duras y diversas críticas.
Experiencias internacionales y precisiones conceptuales
A nivel internacional, varios países han adoptado medidas iguales o similares a las que se está proponiendo en Colombia. Dentro de los países Latinoamericanos sorprende Argentina por haber eliminado un total de 13 ceros de su moneda entre 1970 y 1992, al pasar del peso argentino al austral, para luego igualarlo al dólar estadounidense. Tal cambio se dio en un entorno económico de inflación e hiperinflación. En paralelo, es posible encontrar la moneda venezolana, el bolívar, en 2007, durante el mandato Chávez Frías, cuando se le eliminaron 3 ceros, con el objetivo de combatir una inflación que alcanzaba, en su momento, un nivel del 17%. Finalmente, se encuentra el caso mexicano donde, en el gobierno Salinas de Gortari, se eliminaron tres ceros a la moneda en un período en el que se “mostraban avances significativos en el manejo de la economía y en particular en materia de inflación” (Vargas, 2012).
En cuanto a las precisiones conceptuales que se deben tener en cuenta para entender la medida, es necesario traer a colación el relacionado con la normalización. Vargas (2012) establece que el punto de los diversos proponentes del proyecto es normalizar la moneda, en contraste con la estabilización de la misma. La normalización de una moneda “consiste en cambiar la unidad monetaria en una economía que haya alcanzado avances significativos en el manejo macroeconómico, especialmente respecto al tema de control de la inflación” (Vargas, 2002). Por su parte, la estabilización de una moneda se enfoca en el cambio de la unidad monetaria, en un ambiente en el que se requieren ajustes macroeconómicos para enfrentar una alta inflación. Por lo tanto, la medida tomada por México, así como la propuesta que está siendo impulsada desde el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, deben ser entendidas como encaminadas a la normalización del peso colombiano.
Pr0s
Uno de los principales argumentos con los que se está prohijando el proyecto es la contabilidad empresarial. Los proponentes arguyen que la eliminación de los tres ceros de la moneda colombiana facilitará la contabilidad y la administración del dinero tanto para las empresas como para las familias colombianas en general. Para el Gerente del Banco de la República en Cali la emisión del ‘nuevo’ peso colombiano, “no es necesariamente un costo mayor para el Banco de la República porque este constantemente reemplaza los billetes viejos por nuevos” (El Colombiano, 2018). No obstante, Carranza reconoce que sí se incurría en gastos varios, por concepto de pedagogía a la población, acerca del cambio en la denominación. Adicionalmente, se encuentra que la eliminación de los ceros favorecería a los turistas en tanto simplifica las cuentas a realizar para adquirir productos colombianos. Tal y como lo establece Cárdenas Santamaría: “La idea de eliminarle tres ceros a la moneda colombiana es muy buena, nos va a facilitar la vida, va a hacer más sencilla la contabilidad de las empresas (…) y ahora que tenemos más turistas extranjeros pues va a facilitar también el cambio de monedas” (Dinero, 2018).
El segundo argumento insignia del proyecto, introducido por Martínez Neira, recae sobre los recursos de carácter ilícito. De esta manera, la implementación de los ‘nuevos’ pesos en la economía colombiana serviría para combatir aquellos dineros provenientes del tráfico asociado a las drogas y, en el caso de las estructuras armadas, de los recursos que se presume están escondidos en caletas. Martínez Neira asegura que si se eliminan los ceros se estará logrando una medida contundente para extinguir o dejar sin valor los recursos de estructuras armadas: “Si dejan de ser moneda, se van a quedar encaletados con lo cual le quitamos toda la riqueza criminal a todas las organizaciones que han venido acumulando patrimonios ilícitos a lo largo de las décadas” (Medina, 2018). En este orden de ideas, en el corto plazo, sería difícil para dichas organizaciones legalizar su riqueza, al tener que pasar por un proceso de verificación, a través del sistema financiero.
Otra de las ventajas existentes frente a la normalización de la moneda, es que desde la “creación de la nueva familia de billetes que salió a finales de 2015, se contempló la opción de llevar a cabo la eliminación de los tres ceros” (Dinero, 2018). Así, se enfatiza que esta nueva familia de billetes ya no tiene los ceros incluidos, lo que serviría como un puente entre la vieja familia de billetes y los ‘nuevos’ pesos, puente que facilitaría el proceso de transición entre una y otra moneda.
En suma, si se llega a aprobar el proyecto, la moneda colombiana seguiría los pasos de países como Argentina, Brasil, México y Perú, a la vez que alcanzaría estándares internacionales para facilitar, entre otros beneficios, la entrada del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pues actualmente la denominación colombiana es muy diferente a la manejada por los países miembros de la organización (Semana,2018).
C0ntras
Uno de los factores que más ha consternado a la ciudadanía sobre el cambio de unidad monetaria ha sido la inflación. Si bien el Banco de la República ha asegurado que la moneda no se devaluará y tampoco aumentará la inflación en proporciones alarmantes, existe incertidumbre en cuanto al efecto que la medida pueda llegar a tener en los precios de diversos productos en el corto plazo. Así, la medida fomentada desde el gobierno nacional podría conllevar un efecto de ajuste de precios o ‘redondeo’ en el que “muchos agentes económicos acercarán el precio de los productos a valores cerrados, situación que podría provocar un repunte transitorio de la tasa de inflación” (Portafolio, 2018). Lo anterior es un motivo de preocupación en en tanto se estaría generando un efecto no deseado para la economía colombiana, en un contexto marcado por niveles de inflación relativamente bajos y estables.
De igual manera, es relevante plantear la posibilidad de que este cambio en el peso colombiano puede generar costos psicológicos, importantes para considerar dentro de la población. Para López Montaño, exdirectora del Departamento Nacional de Planeación (DNP), quien además ocupó el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, así como el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, “los efectos sicológicos −si la gente siente que su dinero perdió o ganó valor− también deben ser objeto de estudio, teniendo en cuenta las experiencias internacionales” (Medina & Padilla, 2018). El hecho de que una persona deje de recibir, por ejemplo, un salario de 1’500.000 pesos a un salario de 1.500 pesos puede llegar a afectar la forma en la que esta persona perciba sus ahorros y sus ingreso. El riesgo consiste, en tanto, tendría la impresión que se tienen menos ingresos y, por ende, se puede llegar a reducir la demanda agregada, así como la propensión marginal al consumo. De no controlarse lo anterior y extenderse a largo plazo, la economía podría entrar en un deflationary gap, brecha de recesión, lo cual, al igual que la inflación, tampoco es viable ni aconsejable para una economía.
Se incurriría también en costos de logística y pedagogía a una escala nunca experimentada ni por el gobierno nacional ni por el Banco de la República. De llegarse a aprobar el proyecto, se requeriría un plan de sustitución de efectivo, de capacitación y de pedagogía para que todos los estamentos de la sociedad colombiana entendieran las repercusiones del cambio. Adicionalmente, existe el riesgo de que, en un principio, los agentes económicos cometan “errores sistemáticos cuando realizan muchos cálculos financieros” (Vargas, 2002) En suma, existen costos como la transformación de softwares contables en la compañías, así como la modificación de listas de precios y menús que tendrán que ser asumidas por diferentes comerciantes [2].
Preocupa también que la percepción de los inversionistas extranjeros frente la situación económica del país cambie de manera drástica. Tal y como lo establece Vargas (2012), “pueden existir dudas de la culminación exitosa del proceso de normalización de la moneda en Colombia con todas sus consecuencias, dudas que podrían hacer que los inversores tanto nacionales como extranjeros postergaran sus proyectos de inversión”. Si bien se considera que la ausencia de inversión extranjera duraría lo que se extienda el periodo de transición, hay que contemplar que, según el Banco de la República, dicho período debe ser de 3 años. Lo anterior supone tres años en los que el país vería vulnerada su inversión extranjera directa, lo cual flagela los ingresos del país, así como el desarrollo de futuros proyectos, por ausencia de capital extranjero.
Divididos por tres ceros
Ahora bien, es necesario hacer hincapié en la posición que asumió la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria)[3], que decidió retirar su apoyo a la medida, después de realizar un exhaustivo análisis costo-beneficio, donde encontró que la “la medida resulta ser poco eficiente -y costosa-, tanto por los desafíos operativos como culturales que incorpora. Un sistema multimoneda como el que se derivaría de una nueva denominación sin tres ceros, resultaría no solo multi-ineficiente sino costoso en materia transaccional y constituiría un claro retroceso en la solidez y simplicidad para el ecosistema de pagos” (El Espectador, 2018).
Aunado a esto, Asobancaria considera que, debido al largo período de transición, planteado por el Banco de la República, no sería posible cumplir con la meta propuesta por Martínez Neira, en tanto que, en un plazo de 3 años, las economías ilegales encontrarían la manera de legalizar y cambiar su dinero a los ‘nuevos’ pesos.
Asimismo, los recursos invertidos en la eliminación de los 3 ceros representan un mayor porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), con un estimado de $400 mil millones, frente al que se le asigna a la ciencia y tecnología ($339 mil millones), así como también excede al presupuesto asignado a cultura ($396 mil millones) (Dinero, 2018). En este sentido, queda en entredicho la necesidad del proyecto impulsado tanto por la Fiscalía General de la Nación como por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, al considerar lo asignado a otros sectores.
Conclusión
Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, se hace imperante mencionar que el cambio monetario del peso colombiano hacia el ‘nuevo’ peso simplificaría la contabilidad al interior de las empresas y permitiría, en cierta medida, combatiría los dineros producto de actividades ilícitas, pero podría resultar en repercusiones tales como inflación, debido al efecto redondeo, sin mencionar los costos psicológicos que afectarían de manera relevante la demanda agregada, así como podrían también afectar diferentes comerciantes, quienes se verían en la necesidad de ajustar tanto sus precios como los softwaresde contabilidad que utilizan para manejar sus ingresos y egresos. Por lo tanto, se hace imperante un mejor estudio por parte tanto del gobierno nacional como del emisor central para determinar la magnitud de dichas consecuencias en comparación con los beneficios que se obtendría del proyecto.
[1]“Se considera que el período de transición, durante el cual circularán de manera simultánea billetes y monedas de la actual y de la nueva unidad monetaria, debe ser de 3 años. Se considera que el año 2020 es el momento oportuno para iniciar el período de transición, dado que en ese año habrá terminado el reemplazo de los billetes de la antigua por la nueva familia” (Banco de la República, s.f.).
[2]“Dentro de los aspectos negativos reconocidos por el jefe de esta cartera está la eventual afectación en aquellas empresas que manejan listas precios y menús, los restaurantes, por ejemplo. Para ellos el costo se verá reflejado en la impresión de los nuevos formatos para informar a sus clientes el precio de cada uno de sus productos” (El Espectador, 2018).
[3]Asociación representativa del sector financiero colombiano integrada por los bancos comerciales, nacionales y extranjeros, públicos y privados.
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