1 de septiembre de 2014
Canadá, entre la Miel Maple y el Petróleo
Por: Ana María Arango D.
Desde hace cerca de ocho años, el gobierno estadounidense está estudiando la conveniencia de aprobar la construcción de un oleoducto, el Keystone XL, que transportaría petróleo desde Canadá hasta el Golfo de México.
Mientras la administración de Barak Obama se debate entre las ventajas económicas de comprar el petróleo a Canadá (lo que le permitiría disminuir su dependencia del de Venezuela) y la fuerte oposición de los grupos ecologistas, los canadienses se aburrieron de esperar.
En junio de 2014, el Primer Ministro canadiense, Stephen Harper anunció la construcción de un enorme oleoducto que conectará los yacimientos de Athabasca en Alberta, con un puerto en la costa pacífica de ese país. El Northern Gateway, que con sus 1.177 kilómetros atravesaría el país de punta a punta, permitirá la exportación del crudo a los países asiáticos, especialmente a China.
El Oro Negro de Canadá a China.
Las reservas de petróleo de Canadá son las terceras del mundo, con una capacidad de 170 mil millones de barriles del crudo (solamente superadas por las de Arabia Saudita y Venezuela), pero actualmente solo logra extraer dos millones, con lo que su industria se encuentra muy por debajo de las de sus competidores.
Con su estructura actual, el petróleo canadiense apenas logra participar del 4% del comercio internacional del crudo, el cual exporta en un 97% hacia los Estados Unidos.
Según Harper, la construcción del Northern Gateway, permitirá a Canadá disminuir su dependencia del comercio con Estados Unidos diversificando sus exportaciones de petróleo a otros países y triplicar la producción nacional del crudo para 2035.
El proyecto, estima que más de medio millón de barriles serían transportados diariamente desde Alberta hasta la ciudad de Kitimat en la costa pacífica, donde unos 220 buques cisterna los distribuirían a los países asiáticos.
China también esta entusiasmada con la posibilidad de importar petróleo canadiense. La necesidad del gigante asiático de suplir su creciente demanda, ha llevado a que en los últimos años empresas estatales de ese país, invirtieran cerca de 40 mil millones de dólares en proyectos energéticos.
Lo que parecería ser un negocio de beneficio mutuo (al menos así lo ha manifestado en varias oportunidades el conservador gobierno Canadiense) dista mucho de ser una realidad, ya que organizaciones de la sociedad civil canadiense, se oponen férreamente al proyecto; entre ellas organizaciones indígenas de la Columbia Británica que tienen derechos legales sobre el suelo que el gobierno piensa intervenir con el oleoducto.
Una Mancha Negra.
Contrario a lo que piensa el conservador Primer Ministro canadiense, las organizaciones ambientales e indígenas y los principales partidos de oposición (el Liberal y el Nuevo Partido Democrático) se han opuesto radicalmente al proyecto.
Cualquier extracción minera genera riesgos ambientales, pero las características propias de los yacimientos canadienses hacen que su producción diste mucho de ser limpia, incluso si se utiliza la más moderna tecnología.
El petróleo de Alberta, se encuentra mesclado con arenas bituminosas, por lo que después de un complicado proceso de extracción el resultado es una masa viscosa; a diferencia del petróleo de posos, el de arenas bituminosas requiere un tratamiento a cielo abierto, a través del cual la masa extraída de los yacimientos es extendida sobre grandes extensiones para ser tratada con una preparación de agua y químicos que permite separar el petróleo de la arena y la arcilla con las que está mezclado.
El proceso entonces es mucho más costoso que el de extracción de petróleos más líquidos como los de Arabia Saudita o Venezuela, y los niveles de contaminación del mismo son por mucho, superiores.
Adicionalmente las organizaciones ambientalistas aseguran que los yacimientos de petróleo canadienses se encuentran bajo 140.800 kilómetros cuadrados de bosques, en una zona costera fundamental para numerosas especies. La extracción del crudo implicaría no solamente la deforestación de los bosques, sino además la destrucción del ecosistema que se vería afectado por la contaminación producida por las sustancias químicas utilizadas.
Adicionalmente la construcción misma del terminal y el alto tráfico de embarcaciones petroleras implica riesgos adicionales para el ecosistema, hábitat entre otras, de la ballena jorobada.
No hay nada perdido… ni ganado.
La construcción del Keystone XL ya fue aprobada por el gobierno Canadiense, sin embargo las organizaciones políticas y sociales de oposición han anunciado acciones legales para impedirlo.
La lucha de estas dos corrientes en Canadá, refleja el dilema que enfrentan diariamente los ciudadanos y gobernantes del mundo en todos los niveles.
A nivel internacional se han alcanzado logros importantes que buscan frenar la degradación ambiental que sufre el planeta, entre ellos la Declaración de Kioto sobre cambio climático. Sin embargo, su aplicación depende de la voluntad de los estados.
De una parte Estados Unidos que no ha ratificado la convención, aplaza indefinidamente por y cuestionamientos ambientales, la construcción de un oleoducto internacional que le permita comprar el petróleo canadiense; y de otra, Canadá quien había ratificado el Protocolo, se sale del mismo para favorecer la explotación del crudo.
Los ciudadanos del mundo entero deben sopesar el costo-beneficio de los proyectos que impulsan los gobiernos y las empresas y como consumidores deben definir que compran y que no.
Es necesario entonces recordar que mientras exista la demanda, surgirá la oferta, así que con el simple hecho de comprar un producto, se está tomando una posición ideológica: consumo o protección.
Recomendados:
La Crónica – Canadá autoriza oleoducto al Pacifico
BBC Mundo – El polémico crudo de Canadá que muy pocos quieren