25 de abril de 2018
Jóvenes: ¿Desesperanza de cara al futuro?
Por: John Rivera y Martin Sánchez
Los jóvenes le apuestan al fin de la libertad, el respeto y los derechos, y, por ende, al fin de la democracia.
La formación de los jóvenes es fundamental para la construcción de una ciudadanía que contribuya a una mejora en sociedad, y esto no solo en el aspecto económico o profesional, sino también, humanizando la convivencia y fomentando valores democráticos como la libertad, respeto, y autonomía. Sin embargo, en Colombia, el 73% de los jóvenes estarían de acuerdo con la implementación de una dictadura según el Estudio internacional de educación cívica y ciudadana – ICCS. Esta cifra revela la percepción pesimista que tienen las nuevas generaciones respecto a temas como derechos humanos y la ética.
La educación de los jóvenes es parte fundamental de la construcción de sociedad, no obstante, la normalización de faltas éticas socavan los valores democráticos.
Formando Jóvenes Democráticos
Dentro de las universidades ocurren diversos tipos de procesos académicos y sociales. Los jóvenes ingresan a la educación superior entre los 17 y 20 años mientras se encuentran en una transición de la adolescencia a la adultez y se convierten en ciudadanos con una serie de derechos y deberes políticos adicionales. Esto significa que los jóvenes atraviesan procesos de descubrimiento y construcción de posturas críticas de la sociedad para orientar su accionar e intervenir en las realidades sociales, culturales y políticas.
Como lo dice Jiménez Barbosa: la universidad debe ser un componente que “conlleve a la formación de profesionales y, ante todo, ciudadanos, que estén en posición de transformar las estructuras de la sociedad”. Esto quiere decir que la educación y el acceso al conocimiento deben facilitar los espacios para que la comunidad académica se manifieste en diversas formas, y que la postura que los jóvenes adopten frente a determinados temas repercuta en la opinión pública y en toma de decisiones políticas. Esta repercusión llega al punto en que “Alrededor de 12 millones de jóvenes están habilitados para sufragar en Colombia; es decir, con solo los votos de los jóvenes se podría elegir al próximo presidente de nuestro país” (Ardila, 2018).
Pero la educación no solamente otorga herramientas para el ámbito profesional o académico, también debe contribuir a la formación de competencias ciudadanas que son fundamentales para aprender a relacionarse con los demás y para construir una sociedad más democrática. El mismo estudio del ICCS afirma que el nivel educativo influye profundamente, en la perspectiva que tienen los jóvenes sobre política y democracia, así “el mayor apoyo de los estudiantes a los estados autoritarios está relacionado con el nivel inferior de conocimientos cívicos, y viceversa”.
Resignados y Dañados
Por otra parte, si bien las universidades aportan en gran medida al debate sobre democracia y sociedad, en Colombia solo el 48% de los jóvenes acceden a la educación superior (Malaver, 2016), es decir, hay un 52 % de jóvenes que pueden participar en política y no se valen del acceso a la educación para ello. Es allí donde otros factores como la corrupción y la percepción de eficiencia de los mecanismos democráticos, generan influencia en la perspectiva de los jóvenes, de tal forma que, según El Barómetro de las Américas, el 70% de los jóvenes aseguran que sus opiniones no son tenidas en cuenta por los políticos.
Es infructuoso pedir a los jóvenes que promuevan una sociedad democrática cuando la experiencia les ha incitado a desconocerla; muchos de ellos, no creen que tener voz para la solución de conflictos y su rechazo del sistema tiene raíces en la corrupción. Esta problemática, que permea buena parte de los procesos relacionados con Estado y el gobierno, se traduce en que, más allá de las necesidades de la población, quienes detentan el poder lo utilizan para beneficio particular. Respecto a esto, Rodolfo Arango manifiesta que: “El hecho de que seamos una de las sociedades más desiguales del mundo, que el Estado esté cooptado por intereses privados legales e ilegales, que además sea un Estado débil en gran parte del territorio crea un entorno propicio a la corrupción”, lo más grave de esta problemática es la naturalización de estas prácticas entre los jóvenes. Según El ICCS, para el 35% de los jóvenes es aceptable que los funcionarios públicos se beneficien personalmente de los recursos del Estado y que los candidatos a cargos públicos ofrezcan dádivas a cambio de votos. Esta falta de valores éticos desencadena que naturalice también la coartación de libertad y autonomía y el irrespeto a la ley. La ausencia de estos valores, conlleva a la destrucción de la democracia.
Es evidente que en la actualidad la educación debe intervenir para formar profesionales críticos e íntegros, sin embargo, es innegable que las vivencias de los jóvenes en una estructura social que ha comprometido la defensa de los derechos básicos de las personas y que naturaliza el proceder no ético, genera profundas dudas en su eficiencia ¿Querrá decir esto que los jóvenes prefieren un gobierno absolutista completo antes que una democracia a medias?
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