9 de abril de 2015
¡En sus marcas…listos…!
El ser humano en su naturaleza de supervivencia, siempre busca ganar económicamente un mayor beneficio y políticamente una posición de poder. El campo de la política le permite al hombre asegurar, de cierta manera, dicha supervivencia. A través del ejercicio como empleados públicos elegidos, en la mayoría de los casos, democráticamente por elección popular. He aquí donde empieza el juego de la campaña política previa a las elecciones. En víspera de las que tendrán lugar en Colombia el próximo octubre.
Los ciudadanos son jugadores en un tablero, en donde el candidato acomoda las reglas. Algo así como un partido de ajedrez entre hermanos, donde el menor confía en lo que su hermano mayor le dice. El principal objetivo de las campañas políticas es dar a conocer un candidato y convencer a los electores de que es la mejor elección es, en otras palabras, decirles cómo jugar. Se podría acomodar aquí el famoso refrán que reza “Dime con quién andas y te diré quién eres”, con un leve cambio a:”Dime cómo eres y así me gobernarás”. Pero, ¿Qué pasa si eso que me dices ser no es lo que eres?El objetivo final es ganar las elecciones. Para esto los candidatos tienden a manipular la información brindada, de manera que los electores terminan escogiendo una propaganda o un slogan, en vez de un plan de gobierno.
Durante la VI Cumbre Mundial de Comunicación Política, que tomó lugar en México, distintos consultores especializados en esta área, enfatizaron en la importancia de clasificar la información que se da durante el periodo de campaña. La importancia radica en dos cuestionamientos: cuál es el interés del pueblo y qué quieren escuchar decirle a su candidato preferido.
Estrategias como el storytelling y el microtargeting hacen que sea más fácil para el candidato conectar con los votantes. La primera, se concentra en narrar historias para mover emociones más que razones. El perfecto ejemplo de esto es el ex-Presidente Álvaro Uribe Vélez cuyo discurso estaba organizado por personajes, un héroe lleno de valores que simpatizaba con las realidades de los demás, un villano que variaba entre persona o institución (dependiendo del público al que se dirigía), una víctima y un conflicto.
La segunda, el microtargeting busca, a través de las encuestas de percepción de los votantes, saber qué es lo que quieren escuchar los votantes. Dividiendo el voto por sectores, el candidato se puede dirigir específicamente a una problemática o situación que más acongoja a los habitantes. No necesariamente el candidato tendrá como prioridad la solución a esta, pero en ese momento el resultado de la encuesta le arroja cómo ganar a esos votantes.
Algo así como en la última campaña de Juan Manuel Santos cuando la imagen de la paz estaba en deterioro; por tanto, se implementó el símbolo de la paloma de la paz y la difusión de cifras sobre cómo sería una Colombia en paz. Revista Semana publicó una imagen que ilustraba esto: los 27,7 billones, que corresponden al 17,9 por ciento del presupuesto nacional, destinados a defensa y conflicto armado se podrían invertir en otros sectores. Verbigracia, en cultura 80.000 veces superior, deporte y recreación 101.000 veces superior y un empleo público 120.000 veces superior. De esta manera, los votantes empezaron a relacionar la paz con algo más concreto que un diálogo distante.
Desde el punto de vista de la consultoría política no está mal el uso de estas dos herramientas, puesto que son estrategias que se desarrollan durante la campaña. El inconveniente estriba en que los votantes no nos quedemos únicamente con una historia conmovedora o una emotiva propaganda. En este juego nadie nos dice lo que queremos oír sin esperar algo a cambio. Luego los vemos en las alcaldías, gobernaciones, congreso y demás cargos públicos defendiendo, en la mayoría de los casos, sus propios intereses. Esto se debe a la falta de cultura del electorado, pues, en este caso, conmueve más la imagen que las propuestas concretas; lo que está escrito y es publicado en los portales de los candidatos. Entonces, no podemos quedarnos solo con lo poco que escuchamos, no estamos escogiendo una reina de belleza a las que evaluamos con la respuesta de una pregunta. Escogemos a los que administrarán nuestros bienes públicos y deberíamos seleccionarlos con verdadera rigurosidad, para que tengamos derecho a criticar justamente.