23 de abril de 2015
Reloj de Arena: en busca de un tiempo para la cultura
Por: Adriana Rodríguez S.
Jorge Consuegra escribió hace tres años un artículo que tituló “Las revistas culturales nacen… para morir”. Y es que con la llegada del siglo XXI la mayoría de los suplementos culturales de los periódicos nacionales cerraron para darle cabida a asuntos más comerciales, pero menos constructivos para el espíritu y el intelecto. Pese a este oscuro panorama, un grupo de jóvenes quijotes se dieron a la tarea de iniciar un proyecto un tanto dantesco, pero que ha tenido eco y buen recibo entre quienes anhelan publicar sus poemas, sus pinturas, fotografías, vídeos, novelas… Lo que nació como la idea de una revista hoy es una fundación: Reloj de Arena es, sin duda, una publicación y una plataforma que impulsa el talento nacional e internacional juvenil.
El cultus perdido
Si se busca la razón por la cual las publicaciones dedicadas a la cultura tienden a desaparecer, habría que buscarla primordialmente en dos aspectos que están entrelazados: el apoyo económico que requieren para subsistir y la indiferencia que prevalece hacia los temas culturales. No se podría afirmar que se debe a aspectos como la iniciativa, pues la historia, por lo menos la de Colombia, tiene ejemplos significativos de publicaciones que nacieron y que dieron la batalla, incluso, en plena agonía. Durante el siglo pasado, hubo variopintos ejemplos como los del semanario La Gruta, las revistas Panida, Voces, Eco y la revista Mito, a quien el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional le rindieron un homenaje en enero de este año, por su legado cultural.
Pero más allá del factor económico, este podría aparecer en la medida en que hubiese interés hacia la cultura. La sociedad tiende a ver como ajeno lo que no es popular. Lo popular es lo que se reconoce más frecuentemente como una fracción de la cultura. De ahí que sean más conocidos y reconocidos figuras del vallenato, que artistas como Débora Arango, la pintora paisa ícono del arte femenino, que por vendettas políticas y religiosas quedó sepulta en el olvido y vuelta a la vida al final de esta. Así que el porqué no se conoce a Débora Arango habría, a su vez, que buscarlo en la ínfima inquietud y educación que prevalece en la casa, la escuela y en la universidad frente a otros ámbitos que atañen a la cultura, más allá de la fugaz moda.
Con pulso de relojeros
Pese a un escenario poco halagüeño, nace un sueño. Un sueño que deviene del interés de Jorge Cristancho, para que su hermano, el escritor Felipe, publique. A ellos se unieron dos soñadores más: Daniel Acuñan y Pablo Obando. Así que articulando esfuerzos, quimeras y talentos nació Reloj de Arena. Una publicación que “busca ser puente entre lo que quiere ser visto y el que quiere ver”. Este grupo de jóvenes universitarios, de profesiones diversas, iniciaron con el ánimo de hacer una revista, en la que diferentes artistas tuvieran la oportunidad de ser visibilizados. Pero en el transcurso de un año, Reloj de Arena pasó de ser una revista para convertirse en una fundación que pretende servir de plataforma, además, para grupos musicales y productores visuales.
Así que con gran entusiasmo, Jorge afirma que difundir la cultura es posible desde que exista talento, esfuerzo y gusto. “Se puede vivir claramente de la cultura, se puede hacer de ella una empresa autosostenible, que te brinde calidad de vida. En definitiva, no hay nada mejor que hacer lo que a uno le gusta, y si uno lo hace bien, siempre habrá retribución. Ese es un principio de vida”.
Reloj de Arena, entonces, es una fundación que tiene una publicación — con el mismo nombre— que tiene a su haber 13 colaboradores hoy día, entre filósofos, comunicadores sociales, literatos, politólogos, ilustradores y expertos en artes visuales. Y aunque no se crea, un ingeniero electrónico que es Jorge, el gran promotor de esta dinámica cultural. Este joven de 28 años rechazó un cargo promisorio en Ecopetrol, por seguir un sueño cultural. Pues él entendió que “hay un centenar de artistas que están ávidos de reconocimiento, pero no tienen cómo hacerse conocer y, además, tienen mucho talento. Nuestra fundación está hecha para ellos”. A veces, la cultura o mejor el ámbito cultura “es una élite muy cerrada, que solo permite el acceso de unos pocos”. Reloj de Arena, por su parte, quiere que todo aquel que tenga talento sea visible. Por ello, convoca a todos aquellos artistas que tengan vocación y ansias de hacer notorio su arte para que participen en sus convocatorias. La próxima, verbigracia, cierra el 2 de mayo. A la cual se pueden sumar todos aquellos que quieran publicar una novela.
Reloj de Arena pretende llegar a todos los jóvenes de colegios y universidades que tengan emprendimiento artístico. Y deja claro que aunque los comités de selección sean exigentes, ello no quiere decir que no puedan seguir participando en las convocatorias. Reloj de Arena está convencido de que “quienes tienen talento deben trabajar en él y cultivarlo”. Así que no vale la pena sentirse rechazado, pues para los mejores está hecho Reloj de Arena.