6 de diciembre de 2014
Brasil: los retos de Roussef II
Por: Natalia Granados
Sin lugar a dudas el mundial de fútbol de este año, llevado a cabo en Brasil, terminó siendo, como muchos lo predecían, la gota que iba a rebosar el vaso endeudado y en crisis de la economía brasileña. Los millones de dólares invertidos no solamente en la celebración de los 64 partidos sino además las adecuaciones en infraestructura, llevaron a la recesión anunciada por la cual está pasando Brasil actualmente. Hecho que está anunciando un cambio rotundo para la política del país y un reto para una presidenta que se enfrenta con una economía en graves problemas aunado a una inconformidad generalizada de sus nacionales.
Un Mundial no deseado
En el momento en el que Brasil fue escogido como sede por la FIFA para llevar acabo el Mundial de Fútbol 2014 la noticia parecía ser de gran importancia, posicionando una vez más a Brasil como país líder de la región en cuanto a desarrollo y crecimiento económico. Sin embargo, eran épocas de crecimiento e índices sanos pero con la particularidad de no contar con proyecciones positivas. Meses antes de la tan esperada inauguración del evento, Rousseff empezó a registrar pérdidas de popularidad por las grandes inversiones de dinero hechas en adecuaciones de estadios, vías y construcciones en curso, todas obras financiadas por el gobierno que aumentaron el gasto público y descuidaron los problemas sociales que estaban sucediendo dentro del país. El resultado del PIB para el segundo trimestre índico una caída de 0,2 a 0,3 puntos porcentuales como resultado del aumento de días festivos concedidos a los trabajadores durante el mundial, esto en conjunto con un alza en la inflación fueron los primeros indicios de que algo estaba mal.
Brasil en recesión
El 29 de agosto, días después de la muerte del candidato presidencial Eduardo Campos, hecho que impactó en gran medida al principal índice bursátil de la Bolsa de Brasil, el BOVESPA registró una caída de 120 pbs (puntos básicos) y se anunció que la economía de Brasil entraba en recesión por primera vez desde hace cinco años. Este evento que no se había presentado desde la crisis del 2008, deja entrever un Brasil cuyo PIB registró para el periodo de abril a junio una caída del 0,6%, contracción mayor que la pronosticada por expertos y resultado de una inflación al tope del rango propuesto. Toda esta bola de nieve sin control que venía creciendo desde el segundo trimestre del año, ha llevado a una pérdida de status internacional de Brasil reflejada en la disminución de su calificación de deuda dada por Standard & Poor´s, bajando un nivel y llegando a BBB—.
Es una recesión generalizada que ha sido producto de deterioros en los índices de todos los sectores, incluyendo un aumento en el déficit del presupuesto público que en julio fue mayor que su mínimo histórico de diciembre del 2008. Un panorama nada agradable de la economía brasilera que está pasando sin lugar a dudas por un momento de desequilibrio que si no es controlado ni solucionado, podría llegar a desatar una recesión total y en ultimas, una crisis interna de tipo social y político que tendría repercusiones negativas para la región.
El reto de Roussef 2
La noticia desafortunada de la economía de Brasil en recesión ha sido un trago amargo para la actual presidenta Dilma Rousseff. No obstante, el ambiente político que se ha generado desde la muerte de Campos y postulación de Silva a la presidencia se está reflejando en el BOVESPA que tuvo una caída de 132 pbs el pasado 4 de septiembre, justo después de que los sondeos mostrarán un empate técnico entre las dos candidatas (Rousseff y Silva) para la primera vuelta. La reelección de la jefe de Estado brasileña ha clarificado el panorama politico pero no ha permitido resolver todas las dudas.
En efecto, la economía no muestra signos de mejora. Las acciones de empresas estatales siguen con una tendencia bajista. Por ejemplo, el Bando do Brasil bajó 4,36% y Petrobras que sigue lidiando con escándalos de corrupción, adoptó la misma tendencia del BOVESPA. Este ácido ambiente tanto económico como político representa un gran reto para la mandataria. Brasil pide a gritos un cambio de curso, deberá aprovechar y profundizar en los pocos campos que siguen estables como lo es el desempleo que no ha aumentado en gran medida, los salarios que continúan constantes y controlar la inflación para evitar un deterioro mayor.
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