14 de julio de 2015
Una pregunta, tres tabacos y mis propias respuestas
Por: Nicolás Hernández Ospina
Por ahí dicen que no hay brujas, pero que las hay, las hay… la primera que conocimos, sin lugar a dudas, fue la mamá. Encantadoras brujitas que atinan lo que nos va a suceder. Tienen tal precisión que asustan. Con el paso de los años, y la sabiduría popular que ronda— más allá de las creencias religiosas— para muchos la curiosidad brincó como un gato y nos llevó a experimentar lo que muchos no se atreven a confesar: “Fui donde una bruja de verdad”. Y es que la necesidad de saber qué nos depara el destino en el amor, la vida profesional y el dinero nos lleva a buscar respuestas en los lugares menos esperados. Esta es mi experiencia. Juzgue usted si son brujas de verdad.
“Ve, se lo dije”
Cómo olvidar esos momentos cuando éramos pequeños y nuestras mamás, con ese don de videntes, doctoras, policías y casi que “brujas”, nos decían: “Ojo que se va a caer”, “no coja por ahí que eso fijo fijo le pasa algo”, “Yo sé muy bien por qué se lo digo, esa muchachita(o) no le conviene”.
O cuando estábamos jugando y por cosas de la vida, como se dice comúnmente, nos caíamos y llegábamos aporreados a la casa, con esas heridas que duelen más por la poca sangre que sale de nosotros, acompañada con esa voz de amigo de “uhhhh, qué totazo”. Y nuestra mamá, con el asombro de ver a su hijo(a) lastimado nos decía “si ve, yo sabía, yo sabía… Le dije que algo le iba a pasar por andar por allá en la calle”, y seguía con la mirada fija en la poca sangre que para ella representaba una herida casi mortal que ponía en riesgo la integridad del que siempre será su bebé.
Quizás sea de esta manera que comenzamos a interesarnos en lo que no es evidente, en todo aquello que de alguna manera, nuestras mamás sin saberlo, atinaban. ¿Pero por qué a mí?, ¿Cómo hizo mi mamá para saber que esto me iba a pasar?, éstas y más preguntas al menos una vez se nos pasaron por la cabeza sin obtener respuesta alguna o tan solo la idea de que mamá es mamá y por eso sabe o como dice aquel viejo refrán “más sabe el diablo por viejo que por diablo” y así nos conformábamos continuando con nuestra vida.
Pero en este artículo de seguro no encontrarás aquella respuesta que ni mamá responde, en realidad yo tampoco sé si las brujas existen o por qué pasan las cosas, puede ser causante del poder divino, si se tiene alguna creencia religiosa, porque sí y punto o porque así es la vida y la suerte, las cosas pasan y ya, si no tienes afinidad alguna con cualquier creencia y vives el día a día.
Pero, ¿Estaría dispuesto a pagar por saber algo de su futuro o conocer el nombre de aquella persona causante de todos los males por los que está atravesando?, ¿Cuánto pagaría? Puede que no pague nada, para que gastar así la plática que se demoró bastante en ganar, pero y si fuera gratis, ¿lo pensaría, no es cierto?
La curiosidad…mató a…
Yo pensaba que nunca pagaría, hasta que en una clase se habló del tema, entre la profesora y demás asistentes de la clase, que por una hermosa razón del destino eran solo mujeres. Ellas comenzaron a debatir el tema de la autosugestión, de aquellas historias que todas conocen por vivencias personales o por que escucharon hablar y que parecen salidas de ultratumba y, de otros aspectos de lo que se conoce como brujería. De esta manera, con su peculiar sentido de contar a manera de chisme, con ese picante y misterio que se genera al hablar de estas historias, se me despertó la curiosidad de conocer un poco más sobre el tema, o quizás solo ir a que me lean las cartas, el tabaco, café, entre otras cosas, para saber cómo es y qué me dirían.
No fui solo, no sé si por temor o complejo de camaradería que tenemos las personas al hacer una “vuelta” de este tipo. Me acompañó un amigo, el cual estaba más emocionado que yo y no veía la hora de que le dijera cómo será su futuro de manera clara y concisa. No fue muy difícil encontrar a alguien que nos referenciara con una señora que lee el tabaco y lo mejor, barato, como nos gusta a los colombianos.
“Vean yo conozco una señora que lee el tabaco, siempre he ido, desde que estoy en el colegio y, por diferentes razones, al comienzo si me dio susto, pero ahora me la paso allá –riendo-. A veces voy sola, otra con mis amigas, pero vayan que es chévere y curioso, además la señora es medio rara y te dice cosas que de verdad te pasan”. Fue la manera en la que “Caropi” (apodo de una amiga cuyo nombre no quiere que sea revelado) nos habló de ella, la mujer que todo lo sabe. “No sé la dirección, pero es muy fácil llegar y no es para nada caro. Al fin y al cabo les van a decir muchas cosas de ustedes y de su futuro, vale la pena ir” añadió.
Era un lunes en la tarde, había llovido un poco en Bogotá y no necesitaban ser las 10 de la noche para que la oscuridad se adueñara de la ciudad. Esa oscuridad acompañada del frío capitalino que acostumbra a recorrer las calles con un leve viento que te penetra los huesos. Pero la ciudad no estaba sola, como solo pasaría en las películas de suspenso de Hollywood. No, en Bogotá como de costumbre, los millones de vehículos que a diario transitan por la ciudad se encargan de hacer de faroles para iluminar las calles y deleitarnos con el sonido que cada uno de ellos hace con su pito.
Sin embargo, en el camino hacia aquella casa, cuya dirección no conocíamos, pero sí teníamos muy buenas señas para llegar, la ansiedad o el propio suspenso generado al saber que caminábamos hacia la casa de ella, la mujer que según “Caropi”, todo lo sabe y que es conocida como Diosa, nos hacía sentirnos solos, como si en realidad faltaran dos horas para la media noche en la capital del país.
Finalmente llegamos a la casa. No era como la imaginábamos, era una casa normal, como cualquier otra casa de familia en el barrio Polo sobre la calle 80 y la NQS. Timbre yo, mi acompañante no estaba tan entusiasmado de entrar en ese momento como días atrás. Salió una mujer de edad, alrededor de 65 o 70 años, tenía una apariencia normal como cualquier señora de su edad, pero con ese toque antiguo como si se hubiera detenido en el tiempo y su ropa o manera de mirar fueran propias de los abuelitos de nuestros padres.
En la dicha casa de dos niveles, color blanca con rejas grises y un pequeño jardín a la entrada, pero no muy bien mantenido por llamarlo de alguna manera, no solo quedaba su lugar de trabajo, sino también la residencia de ella, de “Diosa” y toda su familia.
Entramos, pasamos por la sala, comedor y un largo corredor, sin detenernos a observar dichos espacios, por el simple temor e inseguridad que teníamos e intentábamos ocultar. Ella caminaba frente a nosotros guiándonos hasta un oscuro patio trasero. Parecía una trinchera militar en realidad, estaba rodeado por unas mantas en las paredes de color verde oscuro y una infinidad de objetos que no eran fáciles de identificar, desde cuadros hasta plantas de diferentes formas y tamaños, como si nos encontráramos en la plaza de mercado comprando alguna planta medicinal. Él, mi amigo, entró primero, demoró un poco menos de 20 minutos, mientras que yo lo esperaba sentado en una poltrona vieja pero bien cuidada, de color café afuera del patio.
Solo pensaba, ¿Qué le estará diciendo? ¿Qué hago yo acá, ni siquiera creo en esto y además voy a pagar? Pero bueno, tocó mi turno, entré y “Diosa” estaba esperándome sentada en su amplia silla, frente a una mesa un platón con hojas de diferentes colores y texturas, me senté y encendió dos tabacos, los cuales ella fumaría al mismo tiempo y comenzaría a leer mi presente y futuro. Me habló de todo aquello que yo quería saber, pero sin detalle alguno.
El amor del pasado, más presente que nunca
¿Por qué está acá? Fue la primera pregunta que me hizo, como queriendo inducirme al camino que ella conoce y quería llevarme. Por curiosidad, fue mi respuesta, quería saber cómo es y que tiene usted para decirme. Pues es así como lo está viendo, ¿pero ya que está acá, de qué le gustaría saber, es alguna mujer del pasado que no lo deja en paz? Me preguntó con un tono casi afirmativo.
Posteriormente, comenzamos a dialogar de mis amores pasados y mis relaciones presentes, me decía que mi manera de ser con las mujeres me había traído complicaciones en las relaciones y que tenía una mujer en mi pasado que aún seguía muy presente en mi vida. Yo, sin creer, sin pensar ni un segundo que pudiera pasar, comencé a autosugestionarme, a recordar amores y por obvias razones a ella, la mujer de quien “Diosa” hablaba y que acertadamente estaba presente en mi diario vivir, pero que hasta ese momento yo, la veía tan solo como un amor pasado y una compañera de clase.
Así transcurrió por otros 20 minutos y salimos del lugar. Pagamos treinta mil pesos al finalizar las “consultas” y ella, con un rostro seco, sin expresión alguna, nos acompañó a la salida y nos despidió. Caminamos un par de cuadras en silencio, pensando en lo que nos había dicho la mujer en ese corto, pero curioso periodo de tiempo y al cabo de unos 10 minutos, llegando a la estación de trasmilenio Polo, no nos aguantamos las ganas de preguntarnos el uno al otro ¿qué le dijo?
La curiosidad, pudo más que la necesidad y la autosugestión, el querer saber algo que no está en nuestras manos, nos hizo no solo pagar una pequeña suma de dinero, sino reflexionar y cuestionarnos sobre nuestra vida. Sobre las personas que nos rodean y pensar si en realidad algo de lo que ella nos dijo en su momento era cierto y ¿Por qué nos estará pasando?, ¿Por qué yo, después de más de 3 años aún la sigo teniendo tan presente, será que aún la amo? Son preguntas que nunca me hice en mi vida y que a partir de ese entonces tengo dando vueltas en mi cabeza y sin encontrar respuesta alguna. Seguramente, tenga que volver a aquella casa familiar, en la que ella, “Diosa”, trabaja, para que me pueda dar las respuestas a aquellas preguntas que ella misma puso a retumbar en mi cabeza.
No es solo “Diosa”, la única persona que realiza este trabajo en la capital colombiana. Como ella hay cientos. Solo basta con buscar en internet sobre el tema para que aparezca toda una lista de individuos encargados de hacerte pensar sobre tu vida y que seguramente más de una persona visita con frecuencia, esperando encontrar respuestas que ni la religión o peor aún Google, nos puede ofrecer.
Pero, si definitivamente, no encuentra a quién recurrir para obtener bien sea, una lectura de cartas, tabacos, café, lluvia estelar, entre otros, solo basta con preguntarle a la persona que se encuentre a su lado, si conoce a alguien que haga este trabajo o que conozca a otra persona que si haya ido, para obtener más de una réplica y poder comenzar a dar respuesta a todo lo desconocido que lo rodea o simplemente, como era mi caso, ir por curiosidad.