21 de diciembre de 2015
Una corona sin brillo
Por: María Camila Ruiz Giraldo
Durante tres días, Cartagena se convierte en todo un carnaval. Los hoteles se llenan completamente y los eventos relacionados con el reinado monopolizan la ciudad durante este periodo de tiempo. El Concurso Nacional de Belleza niega en varios aspectos lo que realmente significa Colombia: el multiculturalismo, los colores de las mujeres y las medidas reales de las colombianas.
Colombia es un país dado a los concursos de belleza. Los hay de todo tipo y de diferente importancia, desde las más pequeñas veredas hasta las grandes capitales son lugares de encuentro para las galas de estos eventos. Fue hace 80 años cuando Ernesto Carlos Martero, decidió institucionalizar el Concurso Nacional de Belleza en Colombia. Una competencia en la que se dice escoger a la mujer “más bella” de todo el país.
Aquí comienza el show de la belleza y la ignorancia…
Cada mes de noviembre llegan como de costumbre a Cartagena un grupo de mujeres que representan a cada uno de los departamentos del país y se exponen bajo la mira de cientos de periodistas ansiosos de que comience el show del año. Para nadie es un secreto que este espectáculo le gusta a la mayoría de los ciudadanos, sin embargo, existe un cierto número de colombianos que argumentan no sentirse representados por un busto grande, unas piernas perfectas y una sonrisa y mirada angelical.
Esta institución dirigida ahora por Raimundo Ángulo, se ha visto expuesta a la crítica; dentro de las más fuertes se encuentra la lucha de fuerza y poder entre los personajes más oscuros del país (narcotraficantes, empresarios y políticos), que ven a estas jóvenes como un producto más de subasta.
Este es un concurso que deja en entredicho la ignorancia de la mente de los colombianos. Desde los hombres que solo morbosean a las chicas que salen a caminar en pasarela en un sexy vestido de baño, hasta las personas que ven la velada de elección y coronación solo con el fin de burlarse de las respuestas de las “tontas lindas” que aparecen en pantalla. Algo que puede sonar hasta paradójico, pues mientras los colombianos se ríen de sus propias mujeres, el mundo entero se ríe de los resultados obtenidos por nuestro país en las pruebas PISA.
Negocio rentable que desvía las problemáticas sociales
Cuando una de estas mujeres obtiene la corona e inicia su periodo de reinado, realmente su papel como mujer se ve vetado y se convierte en un ser que solo obedece. La mayor parte del tiempo lo pasa en la preparación de un concurso internacional, realizando campañas comerciales a manos de importantes empresarios capitalistas (en su mayoría hombres). Además casi siempre se le ve sonriente al lado de gobernantes y presidentes, alzándose en una voz de deseo de paz mundial, que con el tiempo no será más que un eco en el vacío.
Parece ser que para los dirigentes del país, el ingreso que genera un evento de estas características es más importante que los problemas sociales que tiene el país. Así lo demostraron en 1955, cuando se realizó el reinado a pesar de la dura sequía que sufría Cartagena, y el agua que se requería para que las 14 candidatas se bañaran fue traída desde Barranquilla en camiones. De igual forma los medios de comunicación también le dieron mayor cubrimiento a un reinado de belleza, que a una de las tragedias más devastadoras, como lo fue la tragedia de Armero en 1985.
Por otro lado, estos encuentros generan una serie de estereotipos entre las mujeres especialmente las adolescentes y adultas jóvenes, quienes hacen hasta lo imposible por alcanzar estos prototipos de mujeres perfectas (90-60-90). La cirugía plástica ha sido uno de los caminos más fáciles para lograr este objetivo, pero a su vez es una de las principales causas de la muerte de mujeres en el país y en el mundo. Cabe citar al famoso escritor Gabriel García Márquez quien dice: “las preferimos hechas en la cama y no en el quirófano”.
El impacto de los reinados ha caído poco a poco debido a algo que se considera como la revolución de las mujeres del siglo XX, que día a día se hacen escuchar más y se liberan de las ataduras impuestas por la sociedad.
La sociedad colombiana no se encuentra en su mejor momento y probablemente el negocio de los reinados sea uno de los factores que la tiene mal, si se acaban seguramente vamos a ser un país mejor, sin embargo, es claro que esto no se dará en un futuro inmediato, pues aunque el evento poco a poco ha perdido recepción, sigue siendo comprado por la audiencia colombiana aunque en menor cantidad. Además, es un negocio rentable para los grandes imperios como el Hilton, que aumentan sus ingresos durante esta temporada.
Las dos Orillas – Olarte, Fabio Andrés. El lado oscuro del reinado Nacional de la Belleza.