Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

28 de enero de 2019

Radiografía de un gobierno cobarde

Por: Jaime Andrés Romero Bermeo

Los primeros meses del gobierno Duque son reflejo de un gobierno temeroso, excesivamente calculador, pero no por ello menos torpe ni más lúcido en momentos críticos.

De inicio, en un intento por cohesionar una sociedad fracturada y calmar las aguas del río que el propio Duque revolvió, pretendió hacerse con las banderas de la lucha contra la corrupción. Convocó a todos los sectores de la política colombiana a una reunión en Palacio que permitiera impulsar en el legislativo los 7 mandatos anticorrupción, sonoros y maltrechos en la consulta popular del pasado 26 de agosto. Pronto desistió de su cobardía de agradar a todo el mundo, no sin antes recibir un jalón de orejas de parte del líder del partido de gobierno, Álvaro Uribe Vélez. El 13 de enero, el expresidente tuiteó: “Aquellos adversarios por razones No conceptuales nunca apoyarán, pretender atraerlos solamente crea confusiones en los verdaderos amigos”.

Un llamado confuso, que más que invitar a Duque a ser coherente con sus electores, -los verdaderos amigos-, pareció ser la orden definitiva de convertir el Estado en un aparato al servicio del Centro Democrático y sus intereses, desconociendo el carácter plural de la sociedad colombiana, y haciendo de la Democracia una dictadura de mayorías.

En año electoral, el gobierno Duque ha pretendido mostrar mano dura con sus adversarios, blanda con sus aliados, y en el camino no ha hecho más que cometer torpezas: Devolvió el manejo de los recursos parafiscales de la ganadería a Fedegán, liderada por el cuestionado José Félix Lafaurie; se privó de ejecutar una reforma tributaria estructural que incentivara la movilidad social y diera músculo a una creciente clase media, y apenas se atrevió a lidiar con el hueco fiscal; aplazó el necesario debate de la reforma pensional y laboral mientras su ministra de Trabajo, Alicia Arango, cayó en la trampa de prometer que dicha reforma no contemplará aumentar la edad de pensión, afirmando a su vez que aún no hay estudios que sustenten dicha alternativa; calló ante la censura de Los Puros Criollos, programa emitido por Señal Colombia; dilató innecesariamente los diálogos del presupuesto para educación; eludió, con su acomodada terna para fiscal ad-hoc, la investigación profunda del caso Odebrecht, que muestra las entrañas de la corrupción en Colombia. Y, por si fuera poco, lo que pudo ser una enérgica respuesta ante el horroroso atentado perpetrado por el ELN contra la Escuela General Santander, se quedó en una simple ‘pataleta’, que puso en duda los compromisos del Estado colombiano, y es reflejo de un gobierno descuadernado y seducido por las mieles del aplauso fácil. En definitiva, hizo más evidente su distanciamiento con la oposición, pero además alejó a quienes solía tener cerca.

Todo lo anterior es fruto de un gobierno que actúa a partir de errados cálculos electorales, con los que muestra su cobardía ante la posibilidad de tener un Congreso sin mayorías consolidadas, y de verse desplazado de los poderes regionales. Seguramente esta no es una característica exclusiva del gobierno actual, sino una inevitable consecuencia de la democracia electoral.

En este contexto, durante 2019 resulta imposible esperar del gobierno Duque medidas osadas, en favor del desarrollo, que puedan perjudicar los intereses de su partido en las elecciones regionales. Esto aplica para todas las definiciones de desarrollo que puedan darse desde diferentes perspectivas: El crecimiento económico para el país, de acuerdo con las proyecciones del FMI, apenas superará el 3%; garantizar las libertades individuales no ha sido ni será prioridad durante el presente gobierno; el cuidado del medioambiente no parece importar, y ni siquiera los gremios empresariales se muestran conformes con la gestión gubernamental.

El desarrollo de Colombia en 2019, entonces, dependerá en gran medida de la iniciativa y valentía privada en tiempos de crisis. Con elecciones a la vuelta de la esquina, el gobierno apostará con miedo a perder, y no con hambre de crecer.