2 de abril de 2017
Mi experiencia en una marcha uribista
Por: Felipe Arrieta Betancourt
En la mañana del sábado 1ro de abril, el uribismo junto a otros sectores políticos y religiosos, realizaron una marcha con vocación nacional, en contra de la corrupción y del gobierno de Juan Manuel Santos. Allí estuve muy puntual para encontrarme con una multitud furiosa e indignada por la corrupción; tal era su convicción que, a decir verdad, si no conociera su pasado, o si tuviera principios de alzhéimer, les hubiera creído.
Dentro de lo que vi en esa marcha, subrayo la presencia de muchos sectores religiosos, movidos en su mayoría por el mito infame de la ideología de género, esto no deja de generarme preocupación. Otros sectores que hicieron presencia fueron: organizaciones de reservistas del ejército; el grupo de cada congresista del Centro Democrático (en ese grupo, la serenísima María Fernanda Cabal, se llevó la mención de honor: fue quien imprimió más camisetas); gremios de empresas de seguridad privada; el grupo de los pre-candidatos presidenciales, cada uno con su gente coreando su nombre y, finalmente, el grupo del exprocurador Alejandro Ordóñez, quienes gritaban una arenga que caminaba al filo de un mal chiste y del título de una película de terror: ¡Ordóñez presidente!
En cuanto a los gremios de la seguridad privada, había cientos de camisetas que ilustraban: “no al fast track en la vigilancia privada”, me generó curiosidad, e intenté hablar con quienes portaban dichas camisetas, ninguno me dio una explicación clara del problema. Sospecho que ese es el germen de una nueva falacia gigante, tal como la del 1’800.000, la llegada del socialismo del siglo XXI a Colombia o, la de la ideología de género. Hay que estar atentos en ese tema.
Una de las razonas por las que fui a la marcha, fue intentar identificar los elementos retóricos y discursivos que se intentarán sacar a flote de cara a las elecciones del 2018. Me equivoqué. Realmente no encontré ningún mensaje medianamente elaborado que se quisiera transmitir, nada que no quepa en 140 caracteres. Así pues, creo que esa es precisamente la estrategia que va a usar el Centro Democrático en el 2018: la reducción del nivel de análisis a su mínima expresión. Se trata de hacer una campaña con mucha indignación, pero sin análisis, sin información, sin pensamiento.
Tenía pensado quedarme hasta el final de la marcha, sin embargo, una vez en la plaza de Bolívar, me detuve a hablar con una señora, al parecer miembro de una comunidad cristiana. Durante la conversación, mientras hablábamos de la familia, la señora soltó la siguiente afirmación: “el hombre es la cabeza de la mujer”. Me dio gastritis y me fui. Naturalmente salí triste y con una preocupación inmensa, fue una marcha grande que logró volcar mucha gente a la calle, dejando la impresión que para el 2018, Uribe y quien sea su títere electoral, van a tomar nuevamente las riendas de Colombia. Ojo, es solo una impresión.
La esperanza renace como un ave fénix cuando se compara esta marcha de hoy con la del silencio, la del 5 de octubre. Dicha marcha fue organizada y promovida en unas pocas horas, por jóvenes que jamás habíamos organizado siquiera un foro; eso sí fue una movilización ciudadana espontanea, donde decenas de miles de estudiantes salimos a las calles, con la convicción firme que la paz era el camino hacia una nueva Colombia. El secreto de todo esto es la juventud. Tal vez la marcha del 1ro de abril sea un gran éxito en términos políticos y mediáticos para el uribismo, pero hubo algo que le faltó: juventud. Si cada joven que se movilizó por los acuerdos de paz logra convencer a una sola persona de las que salió a marchar hoy, de que todos los esfuerzos que se han hecho por la paz del país no han sido en vano, así y solo así, habremos ganado este pulso. Esa es la invitación.
Finalmente, hay que comentar el tema de la indignación uribista por la corrupción. Desde luego que no hay un solo gobierno en Colombia con tantos funcionarios en la cárcel o ad portas de llegar a ella por casos de corrupción; inmediatamente después, viene su defensa tibia, que consiste en la maña insoportable de promulgar el respeto a las instituciones solo cuando les resulta conveniente, cuando no, se desparraman con la diatriba de una supuesta persecución política. No voy a ser yo quien diga si una movilización es o no legítima; la calle es el escenario natural de la acción política y eso se debe respetar. Lo que si resulta torpe, es el intento por tirarle una gambeta a nuestra memoria colectiva, para luego posar como el faro que va a iluminar el rumbo de los valores perdidos a buen puerto, como si ellos fueran los salvadores de la patria, los bienhechores de la república.