22 de junio de 2016
Las mudanzas que revolucionaron mi mundo
Por: Valeria Cuevas González - estudiante en intercambio.
Brasil con los ojos del extranjero, o mejor de los “gringos” como nos llaman, es visto como el lugar perfecto de liberación. Valga el uso del adjetivo para mostrar cómo los medios de comunicación perjudican de alguna manera la concepción que tenemos de los lugares que vemos lejos e inalcanzables, porque nos crean concepciones superficiales y “generales” de ellos. Por eso, Francia es Torre Eiffel, Siria es guerra, Colombia es narcotráfico, Argentina es tango y Brasil es playa y Cristo Redentor. Pues basta ya de eso, la mejor manera de saber qué es verdad o mentira es intentando acercarse a ella, y por eso los viajes siempre van a ser una riqueza, más aún cuando uno es un estudiante perdido con sed de respuestas y aventura.
Ahí llega la idea del intercambio como la misma palabra lo dice: un cambio entre lo conocido y lo que está por conocerse, yo te doy y tú me das. Hablar de los cambios que implican un viaje en la vida de cualquier persona es una información que actualmente está rodando en diferentes contenidos y formas porque “viajar está de moda”, y el punto en común al que llego con los millones de seres que están sufriendo transformaciones personales y emocionales fuera de casa y de la conocida zona de confort es que sí, resulta trabajoso e incomprendido llegar a un ambiente totalmente desconocido y que no es fácil relacionarse, juntarse con otros y convertir los espacios desconocidos en espacios de aprendizaje.
Entonces uno quiere aventura y retos. Cada uno se mueve por un lugar diferente, porque son diversas características las que cada país a uno le ofrece como una entrada antes del plato fuerte, y así es como la carta de presentación de Brasil se llama samba y calor. Llegué cuando el silencio se acabó y se desató una bulla tormentosa producida por la desigualdad económica e ideológica que no sólo aqueja a este país sino que es signo de lucha diaria en todos los rincones del planeta.
“É que quando eu cheguei por aqui eu nada entendí” canta Caetano Veloso, el poeta de bossa nova que en menos de tres minutos logra describir lo que es San Pablo en una bella y corta canción y que me hace recordar la vontade (voluntad) de presenciar un conflicto de frente en medio de mi carrera. Pienso que le pertenecemos al tiempo, y a veces ese tiempo está en otros lugares. Por eso, me pertenecía llegar aquí cuando la polarización del pueblo brasileño se desató dejándolos sin presidenta, llegué al espacio de las huelgas feministas y LGBTI, estoy cerca del monstruo de la pobreza, de las “brigas” (peleas) de hombres y mujeres, y así, a un Brasil más allá de la samba, el Brasil frío sin playa.
No solamente llegué a conocer el conflicto del país, también comencé a vivir el conflicto de la universidad que elegí para comenzar un nuevo camino. Puedo decir que ha sido más interesante el hecho de vivir esta realidad frente a frente, que lo que puedo aprender leyendo un paper, porque todos los sectores que hacen parte de esta enorme e importante institución en la sociedad brasileña, como los son los trabajadores, funcionarios, profesores, estudiantes, grupos feministas, grupos de mujeres negras, artistas, grupo LGBTI y de esa manera, muchos otros se han juntado en asambleas que todas las semanas ocupan algún predio de los bajos edificios que acobijan a las facultades.
Impeachment es un instrumento político que nace en el pueblo, pues este es quien toma la decisión de no tener más al gobernante que tiene. La diferencia de este concepto con aquél de golpe de Estado es precisamente el poder que tiene el pueblo, porque es él el que toma la decisión de acabar con el gobierno del líder y ahí continúa el proceso en el congreso, donde finalmente se toma la decisión. A la presidenta Dilma Rouseff mitad del pueblo no la quiere más en el cargo, y la otra mitad sí. Todo fue debido a un problema de corrupción, bulto de sal en la política y lamentablemente nuestro pan de cada día. Desde que llegué he ido entendiendo poco a poco sobre el tema, porque São Paulo, por ser metrópoli, se ha colapsado en los espacios utilizados por los brasileños para reclamar. La Avenida Paulista ha tenido aglomeración de personas, unos días está vestida con el color rojo (color del Partido de los Trabajadores-PT) y otros días con el color amarillo y verde (los colores de la bandera de Brasil) que son utilizados por aquellos que están a favor del impeachment, los que van por Brasil.
El impeachment que tuvo origen en el Siglo XIV, sólo se ha presentado una vez aquí en Brasil, contra un hombre que fue elegido como presidente a causa de ser un hombre atractivo, de ser um homen bonitinho como dice Ana. Su nombre es Fernando Collor de Mello, y fue destituido por corrupción también, pues Ana me cuenta que se demostró que este hombre robó dinero de personas que lucharon por ganarlo con el sudor de su frente, y otro tipo de dinero también. De ahí, tuvo un periodo sin poder ejercer cargos políticos y lamentablemente, con tono de rabia, Ana remata la historia contándome que Collor de Mello regresó en 2006 como senador, para ser reelecto en 2014. Sí, así funciona la corrupción y “los países sin memoria” como ella denomina Brasil y como yo reafirmo, porque en Colombia también pasa eso y nunca entenderemos cómo y por qué.
Uno de los temas que ha venido interesándome mucho es el de movilizaciones sociales. Aquí he quedado sorprendida porque he visto que la unión hace la fuerza. Los brasileros son personas que dicen las cosas como creen, que actúan sin tapujos, sin tabú. Por eso, cuando las cosas no van bien, independientemente del tema que sea, al unirse tienen una fuerte voz. Por eso, he comparado con mi país en donde vivimos con un poco más de miedo, ni nos atrevemos a ir más allá. En este lugar donde estoy ahora, las movilizaciones sociales se utilizan para educar, para comunicar, entendiendo la profundidad de la palabra, pues se busca generar diálogo, aunque también se va a extremos violentos.
La Universidad de São Paulo es la más importante en Brasil y hace parte de las 100 mejores del mundo. Tiene aproximadamente 42 campos de estudio e investigación y diversos campus que están en el estado de São Paulo, al sur de Brasil. Vivo a cinco minutos del campus principal que se llama Ciudad Universitaria Armando Salles de Oliveira, nombre del político liberal fundador de la universidad, y valga contar que claramente por ser pública, la USP es sostenida por el Estado brasileño. Pero, hace dos meses se vino la mala noticia: hay rumores de que se va a privatizar la universidad. A eso, se le suman la casi violación y agresión por parte de dos estudiantes hacia dos mujeres moradoras del CRUSP (Conjunto Residencial de la USP), la violación de los derechos de funcionarios y el olvido de la población LGBTI y de las mujeres negras.
“La USP está sangrando”, dice mi profesor y en el fondo estoy llorando, porque esta universidad en pocos meses me ha dado una experiencia que me pone a vibrar. Ahora, ella también vive en desigualdad y yo estoy viviendo mi primer paro estudiantil, pero he ganado un aprendizaje social que cada día me han regalado mis nuevos compañeros y los estudiantes de la mejor universidad del continente. Con sus actos, ellos me dicen: lucha, pelea, reclama, no te quedes callada. Y verme en medio del fuego de sus huelgas tengo motivos de lucha, de tomar la voz, deseo entender mejor las situaciones, debemos apropiarnos de los lugares a los que hacemos parte, juntos hay diferencia. Este tipo de intercambios son necesarios para darse cuenta que el mundo en general está colapsado, comencé e pensar en dos países, semejantes y cercanos, diferentes y distantes, porque como siguió cantando Veloso: “E foste um difícil começo, afasto o que não conheço (…) aprende depressa a chamar-te de realidade”.
El hecho que más me ha cautivado es cómo independientemente de las reuniones, los que hacen parte del paro más que querer llamar la atención de los directivos que les están haciendo la vida imposible, buscar retumbar con sus palabras e iniciativas la vida y la presencia de los otros estudiantes y funcionarios que aunque no están luchando de alguna manera también están siendo afectados por el paro y por la situación brasileña que se está presentando. Por ejemplo, Rio de Janeiro esta semana tuvo un acontecimiento cruel y doloroso, una joven sufrió agresión sexual por treinta hombres y se dio a conocer por videos en la red. La ciudad de bossa nova continúa viviendo un problema de inseguridad y violencia contra la mujer que las redes sociales han resultado en muchas ocasiones ser más informativas y efectivas que los canales “formales” de comunicación que conocemos.
Así, uno aprende al final de cuentas que las fronteras no son territoriales y que son peligrosas, porque las fronteras vienen de las mentes que no quieren expandirse a lo nuevo y a lo que implica ese monstruo que evitamos con la rutina, el cambio. Entre las cuestiones nuevas que he encontrado en el país del “orden y progreso” es que hoy San Pablo, en este último fin de semana de mayo, se vistió de los colores de la bandera LGBTI para realizar una de las paradas gay más trascendentales que ha tenido Brasil. Y así son ellos, desprendidos y tranquilos, creando espacios de interacción en los lugares icónicos de las ciudades grandes como lo es San Pablo y su Avenida Paulista que es el escenario de las luchas.
Esa cuestión es nueva y trascendental para mí, porque en Colombia a pesar de que también hay paros y movilizaciones fuertes, hay un miedo en el fondo que limita a que haya una reunión de más personas, porque la violencia que existe contra nuestro deseo de expresar lo que no está bien a nuestro alrededor, ha sido hecho de muerte de muchos luchadores. La noticia ahora Colombia lleva un tiempo en un intento fallido por buscar la paz y ahora se le vino otro grupo queriendo hacer guerra y que nos secuestran tres periodistas, en el que está una española que encontró un espacio de diálogo que se está desvaneciendo. Los dos países tienen personas que hablan a calzón quitado y sin pelos en la lengua, pero en Brasil hay una apropiación del espacio de diálogo que sobresale. Así como en otras temáticas, que han sido un choque, como la libertad sexual.
Una amiga me dijo “ya viviste el carnaval de Brasil y ahora estás viviendo el carnaval de la corrupción” y eso me ha causado curiosidad de saber por qué llegué a este país en este preciso momento. Como futura periodista, como mujer, como estudiante y extranjera he aprendido que las movilizaciones sociales son una herramienta que todos deberíamos usar porque nunca hay que cansarse de comunicar lo que piensa y lo que se siente. Esto me ha dejado un montón de conocimientos que nunca espere tener. Brasil dejó de tocar samba…esa música triste y romántica que suena bien al lado de una cerveza. Ahora, suenan los gritos de los ciudadanos, en su portugués rápido y confuso, parando su propio país. Hay un paro general ahora. Yo también me pondré de paro. Un silencio ensordecedor que tiene que acabar.
Meus parceiros, força que a gente está com vocês. Vão sair pra frente, nossa!