20 de febrero de 2015
La inteligencia de las manos: Lea esto antes de aplaudir
Si usted ha venido notando que cada vez con mayor frecuencia, en las diversas reuniones a las que asiste, experimenta sorpresivamente un cierto cosquilleo en las palmas de la manos y la consecuente e imperiosa necesidad de soltarse a aplaudir, busque rápidamente un lugar discreto, siéntese, relájese y espere a que se le pase. Si no se le pasa con esta sencilla estrategia, usted puede estar contaminado con un mal de estos tiempos: la proclividad al aplauso.
Ese tipo de señal indica que en este aspecto como en muchos otros, no estamos avanzando, sino retrocediendo, -según Umberto Eco, hacia nuestro pasado tribal-, Según el siempre sesudo análisis de Eco, cuando existe una tendencia marcada a emplear las manos de esa manera en los diversos mega-escenarios, en los que se encuentra el hombre de hoy, significa la reaparición de comportamientos atávicos, como los de la tribu que sirve de base a su análisis, la Bunga-Bunga. Situación que puede ser igualmente consecuencia de uno de los más lamentables olvidos de la educación contemporánea, la directa relación entre el manejo creativo de las manos y el desarrollo de la inteligencia. Según la sicología evolutiva, lo que hizo al hombre el más inteligente de los animales fue la posibilidad de liberar las manos o patas delanteras, al convertirse en bípedo, de allí partió el desarrollo de la facultad que lo diferenció o lo condenó. La evidencia de la regresión social caracterizada por la notoria presencia de comportamientos tribales está caracterizada por la proclividad al aplauso.
Las manos son la fuente de nuestra inteligencia
Si existe una relación entre el uso de las manos y el desarrollo de la inteligencia entonces es un error, descuidar su educación, no educar en los mil usos posibles de estos instrumentos maravillosos de los cuales ha dependido la diferencia entre los humanos y las otras especies. Las manos tienen su propia forma de inteligencia -todas las formas de inteligencia que además están interconectadas en el cerebro-, o al menos le sirven de manifestación. Entonces como a las demás hay que educarla, es una parte de la inteligencia que no se puede descuidar.
Quizás en la búsqueda de facilitar a los estudiantes su trabajo en clase, se ha ido perdiendo el desarrollo de habilidades logradas en muchos años de historia, hoy va camino de reducirse al uso de los pulgares, lo cual no ayuda sino que empeora la capacidad de atender el discurso del profesor al menos durante el tiempo mínimo requerido para poder aprender.
Existe una inteligencia de las manos, desatendida según Gabriel Zaid en los planes educativos. Ese descuido se debe a tres factores: el nuevo y gran prestigio que han adquirido las inteligencias numérica y verbal; el desprecio histórico que en nuestra cultura ha sufrido el trabajo manual y la necesidad de contar con espacios adecuados al desarrollo de esta forma de inteligencia. Aparentemente en los diseños de las aulas modernas se ha desatendido esta necesidad de espacio.
Lo “intelectual” desprecia el trabajo manual que es el ejercicio activo de la inteligencia, como las labores menores, como por ejemplo las diligencias de exámenes de estado y de ingreso a la universidad, estas siguen siendo responsabilidades de los papás. Antes del tablero y del libro, la transmisión del conocimiento era fundamentalmente oral, y el trabajo del estudiante incluía tomar notas de lo leído y lo tratado en clase. No todo se le daba en clase, se lo suponía preparado para consultar diccionarios, atlas, obras de referencia.
No usarlas puede condenarnos
Las terribles imágenes de la película Wall-E en la que los últimos miembros de la especie humana, totalmente acostumbrados a una vida dependiente de la tecnología en todos los sentidos, descubren de pronto aterrorizados, que no se pueden parar sobre sus pies, que sus huesos se han convertido en cartílagos incapaces de sostener su masa muscular, terminaron siendo proféticas, nuestros jóvenes son perfectamente inútiles fuera del mundo cibernético, han perdido la capacidad de sobrevivir en el mundo real.
Es una necesidad que nos negamos a reconocer, la aprender algunos oficios manuales, desarrollar algunas habilidades personales que usualmente no valoramos mucho, para ampliar las posibilidades del desarrollo personal. También puede pensarse en sentido contrario, parece necesario que el intelectual camino al desarrollo personal, aprenda algunas habilidades manuales y corporales. El intelectual más destacado del siglo XX según dice Paul Johnson habría sido Karl Popper, en su autobiografía “Búsqueda sin término”, deja claramente señalado el camino que emprendió, primero aprendió un arte manual, (carpintería), luego se hizo intelectual y luego publicó ensayos definitivos en la historia del pensamiento como La Sociedad Abierta y sus Enemigos.
Es curioso ver como los regímenes totalitarios le apuntan al control de la comunicación no verbal, especialmente al uso que le dan a las manos y a los brazos sus desdichadas víctimas en las grandes manifestaciones que las caracterizan, como pudo verse en las escasas imágenes que se conocen sobre los funerales de Kim Jong-Il, Líder de Corea del Norte que serían francamente risibles si no significaran una profunda tragedia.
Ciertamente estamos lejos de ese tipo de sistemas, pero no hay que olvidar que esos grandes cambios no se presentan de pronto, son todo un proceso, que puede iniciarse con un inocente cosquilleo en las manos.