4 de abril de 2015
Juan Román Riquelme, el último diez
Por: Santiago Rico Valdés
En tiempos donde las miradas se centran en los grandes traspasos del fútbol mundial y los patrocinios multimillonarios de los futbolistas, hoy dice adiós un grande para los grandes. Fue exactamente el 11 de noviembre de 1996 en el estadio de “La Bombonera” cuando Carlos Salvador Bilardo decidió dar la oportunidad a un joven desconocido llamado Juan Román Riquelme que con su talento hizo que la mítica Barra de la 12 coreara su nombre con tan solo 17 años. Hoy, 19 años y unos cuantos meses después, aquel joven talentoso con más canas pero con la misma serenidad que siempre mostró en el terreno de juego, dice en una entrevista en el patio de su casa del barrio Don Torcuato: “Es un día importante; he tomado la decisión de no jugar más al fútbol”.
De 0 a 10
Desde los primeros años fue notorio que Riquelme iba a ser un distinto; mientras los jóvenes futbolistas de su época soñaban con dar el paso a Europa cuanto antes, él se preocupaba porque Bilardo le prohibía jugar para el equipo de su barrio los viernes en la tarde. Rápidamente se convirtió en un jugador indispensable para Boca Juniors, el equipo de sus amores donde siempre se pudo desenvolver a la perfección ya que según él, jugaba en “el patio de mi casa”. La relación de Riquelme con la camiseta del Xeneize es algo tan fácil de ver pero tan difícil de definir que solo puede ser entendido por un hincha o por un enamorado.
La carrera del 10 siempre estuvo caracterizada por grandes críticas a las que respondía con juego y pocas palabras. La primer prueba de fuego para el carácter de Román se dio nada más y nada menos que en la copa intercontinental contra el Real Madrid de los Galácticos, un equipo lleno de estrellas del calibre de Figo, Makelele, Raúl, Hierro y Morientes. Ante este reto, la prensa internacional pronosticaba una victoria fácil para los campeones europeos, a lo que Riquelme respondió con liderazgo, un par de túneles, una asistencia y un juego impecable para que Boca Juniors terminara ganando en Tokio por un marcador de 2-1.
Fue cuestión de tiempo para que Riquelme diera el paso a Europa, algo que no le quitaba el sueño pero que tarde o temprano iba a llegar. El equipo que se decidió por su talento fue nada más y nada menos que el FC Barcelona, donde estuvo por delante de jugadores como Xavi Hernández y Pep Guardiola. Sin embargo, no todo fue color de rosa en su paso por Catalunya; los constantes enfrentamientos con Louis Van Gaal hicieron que Riquelme no pudiera explotar de la forma esperada: 42 partidos y un puñado de goles no convencieron al holandés que alguna vez le dijo al argentino: “cuando tenemos el balón eres el mejor del mundo, cuando no, jugamos con uno menos”
Por supuesto, Román no estaba satisfecho con lo que pudo haber pasado en el Barcelona, fue entonces cuando dio el paso al Villarreal donde hasta el día de hoy es tratado como ídolo. El salto de calidad demostrado por Román en sus años con el Submarino Amarillo fue notable. Sebastián Vignolo, un prestigioso periodista argentino dijo en su momento que este cambio se dio porque Román nuevamente fue libre, una vez más se sintió el dueño del balón y sintió la libertad para jugar de la forma que le gustaba. Estas declaraciones son avaladas por los resultados: una semifinal de Champions, una final de Copa del Rey y el mejor Villareal de la historia, son prueba de ello.
Una de las más notorias anécdotas de la carrera de Riquelme se dio la tarde del último partido de Zinedine Zidane con el Real Madrid, que se enfrentaba al Villarreal de Riquelme. En el minuto 72 salía Zidane del césped del Bernabéu por última vez, a pesar de ello, el francés de ascendencia argelina, después de 24 años en el fútbol, de haber sido en su momento el fichaje más caro del mundo, no siguió su camino al camerino como era costumbre; esta vez se quedó en el banco de suplentes y al finalizar el partido se dirigió al centro del campo donde estaba Román Riquelme y le pidió su camiseta. El monstruo del fútbol francés, valorado en 2011 por la UEFA como el mejor jugador de los últimos 20 años de la Champions League, se quiso despedir del fútbol con la camiseta del argentino.
…Sin la frente marchita
Como es costumbre el buen hijo vuelve a casa y el pájaro siempre vuelve al nido. En 2007 Riquelme renunció a un salario de futbolista europeo y a la posibilidad de seguir triunfando en el viejo continente para volver a “ser feliz” según sus palabras. Riquelme volvió a Boca, regresó con un nivel superlativo y una vez más el tiempo le dio la razón: al finalizar el primer semestre salió campeón de la Copa Libertadores, su musa, y anotó dos goles en la final contra el Cruzeiro en el estadio Pacaembú.
En su nuevo ciclo por el equipo de la rivera Román pudo demostrar nuevamente su valía, pudo cargar sobre sus espaldas un equipo devaluado y consiguió una Copa Libertadores y tres torneos locales. Sin embargo, la final de la Copa 2012 fue un punto de quiebre emocional para la carrera de Román; después de la derrota ante Corinthians se vio un Riquelme débil, indefenso y sin ganas de seguir, al punto de renunciar a seguir jugando en el equipo de sus amores porque sentía que no tenía nada más que aportar.
Seis meses inactivo y ver a su equipo del alma caer derrotado constantemente ante el eterno rival, recargaron las baterías de Román para volver con su gran amor. Seis meses más de romance fue el título que le dio el noticiero de SportCenter de ESPN a esta noticia y efectivamente eso fue, un romance. Se vio un Riquelme renovado, volvió a ser el mismo adolescente que jugaba para ser feliz y no para acallar críticos. Las sonrisas, los túneles, los pases y los goles volvieron a la vida del 10.
Un nuevo objetivo se cruzó en su vida cuando Argentinos Juniors descendió a la B nacional. Ese pequeño equipo del barrio la Paternal donde jugaron magos como Diego Maradona y el mismo Riquelme en su infancia fue una nueva motivación para continuar. Román sentía que debía devolver algo al primer equipo que le dio la oportunidad de jugar al fútbol y fue entonces cuando jugó en Argentina con una camiseta distinta a la azul y oro. Fueron seis meses en los que la prensa deportiva se volcó a los estadios de la segunda división solo para ver al diez, que una vez más logró su objetivo, devolvió al equipo de la paternal a primera división en menos de un año y pudo decir adiós al fútbol con la frente en alto.
Algo que no se puede dejar olvidado es el capítulo aparte que vivió Riquelme con la selección argentina. Su paso por la celeste y blanca se puede enmarcar en una situación específica. A pesar de ser el capitán del seleccionado campeón de la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de 2008, las críticas no se hicieron esperar. Durante las eliminatorias al mundial de 2010 la prensa argentina pedía a gritos la titularidad para una joven promesa del fútbol mundial, Lionel Messi. El juego de Riquelme era criticado por su lentitud y llegó a ser considerado un “pecho frío” (el peor insulto que se le puede arrear a un jugador). A pesar de esto, solo un periodista local, Horacio Pagani apostó por Riquelme como titular para el partido contra Chile y advirtió a sus colegas que no quería verlos echándose para atrás cuando Román los callara en la cancha, a lo que sus compañeros respondieron con risas y hasta le tildaron de viejo loco. A lo anterior solo es necesario añadir una cosa: Argentina gano 2-0 a Chile con dos goles de tiro libre de Riquelme. Las risas se apagaron.
A lo largo de su carrera Román pudo haber sido cuestionado, criticado y hasta odiado, lo cierto es que nunca nada le pudo quitar la alegría de jugar al fútbol, en Boca, Barcelona, Villarreal, Argentinos o hasta en la selección argentina. Riquelme siempre cumplió sus objetivos desde ser campeón con Boca hasta devolver a un equipo débil de segunda división a la Primera y siempre dejó un detalle para los románticos del fútbol; desde el túnel a Yepes en el superclásico contra River hasta ese abrazo con Ronaldinho en los olímpicos de Beijing 2008. Es posible sumar cientos de anécdotas más para demostrar la grandeza de Riquelme y su aporte para el fútbol, así a secas, pero todo se puede resumir en: Gracias por tanto, Román.
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