Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

25 de julio de 2014

El mundial de fútbol: ¿sólo deporte?

Por: Andrés Tarazona Méndez

¿Tiene la realización del mundial de fútbol de la FIFA una motivación netamente deportiva o existe alguna implicación política en la organización de éste? Esta es una pregunta que debemos hacernos en estos momentos en vísperas del mundial de Brasil y que ha sido controvertido por la determinación de Qatar como sede del mundial del 2022 y ha salido a flote con las iniciativas de revocatoria de la sede de Rusia para el próximo mundial, el del 2018.

El mundial de fútbol es un evento visto y esperado cada cuatro años por todo el mundo y se tendería a creer que su impacto no va más allá de las canchas y de una pasión general creada por el deporte con mayor aceptación a lo largo del mundo.

Un claro empujón a la economía

Sin embargo, es posible afirmar que en la determinación de quién organiza el mundial de fútbol existe un factor político de mucho peso. Para ello, basta con analizar qué países fueron sedes desde 1990 hasta el 2006. En primer lugar fue Italia, cuatro años más tarde Estados Unidos fue el país anfitrión, luego fueron Francia y Japón y en último lugar, en el 2006 Alemania tuvo esa responsabilidad. Estos cinco países tienen en común el hecho de hacer parte del Grupo de los 7más uno, lo que nos lleva a pensar que quienes tienen el poder político mundial tienen los mayores privilegios y oportunidades para llevar a cabo el más importante evento deportivo a nivel mundial.

En el último mundial, Sudáfrica 2010, este país logró recaudar cerca $3.655 millones de dólares, sin contar los ingresos generados por las ventas de boletas. La anterior cifra representa una parte importante para los ingresos del país. Por su parte, Brasil, para el mundial del que será anfitrión el próximo mes, espera sumar alrededor de $13.600 millones de dólares a su economía.

¿Una atribución con criterios geopolíticos?

Esta realidad nos lleva a cuestionarnos qué posibilitó que estos países además de Rusia, en 2018, sean las sedes de este evento.En primer lugar, Rusia hacía parte del Grupo de los siete más uno, hasta antes de su expulsión. Por otra parte, Sudáfrica y Brasil integran el grupo del G-20, conformado por los países pertenecientes del G7+1, a los que se les suman once de los países que han presentado los mayores procesos de industrialización de todas las regiones del mundo y la Unión Europea como bloque económico. A estos fundamentos se suma el hecho de que tanto Sudáfrica, Brasil y Rusia hacen parte de las BRICS, sigla que hace referencia al grupo que reúne a los cinco países que comparten las siguientes características: gran población y territorio, que los coloca en posiciones estratégicas continentales y que han presentado grandes cifras de crecimiento de su PIB y de su participación en el comercio mundial en los últimos años, lo que ha redefinido su posición e importancia geoestratégica en el mundo.

Esto refuerza la idea planteada anteriormente de que la organización del mundial de fútbol tiene un componente político bastante fuerte, que en un momento dado puede dejar un poco de lado la connotación deportiva del mismo.

Todo ello refleja que nos encontramos ante un mundo donde cada decisión que se toma y cada evento que se lleva a cabo tienen implicaciones más allá de lo que a simple vista nos damos cuenta. Nos lleva a pensar que la realización de este tipo de eventos son cada vez más disputados, vale analizar el tema de los juegos olímpicos y sus más recientes anfitriones pero eso es otra discusión, puesto que los beneficios generados y recibidos son bastante altos, pero que para conseguirlos hay que tener un papel fundamental en geopolítica internacional.

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