27 de febrero de 2015
El cine: ¿una fuente de experiencia?
Por: Juan Sebastián Basto Hernández
David Lynch, director de películas como “Eraserhead”, “El hombre elefante”, y “Terciopelo azul”, entre muchas otras, afirma que el arte no cambia nada, el arte te cambia a ti. Pero enfatiza en que el cine lo hace de una manera especial. A través de este, las personas experimentan, aprenden y, finalmente, se forman como seres humanos. Pero por otro lado, se encuentra el “anticine”, movimiento posmoderno que busca que el cine sea amoral y, ante todo, experimental. Y alegan que por esto el cine no puede ser educativo.
“El cine nos brinda experiencias”
David Lynch, director de cine estadounidense, afirma que el cine tiene una cualidad especial: “permitirnos vivir sin estar físicamente presentes”. El cine, aplicando la teoría del video poder de Giovanni Sartori, entra en nosotros sin tener que pasar por un riguroso análisis. En este nos limitamos a observar, y el hecho de ver el desarrollo de una idea, hace que esta pase desapercibida. Muy distinto al proceso cognitivo que realizamos cuando leemos, en este se le da sentido a las letras, que de por sí no son nada. Por ejemplo, es muy distinto ver una grabación de un hombre subiéndose a un carro, que leer cómo un hombre se sube a un carro. Por un lado, cuando vemos la grabación, no estamos razonando en cómo el hombre se sube al carro. Simplemente, se sube. Pero cuando leemos cómo lo hace, razonamos sobre este hecho, lo que de cierta forma, le resta realidad al hecho mismo. Por esta razón, el cine nos hace vivir. Porque cuando vemos un romance, no lo razonamos, ni mucho menos lo sometemos a análisis: simplemente lo sentimos. Y, dice Lynch, que viendo este romance nosotros, de cierta forma, también nos enamoramos. Por tal motivo, vivimos sin vivir. Porque sentimos qué se siente estar enamorados, pero físicamente no estamos presentes en ningún romance. Por ejemplo, cando vemos “Amélie”, del director francés Jean-Pierre Jeunet, y nos sumergimos en el mundo de Amélie, una joven diferente que disfruta los placeres ocultos de este mundo: meter la mano en un saco lleno de arroz, verle la cara a la gente en la oscuridad del cine y lanzar piedras al canal Saint Martin; nosotros también disfrutamos cuando ella goza de estos placeres. Y aprendemos que la vida está llena de pequeños detalles, de los los cuales, al igual que Amélie, disfrutamos durante la película.
El anti cine
El término “anticine” es acuñado por Javier Aguirre Fernández, director de cine y productor español, hace referencia al uso de técnicas experimentales y de vanguardia al momento de crear una película. Argumenta que en el cine se puede mostrar cualquier cosa, puesto que se trata de experimentar. Y por esta razón, el cine debe estar libre de cualquier moralismo o norma ética. Cada vez que el cine se aleje de lo que hemos estandarizado como “normal”, será mejor.
Gaspar Noé hace uso de esta técnica en sus películas, en las cuales se exponen situaciones amorales. Como la violación de 12 minutos en “Irreversible” —la más larga en la historia del cine—o los cuestionamientos morales que se hace el carnicero en el inicio de “Solo contra todos”, el cual mata a un albañil creyendo que había violado a su hija. Pero lo que en realidad pasó es que ella solo había tenido su primera menstruación y el albañil solo quería ayudarla.
Pero estas situaciones amorales son, en medio de todo, moralizantes, debido a que muestran una conducta ligada a un “no deber ser”. Es decir, cuando nos muestran este tipo de escenas no nos están formando como sujetos amorales, nos están reafirmando nuestra moralidad a través de lo que no se debe hacer.
Los anti cineastas también exponen que la labor de crear cine debe estar libre de todo prejuicio, puesto que el fin último de esta es experimentar y, por esta razón, no puede ser una herramienta educativa, y mucho menos moralizante. Si bien no podemos pretender vivir todas las experiencias a través del cine, este, en algunos casos, nos aporta algunas, y en otros, no. De cualquier forma, después de ver una película no somos los mismos de antes.
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