13 de marzo de 2015
Cómo me dueles mi Venezuela
Por: Leonor Celis
Desde hace mucho “hemos perdido nuestra esencia de venezolanos”, como dice Miguel Ángel Landa, en su artículo Venezuela desapareció: “Nos cambiaron la comida, los olores de nuestra tierra, los recuerdos, los sonidos, las costumbres sociales, los nombres de las cosas, los horarios, nuestras palabras, nuestras caras y expresiones, nuestros chistes, los negocios, la parranda, o la amistad.” Así se sienten los venezolanos perdidos en un mapa donde ya no hay ubicación posible. El gobierno se encargó de dividirnos, polarizarnos para llegar a ser como dijo una vez Maduro: “Una mitad mayoritaria-los que ostentan el poder- y una mitad minoritaria-la llamada oposición-”.
El miedo es el pan nuestro de cada día; incentivaron el odio a un sector importante de la población y los armaron convirtiéndolos en milicias. Más confianza se le tiene a un vendedor de periódicos o al dueño del kiosco, que a un guardia nacional o a un policía nacional. El hampa se ha vuelto el verdugo del país. Cada vez la información se aleja de nosotros y es secuestrada por el Estado, los pocos medios de resistencia se han callado poco a poco, unos por que ya no podían resistir la lucha y, los otros han sido obligados a dejar la contienda porque no tienen divisas para comprar sus insumos y seguir funcionando. Cada vez más nos alejamos del mundo, pero un mundo al cual no le importa lo que sucede en Venezuela. Desde que inició la llamada Revolución Bolivariana el estandarte en la política exterior ha sido comprar la consciencia de todos aquellos países que nos rodean y comprar aliados estratégicos en las altas cámaras de las organizaciones mundiales. Cuando pensamos en la Venezuela de ahora, su destino o peor aún su condena es desaparecer y con ella, todos los venezolanos, porque es inesperado el rumbo que está tomando.
El venezolano es aguerrido y se ha caracterizado por ser luchador, por no arrodillarse jamás antes los regímenes… Éramos un pueblo bravo, que al ser oprimido, reprimido y al no ver luz se quedó dormido. Pero aún así, nos siguieron oprimiendo y de tanta opresión despertamos, otra vez: el Táchira y los estudiantes pagaron las consecuencias y así, poco a poco, como una reacción en cadena, se despertó el león dormido, para rescatar a nuestra Venezuela. El día que celebrábamos a la juventud, nuestras calles se llenaron de sangre, así como dice Nicaragua, una canción de La vida boheme: “Sin sangre no hay cambio. Mi patria murió. La maté yo .Irónicamente ella me mató”. El resultado de lo que debió ser un día para respetar a la juventud, de hacer justica con los inocentes detenidos en Táchira, terminó siendo un baño sangre.
El gobierno, entonces, se encargó de que ningún medio informara lo que estaba sucediendo, además, por decreto, sacó del aire a los medios internacionales que contaban lo que sucedió. Pero despertaron al bravo pueblo de Venezuela y la lucha se ha mantenido desde aquel fatídico día. Siendo víctima de represiones, el pueblo ha mantenido su cabeza en alto, sigue congregándose a una lucha donde como dicen los estudiantes: “NO soy CAPRILES, NO soy MADURO, SOY ESTUDIANTE DEFENDIENDO MI FUTURO”. Así que los colores han desparecido, es una invitación a cualquiera a sumarse a una causa justa, para conseguir un cambio. En un momento del camino teníamos miedo de llegar a desaparecer sin siquiera tener el romanticismo y drama de un Titanic, ahora el Titanic nos envidiará porque se ha conseguido que cuando pregunten ¿dónde queda Venezuela? Le respondan en mi pecho a la izquierda. El camino es largo y espero que no se desista en la lucha. Que las muertes de más de 155.788 venezolanos, no sean en vano.