19 de noviembre de 2015
Colombia y sus vecinos. ¿Por qué fracasa el multilateralismo en Latinoamérica?
Por: Juan Martín Londoño
El escenario actual de no cooperación y de crisis en las organizaciones interregionales en América Latina es preocupante. ¿Por qué las instituciones interregionales a las que pertenece Colombia, cada vez se ven más deslegitimadas? ¿qué implicaciones puede traer este escenario para el país y la región?
Los hechos de los últimos meses en la frontera colombo-venezolana demuestran una cosa: en América Latina no existe la cooperación. La crisis diplomática se desarrolló con la comunidad regional e internacional jugando un papel marginal. Las acciones del gobierno venezolano, argumentadas bajo un discurso de “soberanía por sobre todas las cosas”, demuestran que en América Latina rige una lógica westfaliana de diplomacia.
El sueño de la cooperación en América Latina nace del deseo de replicar el avance de las Comunidades Económicas Europeas, que venían en ascenso y mostrando resultados importantes en materia de cooperación e integración. En 1992, el tratado de Maastricht consolidaba el paso a la integración profunda, confirmando la viabilidad de la integración. De forma paralela, en América Latina se han creado instituciones con miras de lograr una integración en la región. La creación de estas instituciones sigue las ideas de la teoría del liberalismo institucional, la cual postula que por medio de las instituciones los Estados se ven incentivados a cooperar. Sin embargo, como demuestran los últimos acontecimientos, los resultados de estas organizaciones no son comparables a los alcanzados por Europa.
El Fracaso del liberalismo institucional.
Las críticas a las instituciones latinoamericanas no se han hecho esperar, incluso María Angela Holguín ya ha hablando de “replantear para qué está la OEA”. ¿En qué medida es correcto afirmar que el liberalismo institucional fracasó en América Latina?.
El liberalismo institucional es una teoría que considera el Estado como un egoísta racional, actuando en un sistema en el cual los acuerdos no pueden ser ejercidos de forma jerárquica, donde la cooperación solo se da en escenarios donde los Estados tienen intereses comunes significativos. Esta teoría adopta ciertos postulados del realismo, reconociendo la primacía del poder y de los intereses en la lógica de las relaciones internacionales. Sin embargo, esta lógica puede encausarse en pro de la cooperación con la creación de instituciones. Se postula que las instituciones disminuyen la incertidumbre y los costos de transacción al crear lineamientos comunes que los Estados se vean incentivados u obligados a seguir. La forma más común y efectiva para la creación de estos lineamientos y valores es por medio de la creación de tratados vinculantes (Keohane & Martin, 1995).
En esta crisis fronteriza, que se resolvió con una reunión bilateral en Ecuador, las organizaciones internacionales fracasaron en su intento de mediación. En el papel, parecería que la teoría pierde su poder explicativo al aplicarla en la región, las organizaciones fueron incapaces de generar tratados o inputs que llevaran a la integración.
Sin inversión no hay retorno.
Si estas organizaciones no emiten tratados y resultados tangibles, lo que se están creando son foros políticos sin ninguna capacidad coercitiva, en las cuales los Estados esperan obtener los beneficios de la cooperación, sin llegar a sacrificar una mínima parte de soberanía, teniendo un comportamiento free-rider, generando que, como no se invierte soberanía, no puede haber ningún tipo de retorno en términos de cooperación e integración.
Este comportamiento de mantener la mayor cantidad de soberanía, sin importar el costo, es lo que en Relaciones Internacionales se conoce como una lógica westfaliana de diplomacia, lógica que rigió en el sistema internacional después del Tratado de Westfalia, y que llevó a la explosión de la primera guerra mundial. Luego, en el periodo entreguerras, pese a la creación de la Liga de Naciones, esta dinámica no desapareció, ya que, de manera similar a América Latina, la creación de la organización jamás implicó un verdadero sacrificio de soberanía.
La experiencia nos dice una cosa: el modelo westfaliano no es viable. Si Colombia, y con ella el resto de América Latina, no ceden soberanía en pro de los beneficios de información que traen las instituciones internacionales, la región seguirá tomando decisiones bajo un escenario de desconfianza. Por ahora no ha pasado a mayores, pero entre crisis y crisis empezó la gran guerra.