Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

18 de abril de 2018

Cacíques políticos, un mal que no termina

Por: Sara Balaguera

Colombia es un país en el que, al llegar la época de elecciones, votar por quienes conformarán la rama ejecutiva y legislativa del poder público, se puede ver afectado por influencias de ciertos grupos de personas que, por lo general, pertenecen a la élite del país. Aunque se sabe de la existencia de familias poderosas, que generación tras generación su legado ha consistido en mantener el poder para que sea ejercido por los de la misma sangre, algo así como una dinastía, a veces, aparecen nuevos poderes, personas y núcleos que aprovechan su oportunidad de enriquecimiento económico para entrar a formar parte de las élites que hoy manejan el país.

Es común que en cada departamento exista al menos una de estas familias, aunque otras, debido no solo a su poder económico sino al tiempo que llevan ejerciéndolo, abarcan hasta tres o más departamentos, incluso, todo el país. El que las votaciones electorales dependan del grupo o familia influyente en la región, se ha conocido como un fenómeno socio político que según expertos politólogos va en contra de la democracia y la legitimidad de la misma. Es entonces cuando el sistema aparentemente democrático que tiene Colombia, empieza a verse afectado a causa de que las decisiones verdaderamente importantes en el país, se sigan tomando por parte de unos pocos.

Aunque es cierto que cada día se escucha acerca de nuevos líderes políticos, es preciso afirmar que son solamente otro peón en el ajedrez político de Colombia, pues son aproximadamente 40 familias quienes se turnan el poder desde hace medio siglo, hacen lazos consanguíneos entre ellos, y forman coaliciones en busca de los líderes de cada departamento para así tejer una red de influencia en todo el país que les permita seguir manipulando la política a nivel nacional.

Como ya se sabe, dichas familias buscan a las influencias en cada región, pero de vez en cuando, entran a jugar ellos mismos y es cuando aparecen los delfines políticos, que se hacen notar en cada periodo electoral. En estas elecciones tanto a congreso de la república como a la presidencia, se pueden apreciar descendientes de políticos que llevan tiempo en esta carrera, como: Gabriel Santos, representante a la cámara por el Centro Democrático, hijo de Francisco Santos, ex vicepresidente de la república, y sobrino del actual presidente de Colombia Juan Manuel Santos que, a su vez, es sobrino nieto de  Eduardo Santos, expresidente de la república. También se encuentra   Paloma Valencia, senadora de la república por el Centro Democrático, nieta de Guillermo León Valencia, expresidente de Colombia y cuñada de Juan Carlos Pastrana, hermano de Andrés Pastrana, ex presidente de Colombia. Juan Carlos y Andrés, hijos de otro expresidente de Colombia, Misael Pastrana; Germán Vargas Lleras, actual candidato a la presidencia de Colombia, nieto de Carlos lleras, expresidente de la república de Colombia, y sobrino de Alberto lleras, también expresidente de Colombia. Y Así se sigue extendiendo la lista, de los descendientes políticos de las élites colombianas, que reconocen que de nada les sirve tener dinero si no  pueden ejercer el poder político.

 Los Lleras, Pastrana, Santos y Turbay son algunos ejemplos de las familias quienes su poder ha ejercido por tanto tiempo, que su capacidad de influencia se ha extendido por todo el país. Sin embargo, están también las familias que al igual que las anteriores tienen poder de influencia sobre la política, solo que son relativamente “nuevas” y aun así, esto no les impide ser los gamonales políticos de sus departamentos. Están los Suárez y los Aguilar, que  son la fuerza política en Cúcuta y Bucaramanga respectivamente, pero también son quienes mueven la política a su antojo en la mayor parte del territorio santandereano;  los Char, en Barranquilla; los Gnecco, en Sucre; la familia Araujo, en el Cesar; los Ramírez, en Boyacá, y los Martínez, en el Valle del cauca. Y faltan por contar otras cientos que influencian en sus debidos municipios. Lo que se ha entendido es que todas estas familias, al tener el poder político sobre su región, se han venido conociendo como caciques políticos, pues al igual que las más grandes, manejan peones en los municipios, como una especie de acuerdo ya pactado de “Al que la familia apoye, es quien sube a ser alcalde o en su defecto Gobernador”, todo pensando en los beneficios laborales o contratos que este nuevo integrante de la burocracia diplomática, pueda aportarle al “clan.” Esto se puede ver también a escalas  mayores como la del gobierno central (la presidencia), allí el hijo del expresidente Samper, Miguel Samper, hoy en día es Director de la Agencia Nacional de Tierras, y el hijo del ex presidente César Gaviria, Simón Gaviria, es director del Departamento Nacional de Planeación.

Así, en muchas administraciones gubernamentales de Colombia, ya sea a nivel nacional, departamental o municipal, los puestos dependen de las conexiones de los funcionarios con los gobernantes respectivos. Aunque no se puede generalizar, se tiene que aceptar que existen fallas en los sistemas burocráticos, es decir, en la manera en cómo y a quienes se les reparten las funciones que deben ser ejercidas en una administración en la que se garantice el buen manejo de los recursos, de no ser así, deriva o bien en una administración incorrecta del presupuesto e, incluso, en escándalos de corrupción que ponen en duda la legitimidad de la democracia en Colombia.