25 de octubre de 2015
Orgullo patrio: ¡el aguardiente!
Por: Andrés Felipe Ávila Galeano
Como es sabido el licor es conocido en todos los países del mundo por su sabor, su aroma y por la atracción que este genera hacía las personas. Sin embargo, en el momento que buscamos experimentar un trago de cualquier denominación, no nos preguntamos el origen y el porqué de tal bebida. Es por eso, que vale la pena hacer un poco de remembranza sobre el origen de una de las bebidas más emblemáticas de Colombia. Desde la Conquista hasta hoy, hay una historia que bien vale conocer sobre el cómo, el aguardiente, llegó a nuestro continente y se hizo popular en Colombia como bebida.
El aguardiente como remedio infalible
Todo parece indicar que el aguardiente viene desde tiempos A.C. aproximadamente. Fue entonces desde la época de Alejandro Magno, Rey de Macedonia, durante su periodo de la conquista y organización del imperio persa en el 327 a.C. Tras su paso por Sicilia, Persia, Egipto y Siria lugares en los cuales se facilitó la difusión de su comercio entre el norte de África, el sudeste y el sur de Europa, y Asia Meridional. Proceso el cual generó su expansión y de esta forma fue adoptado en la mayoría de los países alrededor del mundo.
Ya en el siglo XV gracias a la producción masiva de este artículo, se dio la expansión hacia varias partes del globo terráqueo. Por su parte, un médico francés llamado Arnau de Villanova bautizó la bebida como “agua vitae” o agua de vida, y la usó como un remedio. En su libro ‘Conservación de la juventud’, Arnau creía que el aguardiente prolongaba la vida y disipaba los humores superfluos: “Reanima el corazón, cura el cólico, la hidropesía, la parálisis, la cuartana; calma los dolores de muela y preserva de la peste”. Una medicina mágica que traía alegría y hacía olvidar el dolor.
El consumo del aguardiente se llevó a todas partes de Europa, desde sus inicios en el siglo XV hasta el siglo XVIII. Fue entonces en el siglo XVI que su producción masiva y el consumo exagerado generó las primeras disputas, como la llamada “Guerra del Aguardiente” la cual provocó las primeras disputas entre los comerciantes que lo vendían y los toneleros que lo fabricaban, disputa que se prolongó hasta el siglo XVII, y que culminó con un acuerdo entre las partes.
Entre disputas y variedad
El aguardiente arriba a tierras latinas con la llegada de Cristóbal Colón, en 1493, durante su segundo viaje, el cual trajo consigo tan preciada mercancía, que ya era conocida alrededor del mundo.
Tras su llegada en el siglo XV se consideraba que el aguardiente era una bebida, la cual debía ser consumida por españoles y blancos —nombre que se le asignaba a los altos cargos, terratenientes y políticos dentro del territorio—. Sin embargo, tras el comercio ilegal y con el paso del tiempo, no era de esperarse que este producto llegase a mano de todos. Entonces, se extendió su dominio y control, lo cual produjo que se implementaran rentas hacia este producto que duraron hasta el siglo XIX tras el Grito de Independencia de nuestra nación.
De igual forma, con la llegada del siglo XX se le dio la potestad al Estado colombiano de tener el monopolio sobre los licores producidos en nuestro suelo y se prohibió en totalidad su fabricación artesanal. Sin embargo, poco después nacieron las juntas administradoras, las cuales se encargaban de otorgar a cada territorio la administración de sus propios recursos. De esta manera, se dio el dominio de la producción del aguardiente a varias partes del territorio nacional: Caldas, en el año 1911; Antioquia, poco después de 1919; en el Valle del Cauca, en 1921, y en Cundinamarca, en 1905.
Con la independencia de cada región y cada departamento a cargo de la producción singular del aguardiente, se empezaron a generar varios derivados, los cuales hoy en día se presentan con nombres propios y con características típicas de cada territorio. Así, surgen, entonces, las múltiples presentaciones que podemos encontrar. Por ejemplo, en Antioquia resalta el aguardiente “antioqueño”, singular y único por su delicioso sabor; por su lado, en el Valle se encuentra el “aguardiente blanco”, apetecido por el valle caucano alrededor de todo el territorio nacional; también se encuentra el famoso néctar en sus diferentes presentaciones: verde, rojo, azul, sin azúcar, el cual hace parte del territorio capitalino.
La gran variedad y presentaciones que tiene tan inigualable producto hacen que cada colombiano se sienta a gusto con su país y con su región. Este cumple con la función, pues cada persona busca disfrutar un tiempo en familia, con amigos y cercanos, de la mano de esta bebida. Ahora bien, no sobra decir que debe tomarse pausadamente y sin excesos. Si bien se trata de departir con esta bebida, recuerde que el deleite de la misma, no debe salirse de control, pues, al fin de cuentas es agua-ardiente.
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