2 de noviembre de 2015
Reflexiones sobre el cambio político
Por: Daniel Del Castillo R.
El cambio político, tanto como fenómeno político-social y como concepto, ocupa el centro de las reflexiones en la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. En efecto, si el lema de la Facultad nos invita a “actuar en el mundo”, es porque la preocupación se centra en la capacidad de nuestros estudiantes, docentes e investigadores de proponer soluciones a las problemáticas estudiadas. Pero no solamente esto, tienen que ser soluciones propositivas a las dificultades socio-políticas y financieras del mundo actual, que requieran un cambio. El cambio como idea política, como objetivo, incluso como fin último de la labor que realiza día a día esta Facultad.
La reflexión es antigua. Ya el filósofo griego Heráclito (530 – 498 A. C.) planteó que el cambio era la única constante en el Hombre; siendo que Parménides (530 – 515 A. C.) negaba su existencia. Siglos más tarde, el filósofo alemán Schopenhauer (1788 – 1860), en su teoría sobre los seres en potencia, retoma el debate planteando la siguiente pregunta fundamental: ¿Qué las cosas sean distintas, es prueba que las cosas cambien? En efecto, se puede apreciar una diferencia cualitativa en las cosas en dos momentos distintos 1 y 2; y Schopenhauer quiere demostrar que esta diferencia cualitativa es la prueba de la existencia del cambio en la Historia y la sociedad. Desde la filosofía, la reflexión sobre el cambio implica necesariamente un pensamiento sobre la condición temporal del Hombre y sobre el tiempo mismo.
La diferencia cualitativa de las cosas en dos momentos históricos distintos
La Historia plantea el cambio político incluso como una ciencia. Los historiadores se basan en dos acontecimientos históricos recurrentes: en primer lugar, las revoluciones, a través de las cuales se lleva a cabo el colapso de un régimen y la consiguiente adopción de una nueva forma de organización política, social y económica para la sociedad. De forma general, designa un proceso de cambio radical.
Tanto las causas como las formas y resultados de las revoluciones son múltiples. Ciertas revoluciones se caracterizan por fuertes movilizaciones sociales (Comuna de París en 1871); siendo que otras son llevadas a cabo por un grupo de revolucionarios con un pensamiento vanguardista y muy activos políticamente (la Revolución Bolchevique de 1917). De igual modo, algunas revoluciones se caracterizan por una guerra civil (la Revolución Francesa de 1789), o al menos por un período de violencia más o menos largo (la Revolución Iraní en 1979); mientras que otras se desarrollan de manera pacífica, frecuentemente llamadas revoluciones pacíficas o “de terciopelo”, aludiendo esta última a la revolución checa de 1989 (la Caída del Muro de Berlín de 1989). Finalmente, algunas revoluciones son analizadas como el producto de un proceso histórico largo, mientras que otras son vistas como verdaderas rupturas históricas.
Lo que resulta interesante son los resultados a los cuales llegan las revoluciones, que giran alrededor de la puesta en duda central de las instituciones socio-políticas establecidas, como un nuevo sistema político, nuevas instituciones, nueva moneda, nuevas maneras de lidiar con las reglas del mercado, nuevos paradigmas alrededor de conceptos tan anclados en las mentalidades como pueden ser la familia o las creencias religiosas. La puesta en duda de las instituciones socio-políticas se puede observar como un período que prepara el salto cualitativo próximo, y por ende demuestra la existencia del cambio en la Historia y en la sociedad.
En segundo lugar, los historiadores se interesan en las crisis (hoy en día son económico-políticas), como segundo acontecimiento histórico recurrente. Sobre todo con el sistema capitalista, en el cual las crisis son inevitables siguiendo los ciclos de evolución de la economía (Kondratieff). Las crisis, cuando son de gran magnitud y tienen implicaciones que desbordan del área en la cual se producen, en efecto llevan a cambios políticos que son muy interesantes de observar a lo largo de la historia. Vale la pena mencionar que, en este sentido, no todas las crisis derivan en cambios políticos importantes, y se limitan a coyunturas particulares que se agregan a los procesos históricos de cambio de larga duración.
¿Qué es el cambio político y cómo hacerlo?
El internacionalista James Rosenau erigió una caja de herramientas para “medir” el cambio político en relaciones internacionales. Para este autor, no importa si algunos cambios son analizados como preparaciones o rupturas históricas, ya que esto depende en gran medida de la posición de los analistas y observadores. En este sentido, “se puede (…) vislumbrar una perspectiva general sobre las dinámicas transformadoras. Sin importar si resultan de procesos lentos y evolutivos o de quiebres históricos agudos, los cambios que deben interesarnos más son aquellos que implican diferencias de tipo más que de intensidad, en comparación con décadas anteriores”. La caja de herramientas de Rosenau plantea que: “se considera que la distinción entre los dos tipos de cambio refleja grandes diferencias en el número, la escala, el alcance y la rapidez con las cuales se desarrollan las relaciones colectivas. En donde las diferencias a lo largo de estas dimensiones discrepan con los patrones del pasado, se considera que han ocurrido cambios de tipo. Alteraciones más ligeras a lo largo de estas dimensiones -diferencias de grado pueden eventualmente llevar a diferencias de tipo, pero hasta que se conviertan en ellas, la tarea analítica puede ser llevada a cabo de forma conocida. Y son las diferencias de tipo las que presentan los retos más severos para aquellos que buscan desarrollar teorías adecuadas de los asuntos globales”.
El antiguo profesor de la Universidad George Washington identifica “cuatro diferencias de tipo que parecen ser especialmente importantes. Una se refiere a las estructuras que sostienen a las estructuras de la política global; otra se refiere a las estructuras de la economía globalizada del mundo; la tercera se refiere al margen de tiempo dentro del cual se desarrollan los eventos y las tendencias; y la cuarta pertenece a lo que llamamos la revolución de las capacidades y las consecuencias de la acción colectiva”.
Finalmente, el cambio político estaría orientado hacia un mejoramiento de las condiciones anteriores, en pro de la sociedad y del Hombre. ¿Para qué la política – dice la profesora Ana María Arango – sino es para la felicidad? Debido a la alta complejidad de los sistemas políticos burocráticos actuales, que además se encuentran internacionalizados, cambiar algo se ha vuelto sumamente complejo. Generar cambios de gran magnitud, aquel ideal altruista, se ha vuelto casi que imposible en el mundo de hoy. Probablemente tomaría años cambiar una situación para un sector específico de la población. Entonces, me atrevo a adelantar dos hipótesis para dar solución a este obstáculo: 1) generar cambios a pequeña escala, en mi entorno cotidiano, parece más probable y factible que a gran escala; 2) generar cambios fuera de los sistemas políticos burocráticos, en particular conformando los mayores agentes de cambio en la actualidad, que son los movimientos sociales.