16 de septiembre de 2014
Indignados en España: 3 años después, ¿qué ha pasado?
Por: Juan Esteban Osorio
Si los 60 fueron los años de las protestas juveniles contra el consumismo y las discriminaciones, los 2000 van a pasar como los años de las movilizaciones contra ideologías, economías y sistemas contemporáneos. ¿Han servido de algo estas protestas contemporáneas?
El 15M es el acrónimo del 15 de mayo de 2011 cuando un pequeño grupo de 40 rebeldes acamparon en la plaza Sol, en pleno centro de Madrid. Al día siguiente, este puñado se multiplicó y en pocos días los 40 alcanzaron cifras de miles. Las razones de la protesta iban desde el hartazgo de una crisis que no parecía tener ni solución ni dolientes, hasta una crítica a las clases políticas y líderes económicos que a pesar de los evidentes desastres ocasionados, nunca pretendieron ni asumir responsabilidades ni ofrecer alternativas.
Bajo consignas como “No les votéis!” y “Democracia ya!” los españoles arrancarían un movimiento popular que tendría repercusiones en otros países, tan disímiles como Chile, Venezuela, Colombia, Brasil y el mismo corazón del capitalismo, Nueva York, donde en medio de la calle financiera del país, un grupo de personas se agolparon por semanas, autodenominándose Occupy Wall Street.
Todas estas fueron manifestaciones que distan mucho del romanticismo de hace unas décadas. Ya no son grupos de poetas de la protesta, jóvenes en su mayoría que pretendían un cambio de ideología y una presión política más utópica que real contra el establecimiento. Pocos años después, la pregunta es inevitable: ¿Qué ha pasado? ¿Ha tenido algún resultado? ¿Han logrado algo? O han sido anécdotas, divertidas, pintorescas y en algunos casos, ejemplares, pero… ¿con consecuencias?
Entre cinismo y estupidez: un movimiento que divide
Algunos jueces han sido implacables. Voces usualmente respetadas como la del filósofo vasco Fernando Savater, se han levantado con inusual dureza: “El movimiento 15-M me ha servido de ´tontómetro para medir el nivel de estupidez y el cinismo de muchos. A los que dicen eso de ´No nos representan´ les contesto no seas majadero, el problema es que sí te representan y por eso debemos buscar a quien mejor nos represente. La educación no es cosa de los padres, incumbe a toda la sociedad; la alternativa es que o se educa a los jóvenes o se padecerán las consecuencias de no haber educado”, dijo en declaraciones para la agencia EFE. Sin embargo, es curioso que en las reacciones a estas afirmaciones del filósofo español, los lectores de los portales que replicaron la información, recibieron una avalancha de respuestas en su contra, calificándolo de poco autorizado para hablar y desconectado con la población.
Desde una esquina contraria, el escritor uruguayo Eduardo Galeano opina lo contrario de los mismos indignados: “Me parece una experiencia estupenda. Recuperar esa energía y esa vitamina E de entusiasmo, que a veces pareciera perdida en este mundo que nos invita al desaliento. Entusiasmo, que significa tener a los dioses adentro. Me parece legítimo que la gente se exprese hablando o callando. Creo que se están haciendo oír”.
De la calle a la lucha política
En una encuesta patrocinada por el diario El País, que preguntaba qué pensaban del movimiento 15M, el 72 % de los españoles cree que ha servido para mostrar un realidad que no se veía; no lo juzgan ni bueno ni malo, simplemente diferente.
Dos años después de la primera protestas, un grupo de personas se reunieron y formaron un partido político, apoyado en plataformas y grupos independientes con labores definidas y específicas, siempre con la idea de enfrentar la política tradicional y la indiferencia gubernamental. Se enorgullecen de citar entre sus logros haber detenido 600 desahucios (cuando una familia es despojada de su casa y puesta literalmente, en la calle); denunciaron puntualmente la corrupción, como el caso Bankia, que llegó a estrados judiciales.
Sin embargo escépticos y pesimistas niegan el cambio, aduciendo que la crisis aumentó en lugar de reducirse; que el paro entre los jóvenes españoles roza el 50% y que en general, están lejos del Estado de bienestar que un día los cobijó.
Y sin embargo, a los Indignados no les compete resolver la crisis. Ellos argumentan que lo suyo era más una denuncia y una forma de protestar, en un país que estaba acostumbrado a callar y a tragar entero.
La situación del país dista de ser favorable. La economía va en picada, el desempleo sigue galopando y la desesperanza cunde entre la población. Pero hay quien protesta y no se calla. Y este mismo esquema se ha replicado en otros países y otras latitudes como Brasil, Estados Unidos Chile y hasta en nuestro país, tan acostumbrado a la modorra y al dejar hacer, dejar pasar.
Que protestar e indignarse no es lo único que hay que hacer, es evidente. Pero es un comienzo. Queda por resolver la segunda fase de la indignación.