9 de agosto de 2017
¿Vendrá una primavera africana?
Por: Ricardo Montaño
Por lo que puede deducirse del informe de la Oxfam dirigido al Foro Económico Mundial que se llevó realizó en ciudad del Cabo en Sudáfrica, África podría estar a las puertas de un movimiento social en redes similar al que se dio entre 2011 y 2014 y que sacudió las estructuras de una buena parte del mundo, incluyendo a América del Norte, Europa y Medio Oriente.
La oenegé internacional señaló que el mayor desafío que deben enfrentar las naciones africanas es el de impulsar el “crecimiento inclusivo”, porque reconocen que ha habido aumento del PIB, pero el crecimiento no beneficia a todos, es decir es excluyente. La parte más grave del problema se encuentra en la región subsahariana, que en apenas veinte años ha visto aumentar el número de sus pobres en cincuenta millones.
Las economías africanas han crecido, han tenido como dicen los economistas “aceleraciones de crecimiento”, lamentablemente, la mayor parte de esas aceleraciones, han tenido corta vida; no constituyeron la base de un paso a largo plazo hacia un camino de crecimiento más diversificado, no constituyeron un verdadero arranque.
La Élite también reina en África
La estructura social es determinada al igual que en otros países del mundo por la repartición de la riqueza, para explicar lo cual es suficiente con un ejemplo pues la situación es la misma en esos 52 países: en Sudáfrica – valga un solo ejemplo-, el 42% de la riqueza total está en manos de una élite integrada por el 1% de la población.
Pero para atender a los pobres de África, los asistentes al Foro Económico Mundial necesitan pensar más allá del “crecimiento inclusivo”. En lugar de centrarse exclusivamente en el PIB y con la esperanza de ajustarlo para que sea más inclusivo, los líderes deben centrarse en la reducción de la desigualdad y la eliminación de la pobreza, en formas que conduzcan a la prosperidad económica para todos. Estos objetivos deben situarse por encima del crecimiento del PIB, no porque el crecimiento no sea importante, sino porque pobreza y la desigualdad representan las barreras más significativas en África para lograr igualdad en las oportunidades de desarrollo de una vida digna.
Los jóvenes son la esperanza (aunque ellos mismos no la tengan)
La gran esperanza está en aprovechar inteligentemente el hecho de que África es el continente más joven del mundo, con el 60 por ciento de su población menor de 24 años. Aproximadamente 730 millones de personas en capacidad de producir, que no tiene esperanzas, ni posibilidades de desarrollo, porque carecen de un recurso fundamental, un trabajo decente. El PNUD estima que las pérdidas económicas anuales en el África subsahariana debido al desperdicio del potencial de las mujeres podría superar los 90.000 millones de dólares.
Sin democracia no hay ninguna posibilidad de cambio
Esas oportunidades, también es justo decirlo, no tienden a presentarse en sistemas políticos dictatoriales sino en sistemas abiertos, democráticos que es algo de lo cual carecen la mayoría de estos países.
De esos 730 millones de jóvenes a quienes peor les va es a las mujeres, lo cual constituye un descuido que les puede salir muy costoso a estos regímenes atrasados, puesto que ellas ya han dado buenas muestras en el caso de Túnez y Egipto de que son capaces de promover e incluso liderar un gran movimiento social, valga como ejemplo el caso de Asmaa Mahfouz, fundadora del movimiento seis de abril, uno de los más importantes de la revolución egipcia.
Quizás el aspecto más dramático de la desigualdad y la pobreza es que en pleno siglo XXI siguen naciendo niños para los cuales no habrá futuro, que llegan a un mundo que no tiene nada para ofrecerles, en Nigeria por ejemplo hay diez millones de niños que no van cada mañana a la escuela.
Las mujeres no solamente constituyen un enorme capital humano dilapidado, sino que están marginadas de los sistemas parlamentarios, de los consejos directivos de las empresas, y lo que es aún más grave, siguen siendo víctimas de malos tratos y abusos en sus hogares.
Buscar una economía “humana”
El informe de Oxfam, no propone cambios dramáticos, casi puede hablarse de pasos pequeños pero efectivos como la promoción de la pequeña agricultura, en cambio de los proyectos a gran escala, es el tipo de estrategias que realmente le funcionan a los africanos, en cambio de proyectos a gran escala. Actualmente África debe importar un tercio de los que consume en comidas y bebidas.
Los gobiernos de estos países sugiere el informe de Oxfam deberían tomar decisiones basados en las necesidades de su gente y no en los intereses de las grandes corporaciones tecnológicas y su desmedido afán de lucro, a través de políticas públicas que impidan que la llegada de la cuarta revolución industrial al continente negro, signifique el aumento de la ya grave desigualdad.
Las desigualdades tienen un motivo antiguo, el duradero impacto de los colonialismos que tienen entre otras consecuencias la de una excesiva dependencia del sector extractivo.
Oxfam ha defendido que la evolución del pensamiento económico se aleje de una forma de ver las cosas que todo lo basa en crecimiento de los mercados y en el PIB. Una economía más humana reconocería que, si el bienestar de todos y la supervivencia del planeta deben ser los objetivos principales de la sociedad global, entonces hay que diseñar e impulsar políticas para África que permitan alcanzar estas cosas.
El hambre acecha (Y dónde hay hambre habrá revolución)
Todos estos buenos deseos pueden no llegar a nada si se cumple la amenaza que se cierne sobre el África oriental como lo señaló The Conversation en marzo de este año: una grave sequía amenaza a millones de personas en África oriental. Las cosechas están muy por debajo de lo normal y el precio de los alimentos se ha duplicado en gran parte de Etiopía, Kenia, Somalia y países vecinos.
La última gran sequía en la región, en 2011, causó cientos de miles de muertes. Cada vez son más frecuentes y más intensas, y cada una tiene un impacto desastroso en las economías de las naciones de esta región del África y en los medios de subsistencia de las personas. Al menos parte de la explicación radica en un fenómeno climático conocido como el “Dipolo del Océano Índico”. El dipolo, a menudo llamado Niño Indio debido a su similitud con el otro Niño, no es tan conocido como su equivalente Pacífico. La otra parte como ya se ha dicho, en las equivocadas políticas agrícolas.
¿Despertará el contrapoder africano?
Pero no hay evolución posible sin un cambio de fondo hacia una democracia verdadera, fuerte y representativa o empleando los términos de Castells, de un contrapoder efectivo como el que se manifestó en Túnez y Egipto, que sea el camino para que los ciudadanos tomen las decisiones sobre los asuntos que les importan y no las élites, las corporaciones o los donantes que apoyan estos gobiernos. Las cosas cambiarán cuando estos pueblos logren romper el monopolio de la comunicación.
Manuel Castells – Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de internet.
Informe OXFAM – Foro Económico Mundial sobre África.