Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

3 de septiembre de 2015

¡Vamos, Negra!

Por: Juan Esteban Osorio

Este es el grito con el que Caterine Ibargüen se da ánimo después de cada salto. Salta, cae y cuando se da cuenta de la marca que hizo, se grita: “¡Vamos, Negra!”, como si no tuviera quien haga barra por ella. Aunque hoy, hay un país (tradicionalmente ignorante de todos los deportes que no tengan un balón de por medio) que sabe quién es, se alegra con ella, y espera lo mejor de sus actuaciones, aunque no sepa qué son ni en qué está. Pero confía en ella. Estos son los más recientes pasos de gacela de Caterine Ibargüen, hoy, la mejor atleta colombiana, por encima de merengues, oportos y bicicletas en Europa.   

Antes del fútbol

Hubo un tiempo, no hace mucho, que a los colombianos nos tenía sin cuidado la selección Colombia. Nadie sabía ni se interesaba por las eliminatorias, porque ya sabíamos cuál iba a ser el resultado. Ninguno. Había chistes crueles al respecto: “¡Estamos a un partido de tomar el avión que nos lleve a México 86!2 gritaban los locutores deportivos. Y en medio del partido, los mismos periodistas anunciaban. “Acaban de cancelar las reservas, avísenle a la gente que el avión se va sin nosotros”. Ya ni siquiera suena chistoso. Los únicos que se ponían la camiseta de la selección eran los jugadores, y porque les tocaba. Era más fácil ver gente enfundada en los colores de Brasil o Argentina.

Hasta que llegó la Copa América del 87 de la mano de Higuita, el Pibe, Redín y compañía, pero esa es otra historia para otro día. La cita viene a que los colombianos no siempre hemos sido hinchas del balón y la selección. Hubo años –varios- en los que a fuerza de perder en fútbol la gente giraba las cabezas buscando otros ídolos en el ciclismo, el boxeo y deportes alternos, tan exóticos para nuestras costumbres como el tiro, con Helmut Bellingrodt o en  Fórmula 1 con Roberto José Guerrero.

Pero entonces llegó el buen fútbol, Maturana, Bolillo y compañías, y volvimos al estadio y nos olvidamos de los demás. Hoy Nairo y Mariana Pajón vuelven a recuperar la diversidad de las hinchadas de otros deportes. Pero siempre han sido deportes de segunda aparentemente.

Y aunque la celebremos, la reconozcamos y la aplaudamos, todavía no somos conscientes del rol y la posición de Caterine Ibargüen en el deporte mundial. Si ella  fuera futbolista, estaría más cerca de ser Messi que de un segundón. Con todo el respeto y cariño que le tenemos a Cristiano.

Los orígenes de la leyenda

Caterine nació en Apartadó, Antioquia, en 1984, en medio de la turbulencia que sacude a esta zona desde hace tantos años. Y tal como Nairo, con la dignidad de quien sabe de dónde viene y dónde está, insiste que a pesar de las dificultades y lo complejo de su entorno, nunca se acostó sin comer, ni tuvo que mendigar por un par de zapatos. Lo suyo eran dificultades no miseria.

Mide 1,81 lo cual le trajo uno que otro problema en su adolescencia. En entrevista con la revista Bocas de El Tiempo, cuenta que le pedía a su mamá que hiciera algo para detener el crecimiento. Su mamá, sabia como tantas madres en apuros, le dijo que sí había una inyección que le podían poner, pero que además de ser muy dolorosa, la podía dejar paralítica o loca. Su hija que ya rozaba su estatura actual, desistió.

Alguien la bautizó como La pantera negra, en esos arrebatos de originalidad e imaginación con que se endilgan los sobrenombres en nuestro país. Y desde entonces carga con el apodo. Caterine empezó en modalidades como salto alto, largo y hasta pasó por el lanzamiento de bala, pero un poco influenciada por su entrenador cubano Ubaldo Duany, se concentró en el salto triple y lo hizo suyo. Hoy es la campeona mundial en su modalidad, y acaba de refrendar su título en Pekín.

Además, ganó la medalla de plata en los Olímpicos de Londres y medalla de oro en los mundiales de Moscú. En la misma entrevista para la revista de El Tiempo, le confesó a Mauricio Silva que en ambas competencias estaba “en la mala”: en Londres casi corrió con una sola pierna; y en Moscú compitió en medio de unos cólicos estomacales que la doblaban en dos. Y así, menguada, ganó. Está segura de lo que quiere y lo que tiene. Para ella, los Juegos de Río no son una opción, son una obligación.

Hace unos días la Ibargüen estuvo en los titulares por razones extradeportivas. Se enfrentó a las directivas del Mundial de Atletismo que se celebraba en Cali, en una alocución a unos jóvenes atletas a los que ella apadrinaba. Aunque el objeto de sus críticas fue muy puntual, en el fondo, la atleta se refería a la mayoría de dirigentes deportivos del país y la negligencia y olvido al que someten a los jóvenes deportistas: “No se sientan conformes con los que les dan, exijamos, nosotros somos el futuro de Colombia”. Aunque las directivas en cabeza de Ramiro Varela respondieron amablemente a las quejas de la deportista, en el aire quedó la sensación que ella tenía razón, y que los deportistas deben dejar a un lado cierto aroma a mendicidad y de servilismo por los que creen que con un par de tenis los pueden comprar.

A pesar del aura de seriedad y exigencia que se ha impuesto, de alguna manera como mecanismo de defensa frente al ambiente tan hostil que la rodea, la campeona también se ríe y se relaja. Cuenta que tiene amuletos como un par de aretes que le regaló su mamá hace más de 1 años, y que siempre antes de cada competencia pone en su iPod Mi propia historia, canción de Silvestre Dangond que su mamá le dedicó y que cuando necesita relajarse, lo suyo es el vallenato y el reggaetón. Nadie es perfecto.

Caterine estudió enfermería en la Universidad de Puerto Rico, y está haciendo una maestría en administración deportiva porque es a lo que se quiere dedicar cuando se retire. Ella es consciente de su realidad y de lo que puede exigir, y lo que hace falta. Tiene la autoridad para hablar desde las entrañas de las altas competiciones y desde lo que ha tenido que vivir para acercarse a los podios  y alejarse de los vicios, oportunistas y perdedores empeñados en arrastrarla en su caída.

Caterine Ibargüen no ha perdido una prueba desde que participó en las Olimpiadas de Londres con una pierna menos, y una quijada de más, haciendo fuerza. La BBC la cataloga como una de las diez atletas lationoamericanas más relevantes en el deporte mundial. Y aunque cada vez menos, aquí seguimos priorizando los goles del fútbol, por encima de nuestra atleta más grande de la historia. Que hable Río 2016.

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