4 de noviembre de 2015
UFA! El humor negro, fantástico y surrealista en el nuevo tango
Por: G Enrique Vega M
Carlos Gardel: señor cantor. Mientras usted lee esto, gente en Medellín y Buenos Aires lo están escuchando como si se tratara de una colección de mantras que reivindican el drama de vivir. Es la apoteosis del tango de vieja guardia y quizá, el único nombre que suena en la cabeza de muchos cuando piensan en este género musical, calificado con desdén como “música de viejitos” y acusado con severidad de sufrido, doliente, e incluso depresivo, lo que le valió el destierro paulatino de las colecciones musicales de varias generaciones posteriores a los años sesenta que, roqueras en exceso, olvidaron que existen otros mundos aparte de este.
Felizmente, tal calificación y prejuicio sobre el tango no resiste la sensación inicial de extrañeza y luego de legítima fascinación cuando se escucha con atención a Daniel Melingo, quien en su álbum UFA!, del año dos mil, logra con su aguardientosa voz que Jack el destripador nos cuente de su naturaleza incomprendida:
“Solo Picasso me ha interpretado
Yo a las mujeres las quiero en partes“
La evocación del maestro del cubismo es tan ingeniosa como la canción misma que lo menciona. Pablo Picasso (1881-1973) pintó en 1907 “las señoritas de Avignon”: una obra en la que aparecen cinco mujeres desnudas (que el examen de los distintos bocetos ha determinado que se trata de prostitutas) con sutiles realces en algunos de los miembros de cada una de ellas, como producto de la planificación de la obra para la cual Picasso bocetó los miembros realzados de forma individual para después “armar” la obra como si de un rompecabezas se tratara[1]. Por su parte, a Jack el destripador se le acusa de causarles la muerte a cinco prostitutas al “desarmarlas” y extraer algunos de sus órganos[2].
En el mismo álbum, la cortesía del asesino londinense compite con el drama sanguíneo de un conde transilvano, víctima de lo que él, si pudiera, no hubiera dudaría en declarar como un “mordiscus interruptus“
“!pero carajo! ,! pero carajo!
¿quien trajo el ajo?, ¿quien trajo el ajo?
¡tan justo ahora que sin collares,
Lucy me muestra sus yugulares!“[3]
Cuando se busca adquirir música, de vez en cuando es bueno escaparse del muestrario de las novedades y reexaminar viejos lanzamientos. Ello nos puede conducir a felices descubrimientos como este, en donde se aprecia que el arte (así como la vida) se da sus mañas, convirtiendo al tango en una playa en la que nuevos artistas han revitalizado el género de arrabal, aportándole nuevos sonidos y un contenido en el que lejos de combatir las acusaciones mencionadas, las confrontan con ironía, mucho humor negro y una creativa instrumentación sin desarraigar al género de plano, sino renovándolo en su temáticas y en su musicalidad.
Claro que, cuando hablamos de Daniel Melingo, eso de “nuevos artistas” es más una cortesía hacia los diletantes; este artista está lejos de ser un “aparecido” en la escena musical y muy por el contrario, es considerado uno de los padres del rock argentino, tan importante en su construcción como Charly García o Andrés Calamaro, con quien tocó en el grupo “los abuelos de la nada”.
Ufa! es un álbum plagado de individuos fascinantes, que cargan sus propios dramas y que hacen de escuchar cada canción un ejercicio literario en el que su condición o se ensalza o se ridiculiza. Junto al homicida y al monstruo nos encontraremos al seductor fallido, víctima de la transexualidad de las calles; a una triste vagabunda perdida por despecho en la adicción a la morfina; a un tacaño indisimulado al que se le hace sombrío vaticinio; o lo que significa para un tanguero purista el verse atrapado en un bar de música electrónica. Al final todos los protagonistas de cada historia son seres humanos (o humanoides) y por lo mismo, nada de lo humano les es ajeno.
Pero al paso de episodios surrealistas o eclécticos, divertidos o irónicos, que para algunos oídos puedan sonar sencillamente burlescos, también van piezas sensibles que al escucharse atentamente se manifiestan en la imaginación con fuerza y emotividad (como “El violín de Becho”[4]: tan íntimo como lo que significa debatirse entre el querer y el deber).
Y con esas letras y aportes ¿si suena tanguero? Bueno…acá es donde la puerca tuerce el rabo. Existe un sector muy amplio que considera que si; es tan amplio, que es imposible conseguir una copia física del álbum original y quienes lo deseamos en nuestra colección nos vemos abocados a comprarlo digitalmente en ITunes o Spotify. Tal acogida no oculta, sin embargo, la actitud condescendiente que tuvo la crítica y que muchos amantes del género consideran excesiva, aunque con tales críticas se haya pasado por alto la finalidad de usar tales recursos, cual es, dotar cada corte de una evocación teatral para permitirle a la audiencia una mejor captura del mensaje, sin que por ello se deba inferir que se destila la experiencia tanguera, aunque para el gusto de quienes han crecido bajo los paradigmas musicales de la vieja guardia y del tango circunspecto, se esté mancillando grandes obras; pero así es el tango: irreverente.
De tal rechazo puedo dar fe con una anécdota. No hace mucho, visité un restaurante argentino y con la intención de acercar a mi acompañante al género, comencé a solicitar canciones que causaron un alzamiento popular de parte del chef, el propietario, los músicos y hasta el barman, cuando me acerqué y le pedí al cantante de esa noche una canción:
-Disculpe usted… ¿conoce la canción “estaba enjabonao[5]“?
-.(el músico inicialmente sonriente) Noo…lo lamento. ¿Desea otra?
-bueno, si. ¿Podría interpretar “es que hueles a pellejo[6]“?
-.(el propietario, ya no tan sonriente) Noo…acá se toca TANGO ¿me entendés?
-eso es tango!
-. (Cantante y músicos, con tono y a coro) ¿Estás hablando en serio?
-si, claro. Aunque no sea algo que escuchemos de Gardel.