13 de febrero de 2017
Su Majestad, Donald I
Por: Ricardo Montaño
Si las cosas siguen como van, esa sería la manera correcta de llamar en un futuro no muy lejano, al presidente republicano que acaba de instalarse en la Casa Blanca. Esta sería seguramente la conclusión a la que llegaría quien mirara con atención el rumbo que está tomando el nuevo gobierno, nombrando a personajes como Stephen Bannon en puestos claves como el Consejo de Seguridad Nacional. La sociedad norteamericana se estaría encaminando hacia una especie de monarquía.
Sería el cumplimiento del sombrío vaticinio que hiciera Lewis Lapham, editor de la revista Harper’s, quien en una entrevista publicada en Colombia por la revista El Malpensante, en la que analizaba juiciosamente las consecuencias que para las mentes norteamericanas trajo el cambio masivo de los libros por la televisión, afirmaba que una sociedad que quisiera llegar a ser verdaderamente democrática exigía de sus ciudadanos y políticos “Un alto nivel de cultura, sentido de la historia y al menos en el contexto norteamericano una ética derivada del programa de estudios de la Biblia”.
La democracia fingida y el consejero auténtico
Entonces frente a la pregunta formulada por el entrevistador Casey Walker “¿Hacia dónde vamos?” contestó Lapham: “vamos a renunciar a la premisa de la democracia y regresaremos a una variación sobre el tema de la monarquía, algún tipo de Gobierno que no requiera ni espere mucha participación de parte del pueblo”
Según dice el New York Times de esta primera semana de febrero, no se trata simplemente de un consejero venido a más, puesto que la figura no es nueva y aún se recuerda a consejeros poderosos como Karl Rove, a quien George W. Bush llamaba “el arquitecto de la Victoria” o Dick Morris en el caso de Bill Clinton, sino de una estrategia política tan bien montada que convertiría a Bannon en la figura más poderosa detrás de Trump, con el daño a su índice de popularidad que esa decisión le puede causar.
La voz de la ultraderecha se oye de nuevo en la Casa Blanca
El señor Bannon ha sido la voz más caracterizada de la ultraderecha norteamericana, desde Breibart, un sitio web de noticias, comentarios y opiniones políticas, contenidos que el gran diario norteamericano no duda en llamar racistas, xenófobos y misóginos. Igualmente frente a la gran prensa no se anda con rodeos, se declara “”Somos virulentamente anti-establishment, en particular estamos en contra de la clase política permanente”. O sea contra la democracia norteamericana.
Bannon se hizo conocido internacionalmente al presentar la política internacional de Ronald Regan como la última cruzada contra el mal en el mundo en una película de 2004, es decir que significa en términos sencillos el regreso a los elegantes salones de la Casa Blanca de Leo Straus y el neoconservatismo.
El regreso de Leo Straus
Leo Straus creía que el papel del político era “crear y difundir mitos poderosos e inspiradores por medio de los cuales se pudiera detener el proceso autodestructivo que vivía la sociedad norteamericana de su tiempo” (Los años sesenta). La verdad de los hechos lo tenía sin cuidado, no necesitaba que sus dramáticas denuncias partieran de hechos ciertos, sino que la gente las creyera. Tres fueron los elementos que empleó para manipular a la sociedad de su tiempo: la religión, la nación y la permanente amenaza del enemigo externo. El deber de pelear contra él, la obligación, el destino histórico de combatir a las fuerzas del mal.
Las nuevas murallas y los nuevos monarcas
De sus ideas surge el movimiento conocido como neoconservatismo, que ha producido grupos de estrategas y consejeros, que han acompañado los gobiernos republicanos desde Ford hasta Trump. Integran lo que el Fiscal John Ashcroft, llamó “EL Comando Dormido” del que han formado entre otras estrellas de la derecha norteamericana, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, y Dick Cheney, a quien Rumsfeld hizo nombrar jefe de gabinete de la Casa Blanca. Justamente durante el mandato de Reagan lograron atraer a un grupo de extremistas ideológicos, entre los cuales estaban Paul Wolfowitz, Richard Perle, Eliott Abrams y Zalmay Khalilzad según señala Eliot Weinberger en “Nueva York 16 meses después”.
De lo producido por estos consejeros se conocen al menos dos documentos son “Guía para la Planeación en Defensa, período fiscal 1994-1999” y “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano” (PNAC —Project for the New American Century—) en los que se ve reaparecer con toda nitidez los elementos fundacionales de la gran nación norteamericana: La Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto.
Una sociedad que ha abandonado la cultura, el sentido de la historia y la ética puede y de hecho está sufriendo el control de la nueva clase política por medio de ideas que se creían ya superadas.
Son las mismas que va a emplear Bannon, las dos poderosas ideas, religión y nación que se mencionaron atrás, se mantienen tal cual, pero ahora el enemigo externo ha cambiado, no son los rusos, son los inmigrantes pobres, los perseguidos, los hambrientos, los sin patria, de los que su majestad los salvará construyendo una muralla como en otros tiempos hicieran otros monarcas.
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