12 de octubre de 2015
Reflexiones sobre la cultura ciudadana en ciudad de México y Bogotá
Por: Mexico Real
¿Qué es la confianza? ¿Existe en realidad esa famosa expresión de la “buena fe”? Preguntas que nos planteamos sobre una realidad cada vez más visible: Latinoamérica y la cultura ciudadana latinoamericana están marcadas históricamente por un estigma de delincuencia, estafa y el siempre intentar sacar provecho de cualquier situación para el beneficio propio. En México, dónde prospera el narcotráfico, paradójicamente se puede observar el principio de la buena fe en la vida cotidiana, lo cual a la vez resulta decepcionante ya que en Colombia es casi inexistente.
Tener la oportunidad de vivir en una mega-ciudad como lo México D.F. ha sido fascinante. La corrupción está presente en casi todos los sectores y gremios de este país, pero es criticada por muchos existiendo un resentimiento general impactante contra esta. Se podría esperar que la cultura ciudadana y las costumbres generales de la convivencia en la ciudad estuvieran impregnadas por esa sed de “ganar como sea” sin importar la manera en que se hagan las cosas, sin embargo, en el diario vivir, la realidad es una totalmente contraria a esto. Los buses, o “camiones” como son conocidos aquí, no cuentan con una tarifa única de recorrido, sino que por el contrario se paga en función del lugar al que el pasajero se dirige y uno pensaría que es un sistema ineficiente por que las personas pueden fácilmente mentir sobre su destino. Pero no sucede así. La honestidad se ve reflejada en este sencillo ejemplo, las personas no mienten a pesar de que fácilmente podrían ahorrarse unos pesos ya que no hay nadie ni nada que esté llevando un control de su recorrido.
No solamente ocurre esto en los buses: en una tienda muy reconocida en ciudad de México, en la cual existe el sistema del autoservicio, se ve de nuevo una forma de pensar diferente. Sería fácil para cualquier persona robar en estas tiendas ya que son pequeñas, no hay cámaras ni hay sensores a la salida y los trabajadores están siempre detrás del mostrador: una situación que se presta perfectamente al acto delictivo. Aquí la vigilancia y el control sobran totalmente. Para un colombiano, acostumbrado al sobre control y la sobre vigilancia por doquier, resulta inevitable preguntarse: ¿cómo sucede esto? Si nadie está siendo vigilado y es posible hacerlo, ¿por qué nadie lo hace?
Planteamos la siguiente hipótesis: si en Bogotá los buses funcionaran de esta manera, quizás – y sin pretender generalizar en cuanto al comportamiento de todos los usuarios del transporte masivo de la capital – en algún momento el sistema resultaría ineficiente. Aplicar el principio de honestidad en el servicio público de la capital de Colombia, seguramente traería pérdidas para los conductores y un grado mayor de “doble moral” en las personas, esto debido a un comportamiento cultural distinto a lo que podemos observar en la capital mexicana. Es frustrante pensar en la alta posibilidad que tendríamos de comprobar nuestra hipótesis, si nos basamos en esos dictámenes que se escuchan en Colombia todos los días: “sea avispado“, “no se deje“, “sea bien avión”, sin considerar que dichos comportamientos individualistas, afectan a la sociedad en conjunto y por ende nos perjudican a todos. En efecto, el hecho que cientos de personas no paguen el pasaje del Sistema de Transmilenio – algunos incluso contando con los $1.800 pesos que cuesta el tiquete – esto a pesar además de la tarifa única y el control parcial policial que se ejerce en el sistema, nos lleva a pensar en dicha posibilidad.
Una reflexión que deriva en el dilema de la seguridad en el cual se encierra la cultura ciudadana en la actualidad en la capital de Colombia: a mayor seguridad y control, mayor inseguridad y violación de la norma de convivencia. Quedan en tela de juicio las cuestiones de la educación para la paz, de la cultura y la convivencia ciudadanas, del valor mismo de la honestidad: verdaderos impedimentos para un mejor desarrollo y organización social del país.