8 de diciembre de 2015
Plan de fuga según Angus Deaton
Por: Ricardo Montaño
El último premio Nobel de economía publicó recientemente su último libro “El Gran Escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad”. El título parece haber sido tomado de una película realizada en 1963 en la que un grupo de prisioneros son llevados a una prisión a prueba de todo, que se llamaba Stalag Luft III de la que finalmente escapan. La historia, pese al éxito inicial de la evasión no tiene buen final, de los 73 que consiguen superar las alambradas de la prisión solamente tres alcanzan la ansiada libertad. Hasta donde el asunto nos interesa el escape falló porque luego de lograr la gran hazaña por medio de habilidosas estrategias, ya afuera, no supieron elegir adecuadamente los caminos a tomar.
Al parecer esa triste condición fue la que inspiró a Deaton al hablar del mayor desafío para el desarrollo económico del presente momento: disminuir la brecha entre los países más ricos y los más pobres. Como ayudar a escapar a los millones de personas presas y sin esperanza en la cárcel de la pobreza.
Según la metáfora de la que se sirve el Nobel, hay muchos pueblos luchando por escapar de la pobreza y los males que la acompañan como la enfermedad y el subdesarrollo intelectual, pero no pueden hacerlo solos, precisan ayuda. La posibilidad del escape aparece según la película y el libro de Deaton cuando los intereses individuales como la supervivencia, son superados por valores altruistas como la compasión y la solidaridad, es decir el poder de la cárcel es destruido cuando los humanos se ayudan unos a otros. El punto es qué tipo de ayuda se debe proporcionar, ese es el tema principal.
Los políticos se enriquecen con el hambre de los niños
Según la tesis de Deaton, los niños colombianos que han muerto de hambre en la en la Guajira se habrían podido salvar con ayuda internacional – que seguramente ha habido y mucha – es decir, no se puede explicar esta tragedia como una falla de la solidaridad, nacional ni internacional, ni de la ciencia, sino la clase política corrupta hasta la médula y los sistemas de atención ineficientes. Él dice que la ayuda existe pero no llega por la desconfianza que a estas agencias les genera la ineficacia de un sistema para el cual los niños no son prioridad.
En Ruanda por ejemplo, el presidente Paul Kagame ha descubierto cómo utilizar el cálculo utilitarista de Peter Singer contra su propio pueblo. La atención de salud para las madres y los niños de se ha convertido en el tema de moda para la industria y un destino favorito de la ayuda internacional. En esencia, Kagame “cultiva” niños ruandeses, a través de los cuales consigue ingentes recursos de ayuda humanitaria -la cual va en su mayor parte a sus bolsillos-, a cambio de entregarles porciones mezquinas , los niños y sus madres deben, por supuesto, mostrar su agradecimiento ante las cámaras. Esta joya de dictador intenta desmentir a sus críticos dentro y fuera del país utilizando los recursos de la cooperación internacional, que muy seguramente no llegarían si los donantes supieran el empleo que se les da.
El libro está enfocado desde la perspectiva de la asistencia para el desarrollo. Deaton sugiere que la ayuda puede como en otros casos servir como una manera de descargar la conciencia del donante más que como una verdadera solución a los problemas de las sociedades atrasadas. En la medida en que terminan sosteniendo sistemas disfuncionales o claramente injustos.
Exceptuando la ayuda médica y tecnológica, dice que las otras formas de ayuda deben poder superar la “prueba hipocrática” es decir, que en vez de ayudar a superar la enfermedad termine empeorándola.
No se cuenta con las herramientas necesarias para detectar en que puntos precisos se necesita la ayuda, los mecanismos que se emplean, son obsoletos y en muchos casos sirven a intereses políticos o a la voraz corrupción que caracteriza estos sistemas, que además de atrasados son profundamente injustos. Una mirada mucho más objetiva permitiría ver una verdad que ofende: en pleno 2015 hay al menos 2200 millones de personas pobres en el mundo de las cuales al menos la mitad están en la miseria.
No se trata de “bombear ayuda” como se plantea en el modelo hidráulico de asistencia, porque el resultado no es automático, puesto que los recursos pueden desviarse como resultado de la decisión de un gobierno que considera más importante ganar la guerra en la que se encuentra inmerso, que alimentar a sus niños.
Se trata de saber ayudar, por bien intencionados que hayan estado los programas de ayuda a algunos países africanos en los años sesenta, no podían tener un buen final, como evidentemente sucedió si esas comunidades no podían atender sus necesidades de desarrollo en medio de un conflicto interno y bajo la dictadura de los déspotas que ante la mirada indolente de Occidente gobernaron estos países.
Louis Armstrong tenía razón
A pesar de estas advertencias, el libro no es una invitación a la desesperación, no termina en punta, el mundo como dice el gran Louis Armstrong sigue siendo un lugar maravillosos para vivir: “ And I think to myself what a wonderful world” el mensaje es positivo, este es un buen momento de la historia humana. El camino del desarrollo sigue allí, todavía hay vías de escape.. La asistencia y los consejos occidentales específicos pueden ayudar, pero los donantes deben prestar más cuidado a no interferir en los avances de los beneficiarios con su ayuda, además El dato principal es que durante las últimas décadas, varios miles de millones de habitantes de los países en desarrollo (particularmente en Asia) lograron salir de niveles de pobreza realmente desesperantes. El mismo mecanismo que aumentó la desigualdad en los países ricos niveló las posibilidades para miles de millones de personas a escala global. Los últimos 30 años han sido de los mejores de la historia por lo que respecta a la mejora de las condiciones de vida de los pobres.
Como la reacción normal frente a la desgracias humanas es la de la solidaridad, ofrecerse como voluntario en uno de los miles de lugares que reclaman ayuda, resulta sorprendente el consejo que les da sus estudiantes cuando le piden orientación acerca de a qué lugar es mejor ir a colaborar : “Yo les digo que ir a Washington o Londres y trabajar para detener el daño que los países ricos hacen; para oponerse al comercio de armas, los acuerdos comerciales que benefician sólo a las empresas farmacéuticas, los aranceles proteccionistas que socavan los medios de vida de los agricultores africanos; y apoyar una mayor financiación para el estudio de enfermedades tropicales y salud. O podrían ir a África, convertirse en ciudadanos, y echó su suerte con los que quieren ayudar. Esa es la forma en que pueden salvar la vida de los niños africanos. (O colombianos).
Referencias El Libre Pensador:
Manuel J. Molano – El gran escape.
IPS Noticias – Los innovadores aportes del Nobel de Economía Angus Deaton.